31 años de comentarios


Por Horacio Corro Espinosa

Hoy 11 de abril, cumplo un año más de vida en estos menesteres de la redacción diaria. Quiero presumirles que cumplo 31 años de escribir un comentario diario.
Anoche, cuando me disponía a teclear, encontré en mi agenda de pendientes, que hoy, hace 31 añejos, comencé a escribir columnas.

Durante este tiempo, Dios me ha permitido escribir varias miles de columnas. Es por eso que le agradezco a él, quien me ha dado esa facultad de garabatear cosas que ni yo mismo me imaginaba.

Todos los días entro a trabajar a un cuarto lleno de papeles y muchos libros. A veces mis hijos me acompañan mientras hacen sus tareas de la escuela. Allí es el taller donde martilleo las teclas de la computadora y donde me visita mucha gente y me cuenta historias. Una vez, unos vecinos me fueron a preguntar que a qué me dedicaba yo, pues no se les hacia normal que me visitara tanta gente.

La gente me pregunta que si todo lo que escribo es porque lo he vivido. Desde luego que no es necesario tener una vida de perro para escribir. Me basta vivir lo que la gente me cuenta.
A veces pienso que en 31 años no he vivido la vida, sino que la he escrito, nada más. En este rincón, es donde puedo escribir desde la inmortalidad del cangrejo hasta la frivolidad del zancudo. En ese lugar es donde siempre ando en busca de una palabra nueva o tras del punto final para enviar la hoja a algún medio.

Y como en todo, un día estoy satisfecho por lo que digo y al siguiente puedo caer en una enorme depresión porque no me gustó nada de lo que dije.
Entre tazas de café, tan hondas como las historias que me cuenta la gente, van saliendo poco a poco las crónicas que ustedes escuchan cada día.

Me han dicho, que a veces mis ojos se quedan pegados al de mi interlocutor, que la mirada se me extravía y que contesto brevemente. El que me platica las historias siempre se queda insatisfecho, pero no sabe que sus palabras las tasajeo. Desde que me dijeron que me quedo como bobo después de escuchar la historia, me doy cuenta que nunca he tenido tiempo de explicarle a esas personas, que una de sus palabras puede ser motivo para mí de un juicio entero. El interlocutor no se imagina lo que me puede provocar: si el amor o el desprecio. Y casi siempre, mi interlocutor se va a su casa con la idea de que no le entendí.

Después de alguna llamada telefónica, tengo que volver a leer el texto para saber lo que estaba tecleando, porque la verdad, cinco minutos después de lo escrito ya no me acuerdo, en serio; de atarme a algo siento que no avanzaría. Y en todo ello van recuerdos, deseos y protestas.

En las noches le robo al sueño unas horas para leer. Afortunadamente mi esposa me ayuda a leer algunos libros o revistas y después me los resume. También hay madrugadas en que le pido que me revise los textos o que me sugiera cómo tratar algún tema, como si de tarea se tratara. Yo creo que si no fuera por ella, no hubiera podido llegar a los 31 años de talacha diaria, aunque tenemos de casados 19 años.
Creo que me quedan años para seguir escribiendo todos los días, aunque algunos se irriten, pero también sé que hay sus contrarios.

A todos los lectores, quiero agradecerles el tiempo que le han dedicado a mis espacios.

Twitter:@horaciocorro
horaciocorro@yahoo.com.mx

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