Chile: de la incertidumbre a la epopeya

Santiago.- El mayor rescate minero de la historia comenzó en el Desierto de Atacama, en Chile, a las 14:15 horas locales del 5 de agosto pasado, cuando cientos de toneladas de rocas dejaron atrapados a 33 trabajadores a 700 metros de profundidad.

Esta epopeya, de ribetes históricos, comenzó a cerrarse esta noche cuando emergió a la superficie el minero Florencio Ávalos, el primero de los atrapados que logró abrazar a su familia y tener el honor de ser recibido por el propio presidente Sebastián Piñera.

La historia, que servirá de inspiración a varios libros, películas y documentales, ha mantenido en vilo a millones de personas, quienes en un primer momento especularon sobre el destino de los trabajadores y luego celebraron que estuvieran con vida.

Horas después del derrumbe, en el lugar más seco del mundo, sólo reinaba el pesimismo entre quienes llegaban a la mina de oro y cobre San José a conocer la suerte de los 32 chilenos y un boliviano que estaban al fondo de la mina al momento del derrumbe.

La incertidumbre se acrecentó porque la empresa sólo informó en forma oficial del accidente a las autoridades cinco horas después de ocurrido, y las primeras maniobras de rescate tardaron en activarse otras dos horas.

En sus primeras declaraciones, el ministro de Minería, Laurence Golborne, reconocía que era “muy difícil” que los mineros estuvieran vivos por la magnitud del desastre, la falta de vías de evacuación y la inestabilidad del cerro.

Con su voz quebrada, Golborne reconocía ante los familiares y la prensa que la llamada “chimenea” de la mina, la vía de rescate que se veía más lógica y directa para el rescate, había sido sepultada por un derrumbe.

“No hay alternativas de corto plazo, las posibilidades de supervivencia son bajas”, afirmaba el secretario de Estado en tono lacónico, lo cual generó la molestia de padres, esposas e hijos de los mineros.

Pese a los malos augurios, los familiares de “Los 33 de Atacama” se mantuvieron firmes, armaron el Campamento Esperanza en las afueras del yacimiento, distante 830 kilómetros al norte de Santiago, y exigieron al gobierno chileno un plan de rescate inmediato.

El patriotismo se apoderó del lugar muy pronto y 32 banderas de este país y una de Bolivia, en honor al minero atrapado Carlos Mamani, fueron colocadas en un cerro en honor a los trabajadores y como señal de que la esperanza es lo último que se pierde.

Ante la imposibilidad de llegar a los mineros por la rampa de acceso, la cual se encontraba bloqueada por miles de toneladas de rocas inestables, el gobierno optó por enviar sondas en busca de un refugio, un taller y una galería.

Pero sólo fue el 22 de agosto pasado cuando una de las perforadoras llegó a un vacío y, al momento de retirar los tubos y el cabezal, los rescatistas se encontraron con el emotivo y ya histórico mensaje “Estamos bien en el refugio los 33”.
Ese texto, escrito en una hoja de cuaderno con un plumón rojo, otorgó un renovado impulso a la Operación San Lorenzo, un esfuerzo que ha significado un costo superior a los 10 millones de dólares que deberá ser asumido por los dueños del yacimiento.

A través de ese verdadero cordón umbilical los mineros fueron hidratados, alimentados e informados de las novedades sobre su rescate, en tanto ellos daban a conocer sus necesidades y la urgencia de ser rescatados a la brevedad.

Los familiares, rescatistas y mineros pasaron de la incertidumbre a la euforia, la cual quedó plasmada en el “ó Viva Chile mierda!” que lanzó el presidente Sebastián Piñera con el mensaje en su mano al dar a conocer la buena nueva al país.

Tras tomar contacto con los mineros, los rescatistas comenzaron a construir un pozo de 66 centímetros de diámetro con la ya popular perforadora T-130, la cual se convirtió en una verdadera estrella del rescate porque el sábado concluyó el ducto de rescate.

Esta historia, que dio la vuelta al mundo en estos 69 días y que concentra la atención de la prensa internacional, comenzó este martes a vivir sus escenas finales, cuando Florencio Ávalos fue el primer minero en llegar a la superficie en la cápsula Fénix 2.

Además de Golborne, el presidente Piñera asumió un rol protagónico y se comprometió personalmente con los familiares a “hacer lo humanamente posible por sacarlos, que Dios nos ayude”.

El ministro, responsable gubernamental de la operación de rescate, emergió de la crisis, con sus lágrimas y emociones, su simpatía personal y capacidad organizativa, como una de las más poderosas figuras políticas del momento.

Del último lugar de popularidad y conocimiento público en marzo pasado, Golborne saltó a uno de los primeros puestos hace unas semanas en un sondeo realizado por una encuestadora.

Pero hacia el futuro vienen nuevos desafíos, tales como la seguridad, fiscalización y capacitación en las pequeñas y medianas faenas mineras y la protección de los trabajadores y sus derechos sociales y económicos.

josé

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