La ocupación de la Rectoría incubada en la UACM


Por José Luis Camacho López, especial paraoaxacaentrelineas. Mientras el rector José Narro Robles cosecha doctorados Honoris Causa, el último se le otorgó en la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEM), en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM), ahora encabezada por el filósofo argentino Enrique Dussel, le incubaron un conflicto que intenta replicar el movimiento fundamentalista por el que cayó la ex rectora Esther Orozco.
Es el cuarto día. De plantón varió a franca ocupación tipo nazi de la Torre de la Rectoría de la UNAM en Ciudad Universitaria. El pequeño grupo de jóvenes con capuchas negras, entre ellos visibles activistas de la UACM, fueron ya identificados por la rectoría de Narro Robles. Uno de ellos es Uriel Sandoval, estudiante de la UACM, quien perdió un ojo durante los violentos incidentes del primero de diciembre de 2012 durante la toma de posesión del presidente Enrique Peña Nieto.
La UACM estuvo paralizada durante más de tres meses. Triunfó el grupo fundamentalista que la impugnó inicialmente por supuestamente carecer de los méritos académicos que se atribuía. La degradación de la persona de la rectora Orozco escaló hasta el extremo de la vejación y el ataque personal. Es obligada a renunciar en febrero pasado tras la designación de Dussel, después de que el jefe de Gobierno, Miguel Mancera, físicamente la soltó a la arena de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal dominada por los asambleístas del PRD que exigían sacrificarla con todo y autonomía.
Los opositores más virulentos contra Orozco los encabezaba Eduardo Santillán Pérez junto con Angelina Hernández y Yuriri Ayala de la fracción perredista en la Asamblea. Son cada vez más fuertes las sospechas de que el titiritero de los encapuchados tiene su curul en la Asamblea Legislativa.
Hoy Mancera le da su apoyo al rector Narro Robles. El conflicto de la ocupación de la Torre de la Rectoría de la UNAM empieza a visibilizarse. El tercer día de ocupación, los jóvenes encapuchados salían y entraban de la Torre, ofrecían entrevistas e intercambiaban discursos con estudiantes opuestos a la ocupación; en el cuarto día, cambiaron el discurso y colocaron una barricada a la entrada del edificio central con sillones, sillas y percheros. Se encerraron teóricamente a piedra y lodo. Uno, vigilante, disfrazado de negro a manera de los ninjas, simula leer un periódico, en las puertas.
Pasado el mediodía, las críticas y las burlas de estudiantes que llegan hasta la Torre de la Rectoría aumentan. Unos se sientan en las sillas que sirven de barricada, otros hacen breves comentarios de acre censura. Un estudiante de Filosofía y Letras pone en duda su discurso de pacifista; los invasores de la Torre develan sus inclinaciones al fascismo, estima el joven estudiante que los observa.

¿Son jóvenes fascistas?
El estudiante de filosofía identifica más cercanos al fascismo que a un movimiento de izquierda. Primero es plantón y después ocupación. Este mediodía su discurso fue la barricada. Los encapuchados perdieron su inicial expresión a veces lúdica, retadora y provocativa a una de franco hermetismo. Más que a la solidaridad, los encapuchados llaman más a la ira. Una alumna de plano los confrontó a mostrar públicamente sus trayectorias académicas. Ninguno de los ocupantes de la rectoría aceptó el reto.
Las versiones corren rápidamente en CU. La más socorrida es que son instrumentos manejados por elementos ajenos a la UNAM que buscan tirar al rector Narro Robles.
Esta tarde se conoció un veredicto demoledor para los jóvenes encapuchados. El Tribunal Universitario resolvió la expulsión definitiva de los cinco alumnos, la suspensión de sus derechos en otros dos casos; la suspensión de seis meses de un alumno, la suspensión por tres meses en otro, amonestación en el caso de dos de los estudiantes y solamente quedaron cuatro alumnos sin sancionar.
Los cargos esgrimidos para la expulsión de cinco alumnos fueron por haberse enfrentado violentamente a trabajadores en febrero pasado en el Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH) de Naucalpan y por el intento de incendiar la dirección del plantel con el lanzamiento de petardos, acto criminal en el que resultó lesionada una alumna de la escuela.
Las horas empezaron a ser contadas para los ocupantes de la Torre. El Comisionado de Seguridad Pública Federal, Manuel Mondragón y Kalb, ofrece desalojarlos de la rectoría. No sería la primera vez que la policía ingresara al espacio universitario. Ocurrió en 1976 durante la rectoría de Guillermo Soberón cuando toda la Ciudad Universitaria estaba paralizada. Hasta el periódico La Jornada que mostraba cierta simpatía con los ocupantes le dio la vuelta a su discurso y se ha volcado en apoyo de Narro al publicar íntegras sus palabras.
El asunto de la desocupación es tema de horas después de confirmarse la expulsión de los cinco alumnos y la identificación de los estudiantes que son ajenos al campus de la UNAM. Narro no tiene otro recurso más que el de aplicar la Ley.
El argumento de la supuesta “defensa de la educación pública” que esgrimen los ocupantes de la Torre no ha prosperad en la mayoría de comunidad estudiantil de CU. Cada vez, los encapuchados se ven más solitarios. Hay quien se los grita. “Están cada vez más solos”.
Cuando el rector Narro recibió el Doctorado Honoris Causa, por parte de la Universidad Autónoma del Estado de México, y hablaba de su compromiso fundamental con la historia y con las próximas generaciones no anticipaba ni estaba al tanto de que la UNAM sería victimada por un extraño ataque urdido desde los bastiones fundamentalistas que gobiernan la Universidad Autónoma de la Ciudad de México.

Miguel Ángel

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