La Guelaguetza: gato por libre

Bailable Flor de Piña
Esta festividad se ha transformado en una poderosa herramienta para promover el turismo.

Miguel Ángel Schultz

Oaxaca es una ciudad colonial que en el año de 1532, por cédula real, recibió del Rey Carlos I de España el título de “Muy noble y leal ciudad”, nombrándola primeramente Antequera. Como todo conglomerado humano tiene sus fiestas populares, tradiciones que forman su cultura, dentro de estos festejos se encuentra el Lunes del Cerro, actualmente conocido como Guelaguetza, que es el espectáculo conformado por la muestra de danzas, bailables y ceremonias de los pueblos de Oaxaca.

Esta festividad se ha transformado en una poderosa herramienta para promover el turismo, lo que sin lugar a dudas es de suma importancia para la economía de la entidad, pero de eso a llamarla la fiesta étnica más importante de América Latina, hay una gran distancia.

Originalmente el término es utilizado para referirse a una institución social del pueblo zapoteco, que representa el prestar ayuda para realizar alguna tarea, trabajo, fiesta o funeral, que requiriera el apoyo de los demás para su realización, aunque hoy en día la palabra hace referencia a un conjunto de danzas y bailables.

Por ejemplo, si se piensa levantar una casa, recoger la cosecha o hacer una fiesta, solicita la ayuda de los demás, si éstos acceden a brindar su ayuda, quedará usted comprometido a regresarla de una u otra manera, ya sea con trabajo, recursos o bienes; en caso de fallecimiento, sus familiares quedarán obligados a “devolver el favor”, esta costumbre se encuentra sumamente arraigada y representa una muestra de solidaridad tan fuerte que ni la muerte puede terminar con el compromiso aceptado.

En los años 40s del siglo pasado, aún muchas décadas antes, lo cito como referencia, era costumbre que todos en la ciudad de Oaxaca, se encaramaban al cerro del Fortín, llamado así porque, efectivamente, hubo un fortín en ese cerro y porque representó un bastión militar para la defensa de la ciudad, durante las guerras de Independencia, Reforma, invasión Francesa y la Revolución.

Familias enteras acudían al cerro del Fortín a realizar un día de campo y a recrearse con las danzas y bailables que representaban los alumnos de diversas escuelas, que a su vez eran admirados por otros alumnos.

Esta costumbre que se extendió a lo largo de las próximas décadas, fue muriendo con la construcción del auditorio Guelaguetza y con la infeliz idea de la burocracia gubernamental de cobrar las entradas, con la finalidad de hacer un buen negocio con la cultura de los “bonachones indios”, como esta casta gobernante los ve.

Existen registros que documentan que desde el siglo XVII se efectuaba en ese cerro una celebración de la fiesta de la Virgen del Carmen, pero siendo una ciudad española bautizada como Antequera, en honor a la ciudad de Antequera España, poco tenía que ver con una festividad de los indígenas de la hoy Oaxaca, que en esos años vivían en condición de esclavos, y habían perdido incluso el derecho a tener su propia religión.

La cultura de Oaxaca, sus tradiciones, sus fiestas, su visión del mundo, no necesita de andarle vendiendo gato por libre al turismo y andar bautizando a lo que hoy llamamos Guelaguetza, como la mayor festividad étnica de América Latina, lo que es un total disparate, empezando porque quienes vienen a presentar sus danzas y bailables, lo tienen que hacer previa aprobación de un comité de autenticidad, integrado por los que no son de los pueblos indígenas de Oaxaca.

La organización de La Guelaguetza debe pasar a manos del municipio y no seguir en las del Gobierno del Estado, que informa de grandes inversiones, para pagar de todo, pero menos a los que vienen gustosos a danzar y bailar, que traen su propio vestuario que desde luego no paga el gobernador en turno. Hasta donde sé, se destinan 22.5 millones de pesos por el “Congreso Federal” para la realización de La Guelaguetza, aunque no queda claro cuánto es en verdad lo que el gobierno invierte en dicho festival.

Los Lunes del Cerro deben regresar a las manos del pueblo, ya que actualmente sólo es posible asistir a este espectáculo en primera fila si se paga un boleto que puede ir desde los 900 hasta los mil 120 pesos, el ingreso a las demás secciones, aquellas en las que apenas puede apreciarse este espectáculo, se destina para “el pueblo” porque es obvio que pocas, si no es que contadas, familias oaxaqueñas pueden darse el lujo de pagar esos costos. ¿En qué momento el pueblo paso a ser desplazado y a tener que pagar por una fiesta que era suya?.

@MiguelAschulz

josé

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