Por Horacio Corro Espinosa
Para el 7 de marzo de 2017
A muy pocos les interesó el aniversario 88 del Revolucionario Institucional. Muy pocos se sintieron identificados con el 4 de marzo, fecha importante para este partido político.
El desinterés del pueblo viene por el descontento que sienten hacia este grupo de políticos que no han sabido responder al sentir de la gente.
Se supone que el PRI es el camino más importante para que la gente común acceda a los beneficios que éste partido pueda ofrecer, ya que el presidente de la República, Enrique Peña Nieto, procede de esta institución.
Pero como la ciudadanía poco o casi nada recibe, no ve ninguna importancia afiliarse o seguir al PRI, ni mucho menos interesarse en su aniversario.
La gente ve a una institución cerrada, muy difícil de entrar, y los pocos que logran penetrarlo tienen que permanecer ahí mucho tiempo para que un día le digan: te toca tener tal cargo. Esto surge de acuerdo a sus relaciones políticas, desde luego.
Hay mucha gente que desconoce qué es el PRI, pero sabe que se asoma cada que se acercan las elecciones. Tampoco sabe qué significan las tres letras del PRI. Sabe, eso sí, que es un partido con muchos problemas de corrupción, que no olvida a Colosio, tampoco a Ruiz Massieu.
Es probable que el PRI haya celebrado sus 88 años de escaza credibilidad. Los políticos de profesión de este partido fueron desplazados por una clase política que se adueñó de los puestos administrativos más jugosos, en particular de aquellos donde se manejan los recursos materiales y financieros.
En la mayoría de las entidades federativas priístas, como es el caso de Oaxaca, hizo irrupción una nueva clase política: los “Yupis”, como los bautizó mi amiga periodista María de los Ángeles Nivón. Éstos son ahora el centro de las decisiones políticas importantes que dan paso a los políticos empresarios.
Ellos son los que marcan ahora la línea, una línea de líneas, rayoneada, nada pareja porque cada quien jala para donde quiere.
Estos administradores no son políticos ni intelectuales pero son priístas. Lo cierto es que estos “Yupis” son afanosos por el mundo del espectáculo, de los negocios, y la mayoría de ellos fueron sacados de las universidades privadas.
En 88 años, el PRI sigue siendo el mismo: no ha cambiado sus prácticas de cederle el poder político a sus cuates. La designación de los candidatos priístas a diputados o a alcaldes o a gobernadores o a senadores no tiene ninguna garantía frente a sus electores. Es por eso que se dice que las candidaturas se obtienen en una venta nocturna.
El PRI tampoco ha perdido la costumbre de pertenecer a la cultura de la idolatría al hombre, sea quien sea esta persona; a la vida light, al tráfico de influencias y a los intereses de grupo.
Ellos son los que en toda administración priísta se ubican como titulares de las oficinas más importantes, y lo que nunca falta: están al frente de los recursos financieros o materiales. Su influencia y su dominio es tal, que en sus áreas nada se mueve si ellos no lo ordenan.
Son parte de la cultura exquisita que supo brincar a las generaciones de la experiencia para luego asaltar las administraciones estatales del país.
En eso se resumen los 88 años de este partido político.
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