Los nuevos gesticuladores

 

Por José Luis Camacho L. Especial para oaxacaentrelineas. Del petróleo todos los partidos políticos se sienten dueños, propietarios al infinitum, menos los que menos tienen, los más agraviados por las desigualdades económicas y sociales de una sociedad que en general ignora los vericuetos en los que cada partido navega y explota para su consumo partidario, de los veneros del diablo, como los llamó en 1921 el poeta Ramón López Velarde en La Suave Patria, en un alarde de nacionalismo romántico y de reproche cuando el petróleo se encontraba aún en manos de las compañías petroleras extranjeras que ensuciaban y agraviaban al país.

Estos días asistimos a un nuevo derroche de adjetivos y calificativos en una disputa por la titularidad del petróleo, con un actor central ya extinto, el general Lázaro Cárdenas. Cada partido político tiene su propia interpretación histórica y su propia verdad. Cada cual se siente heredero de la expropiación petrolera, hasta el Partido Acción Nacional que nació en septiembre de 1939, enfrentado al gobierno cardenista. El general Lázaro Cárdenas ya no está en posición de manifestar ni expresar su posición frente a la reforma energética postergada desde 1994, año en que entró en vigor un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá, que según los aplaudidores mediáticos del momento, muy similares a los de ahora, sería la panacea para sacar al país de la prolongada inercia y atonía de una economía mexicana agotada por la corrupción, cuando ya el régimen político de la Revolución Mexicana lo habían convertido en un cadáver para dar paso a los gobiernos neoliberales, a gusto del Consenso de Washington que decretó el fin de los Estados rectores de la economía y preconizó del libre mercado. Lázaro Cárdenas ya no está para dar su opinión.

Lo que se ha dicho en su nombre y se dirá son interpretaciones a modo, cada cual con su particular interés político. No faltan en esta discusión los exabruptos mesiánicos. El debate sobre la nueva reforma energética servirá nuevamente para dos cosas: para atender las nuevas circunstancias y presiones políticas de quienes dirigen la economía mundial que reclaman que México abra de par en par las puertas a la inversión privada nacional y extranjera- que en los hechos se ha dado desde 1938- y para que el Monumento a la Revolución sea el altar para los golpes de ira de los grandes perdedores políticos que se han sentido propietarios divinos de la suerte del país. Con un país doblado por la miseria y el desempleo -ahondadas durante los desgraciados gobiernos de Acción Nacional en la Presidencia de la República- y la incertidumbre en el que habitan millones de jóvenes estudien o no, el futuro nacional es tan insondable como el color del petróleo. Es hora de exigir un basta de demagogias de quienes ven en la reforma energética la vara mágica para resolver los grandes problemas del país y o la oportunidad de un ofensivo lucro vanidoso para quienes se sienten alumbrados y dueños del destino de lo que llaman eufemísticamente “el pueblo de México”.

Es hora de exigir mesura, honestidad y respuestas reales a los bandos políticos que se disputan la reforma energética para conservar y engordar más sus caros y engorrosos modus vivendis de sus líderes, porque no es la suerte de los energéticos sobre los que se perdió la soberanía desde hace años lo que está en juego, lo que realmente se encuentra en el centro de esta riña política, es la vida futura del país y en ella el porvenir y la vida de millones de jóvenes que no encuentran cabida social y productiva en nuestra sociedad, así logren ingresar al sistema de educación superior, en esta maltrecha nación. Para concluir, me asalta una pregunta: ¿En que se parecen los Hermanos Musulmanes a la CNTE?

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