Pájaros alambreados / El presidente de los 40 mil muertos

Por Libre Pensador

En el Castillo de las lamentaciones y de los agravios, el Alcázar donde paseaban los amorosos Maximiliano y Carlota, cerca de la alcoba donde dormía Porfirio Díaz con la joven Carmen Romero Rubio y que cerró Lázaro Cárdenas como residencia presidencial y Carlos Salinas aprovechó para la firma el 16 de enero de 1992 de los acuerdos de paz de El Salvador con el fin de finiquitar a una de las tantas guerras fratricidas en Centroamérica, un hombre sencillo de campo dedicado a la construcción de casas con sus “propias manos” y que perdió en la guerra contra el narcotráfico a su hermano y su amigo le dijo en su cara al presidente Felipe Calderón:
“Es tiempo de que usted mande un mensaje al mundo de que la violencia no termina nunca con la violencia, y así no sea recordado como el Presidente de los 40 mil muertos y nosotros como una nación de salvajes y cobardes”.
Ese hombre de campo, con una voz que ocupó todo el Alcázar era Julián Le Barón, arrastrando desde Chihuahua dos víctimas de la guerra iniciada en el 2007 por un presidente que no ha logrado que su acción bélica corresponda y la justifique como una razón de Estado.
El martes 7 de julio de 2009, Benjamín Le Baron y su cuñado Luis Witman fueron asesinados después de haber sido secuestrados en el municipio de Galeana por 20 hombres vestidos con uniformes militares. En su casa fue dejada una granada sin activar como señal de la amenaza de muerte.

Funeral de Benjamín Le Barón, líder mormón en el municipio de Galeana, Chihuahua.

Benjamín había decidido encabezar un movimiento de protesta contra la violencia, la extorsión y el secuestro de que eran víctimas los habitantes del municipio de Galeana. Tras el ominoso y cruel asesinato de Benjamín y Luis, Julián levantó la bandera de paz de su hermano y decidió continuar la lucha por restaurar la tranquilidad social en ese municipio de Chihuahua, entonces gobernado por el priista José Reyes Baeza y ahora gobernado por otro priista César Duarte, una vergüenza para priistas que dicen haber dejado atrás su ominoso de políticos bárbaros y arcaicos. Duarte es un modelo ejemplar del priista tonto.
Benjamín y Luis, dos hombres jóvenes asesinados vilmente. Julián llevó sus cuerpos masacrados hasta el Castillo de Chapultepec, frente a un mandatario que inevitablemente pasará a la historia como el “presidente de los 40 mil muertos”; como están ya en la historia Santa Anna por descuartizar al país en 1847 o Porfirio Díaz por “matarlos en caliente”, como pasaron a la historia Carranza por matar a Zapata; Obregón por asesinar a Carranza y a Villa; o Adolfo López Mateos por ordenar el crimen del líder agrario Rubén Jaramillo y el de toda su familia o Gustavo Díaz Ordaz por la masacre de Tlaltelolco; o Zedillo por las matanzas de Aguas Blancas y de Acteal. Son los presidentes de la muerte. “Viva la muerte”, decían los falangistas al asesinar a los republicanos en España en 1936.
Andrés Henestrosa

Andrés Henestrosa, ese ilustrado oaxaqueño recordaba una anécdota contada por otro oaxaqueño José Vasconcelos, prócer de la educación en México, del que fuera presidente interino Eulalio Rodríguez, del 6 de noviembre de 1914 al 16 de enero de 1915, cuando viajaban en tren hacia Mazatlán. “A que ustedes no se han fijado en una cosa”, les dijo Rodríguez.
“En qué, señor Presidente, inquirieron a coro sus acompañantes”.
“En que el paisaje mexicano huele a sangre”, les dijo Eulalio Rodríguez. Por esas fechas el país apenas salía de una Revolución que le había costado al país cientos de miles de muertos por el golpe de Estado de Victoriano Huerta.
Hoy a cerca de un siglo de las palabras del entonces presidente electo por la Convención de Aguascalientes convocada para pacificar al país, la nación sigue oliendo a sangre; olía a sangre el Castillo de Chapultepec esa mañana del jueves 23 de junio de 2011. Lloraban y se estrujaban los rostros de las víctimas y se descomponían los rostros de algunos funcionarios, no todos porque la señora Marisela Morales ni se le corrió el maquillaje, no tenía ni arrugas, y a Genaro García Luna jamás se le estremeció un nervio de su imperturbable rostro.
Marisela Morales Ibañez, procuradora General de la República

Sólo dos rostros se descomponían con la narrativa de las tragedias, de la señora Margarita Zavala afectada por el dolor de la madre que perdió cuatro de sus hijos y de Roberto Gil Zuarth, el secretario particular de Calderón. No tenían para donde hacerse, tenían que escuchar un dolor que recorrió el país durante la marcha por la paz, la justicia y la dignidad que encabezaron Javier Sicilia y Julián Le Barón.
En Chihuahua, durante la marcha por la paz, la justicia y la dignidad, Julián hizo un Yo acuso que alcanzó a panistas, priistas, gobernadores, presidentes municipales, a él mismo, a todos los que dejaron sola a la señora Marisela Escobedo Ortiz, asesinada el jueves 16 de diciembre de 2010 en las mismas puertas del palacio de gobierno de Chihuahua – a los pies del gobernador Duarte- por exigir la detención del asesino de su hija Rubí Marisol.
Veladoras colocadas a las puertas del Palacio de Gobierno de Chihuahua, por el asesinato de Marisela Escobedo Ortiz, cometido en ese lugar el 16 de diciembre del año 2010

Julián y el poeta Javier Sicilia encabezaron la marcha del ocho de mayo en la ciudad de México y después otra marcha por la paz, la justicia y la dignidad entre Cuernavaca y Ciudad Juárez. Largo tramo del dolor hasta llegar a Juárez, la tierra desconocida, un solar convertido en la fosa común de un estado incapaz de garantizar una de sus principales obligaciones, la tranquilidad pública de sus súbditos o gobernados.
El jueves 23 de junio, ambos, uno sacado de la piedad y amor que dan las letras de la poesía y otro que construía casas con sus propias manos, salieron obligados por la sangre derramada junto con otras víctimas de la guerra mexicana contra el narcotráfico.
No había forma de escape en el Castillo para eludir las tragedias de una guerra a la que le faltó avizorar las terribles consecuencias que hoy vive la nación. Ahí estaban sentados en el Alcázar frente a Calderón, además de su esposa Margarita Zavala, y la procuradora Marisela Morales, y el secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna; el secretario de Educación Pública, Alonso Lujambio; el secretario de Desarrollo Social, Jesús Heriberto Félix Guerra, enmudecidos ambos, frente a un Julián que les exigió cambiar la estrategia militar y policial porque no ha funcionado ni funcionará porque ya es tarde para recomponerla y sobre todo porque su mando no está en el país, está con la señora Hilary Clinton que en la Conferencia Internacional de Seguridad para Centroamérica efectuada en Guatemala, presentó sus mejores pupilos México y Colombia para su estrategia común contra el narcotráfico donde Washington pone las armas y países como el nuestro y el gobernado por Juan Manuel Santos ponen los miles muertos, por montón, y que nos valga el sarcasmo.
Hilary Clinton

Sí fue el poeta el que le ganó a un presidente o si fue un presidente el que convenció al poeta de la justeza de su guerra, eso es parte de la trifulca viscosa de los medios, donde Pablo Hiriart, el vocero periodístico de Salinas, o Ciro Gómez Leyva, otro de los voceros semioficiales de Calderón, o Carmen Lira encerrada entre los fuegos de Marcelo Ebrard y Andrés Manuel López Obrador, o Ricardo Alemán en el diario de Martita libran sus propias contiendas de ácidas discordias desde el Uno más uno. La misma historia es la de Carlos Marín contra Proceso. Todos ellos se creen dioses de la palabra, inquisidores selectos de Torquemada, damas impolutas, dueños de la opinión pública.
Periodista Ciro Gómez Leyva

El caso, el hecho periodístico, con todos sus rasgos de teatralidad griega, es que Sicilia expuso a un mandatario la realidad de la sangre regada por todo el país, lo puso a respirarla, de la cual, a pesar de que en el colmo de la exacerbación, Calderón llegó a sentirse orgulloso en los momentos más oscuros de su personalidad dual, el de un católico que reza pero infringe uno de los diez mandamientos y el que se coloca un escapulario y acepta el rosario que la da el poeta cristiano que le manda una de las víctimas de la guerra.
Con todos los defectos de un diálogo que llegó a ser de sordos, Sicilia logró bajar a un presidente y a sus funcionarios a la escala humana, despojarlo de su pedestal de semidioses, confrontarlo con la realidad de los que andan a pie, sin custodios, los que han perdido hijos, padres, esposos en los frentes de la guerra contra el narcotráfico, donde víctimas y victimarios son resultado de un modelo económico incapaz de reducir la insondable brecha entre ricos y pobres.
Los que esperaban convertir en un linchamiento de Calderón, llevarlo a la hoguera de la inquisición, fallaron, eternos amantes de la discordia, también los oficialistas y los oportunistas como los de Argos que se cuelgan de cualquier lucha social para lucrar con su protagonismo. Es cierto que por primera vez el ocupante de los Pinos mostró un titubeante rostro humano. El “espurio” fue vencido por el llanto de una madre que perdió a cuatro sus hijos, un constructor de casas que perdió a su hermano y a un amigo; un indígena que defiende los bosques de Cherán, una activista que le hace un recuento de los daños en Ciudad Juárez, una madre que no encuentra a un policía federal que era su hijo. El Castillo se vistió de llanto y de miles de nombres muertos o desaparecidos en la guerra de Calderón, el presidente que ineludible mente pasará a la historia como el presidente de “los 40 mil muertos”. Difícil cambiar el veredicto popular.
Periodista Pablo Hiriart

Porque lo cierto es que con todo y lo injusto que puede ser para Calderón que pasará a la historia como el presidente de “los 40 mil muertos”, esa será la verdad histórica aunque a Pablo, Ciro, Carlos y Ricardo les duela en sus corazoncitos, en su rampante nuevo oficialismo en la prensa, y alegre a los siempre higaditos del periódico que se edita en el edificio que ocuparon las ediciones de Lagrimas y Risas, y que las malas lenguas dicen que lo tienen porque fue una de las tantas ocurrencias de Marthita Sahagún como la de comprar a través de un prestanombres la esquina de la “información”, donde amenazan sacar a ese liderazo del 68 que se fue a España, Marcelino Perelló, por sus perogrulladas. ¿Será y da para tanto la defensa de la libertad de expresión?

Presidente de México, José López Portillo

Sicilia le pidió a Calderón una disculpa por los 40 mil muertos. ¿Será suficiente? José López Portillo pidió perdón y lloró en su último informe por los pobres que no pudo redimir después de dilapidar los recursos del petróleo que los mexicanos llegamos a suponer que nos sacarían a todos de la crónica pobreza en la que vivimos y que el Peje lo usa como banderín de su superarchinovedosa campaña de “primero los pobres…”
No habrá disculpa ni perdón de Calderón por más que lloren las víctimas de la guerra, porque Calderón está entrampado en su catolicismo falangista y el cuarto de mando de Washington que lo tomó como su pupilo en turno, por su debilidad y cuestionada legitimidad electoral- que si no es cierto lo ha demostrado como tal- para una jugada de tres bandas: por un lado Washington usa la guerra mexicana contra el narcotráfico para debilitar e intervenir más al Estado mexicano, exhibirlo con todas sus miserias; la segunda banda, para usarlo como experimento bélico para una nueva etapa de la doctrina Monroe y en la tercera banda, para dominar la elección presidencial como lo hizo en 1988, en 1994 y 2000.

No hay que buscarle más lecturas o más ruido al chicharrón al llanto del Alcázar del Castillo ni a buscar disculpas porque no las habrá para las víctimas de todos los frentes de guerra, por más que sus apologistas o críticos en choque de uno y otro lado- los que sí y los que no- se desgarren las medias y se les corra el maquillaje en las redacciones de los periódicos, las cabinas de radio y de televisión, ni tampoco fue un verdadero diálogo entre víctimas y gobernantes porque nuestro país está inmerso en una guerra de mediana intensidad, un modelito al que se ha prestado el gobierno de Felipe Calderón, que se habrá de imponer por una nueva versión de la Doctrina Monroe en Latinoamérica, mientras el narcotráfico sea el gran negocio para los financieros que dominan los flujos de lavado de dinero en Washington y en Europa. Todos le echan la culpa a Calderón, pero lo cierto es que en este barco que navega en las turbulentas y negras aguas de la incertidumbre, vamos todos y no hay salida del túnel, no se ve ni el 2012, así que no echen a vuelo las campanas porque no hay nada que celebrar. Sí, hace falta diálogo, pero un diálogo cotidiano, no de mode, un diálogo que le abra al país una ventana con futuro.
Y mientras eso continúe, seguirán matando periodistas y nosotros seguiremos preguntando por qué, ¿por corrupción, por colusión, porque no se alinean? Porque sus medios son lavanderías… Porque ahora si van a decir la verdad… ¿Por qué…?
Hay demasiados porqués en este país.

Miguel Ángel

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