Como todos sabemos, hoy es el Día internacional de la mujer. Durante esta semana, la mujer ha estado en la categoría de tema. Se han hecho mesas redondas, conferencia, programas de radio, de televisión y demás, para hablar de la mujer. Son pues, todo un tema. Eso significa que los organizadores de tales eventos las pusieron a discusión, y peor aún, en entredicho.
Durante estos días, se les ha metido al laboratorio de la reflexión social para que mañana, la sociedad decida qué son exactamente y en qué estado se les encuentra. Es más, se le señalará los caminos que deben seguir para beneficio de la comunidad.
Hace años, la mujer era todo un misterio. Provocaba terror, adoración o aversión, pero al final de cuentas, se les veía como a animales bellos. Hoy, se les sigue viendo igual, como animales, pero de uso y desecho a consecuencia de la televisión. Este día, por los increíbles medios de comunicación, a la mujer se le ha elevado a la categoría de tema. De todas maneras es lo mismo, sólo que ahora se le pasa la lupa de la antropología, de la sicología, de la sociología y de las matemáticas, pues entre más volumen por delante y por detrás, más valor, dicen.
Y hoy, precisamente hoy, los hombres y las mujeres más inteligentes, o que se creen, al menos, ponen a la mujer en el pedestal de la moda. En toda actividad donde se les nombre, la pondrán como inciso, capítulo, ponencia, o mesa de análisis; aunque a muchas otras, se les pone en la mesa que más aplauda. Esté donde esté la mujer es lo mismo. Ella espera saber qué se dice de ella, cómo se le define y dónde se le va a colocar ahora.
Este es el verdadero problema de la mujer. Esperar. Mientras la mitad de la huma-nidad piensa y actúa, la otra mitad espera y obedece.
Curiosamente, la mujer se ha dedicado de manera casi exclusiva a ser hembra, pero no le gusta que se lo digan. Lo que no entiendo es por qué hace una cosa, dice otra y termina creyendo lo que los demás le imponen.
En las redes sociales, la mujer se jacta de sus instintos, pero no se preocupa en ir más allá, en el proceso reflexión-voluntad-acción. Se refu¬gia en el mero acto compulsivo derivado casi siempre de desajustes hor¬monales. La mayoría de ellas siempre está demasiado ocupada con su cuerpo.
Muchas jóvenes de hoy, parece que sí están dispuestas a hacer de los dichos los hechos. Grita y escribe que va a romper el ciclo de su madre y de sus abuelas porque nada de eso le satisface. Es cierto que ellas ahora están mejor informadas y conocen otras formas de vida. Creen, también, que pertenecen a una generación puente para que las demás puedan pasar al otro lado. La mayoría dice no querer saber nada del matrimonio tradicional, pero le temen a la independencia. Si se casa o se junta, se promete oponerse al sometimiento de su marido. Estas mujeres casi siempre se casan sin convicción. Es lo mismo cuando buscan un empleo o estudian una carrera corta sin vocación.
Parece que siempre andan agitadas, en la búsqueda o en la espe¬ra de que algo o alguien las sacuda. No están donde quieren, pero no sabe a dónde ir. Su estado de áni¬mo es la inconformidad o la impaciencia.
La mujer depende mucho más de lo que ama, y el hombre está acostum¬brado a ordenar o a proteger, por encima del amor. Yo creo que hoy, más que el Día internacional de la mujer, se deben crear nuevas formas de relación entre los sexos.
Y esto vale tanto para la joven campesina como para la intelectual. No se trata de analizar diferencias sociales, sino existenciales y, sobre todo, generacionales.
Si la mujer dejara de funcionar como especie, como género, hoy, ellas no estarían en la calidad de tema. Cuando la mujer deje de definirse desde las generalidades o trivialidades como pechos, caderas, bocas, y lo hagan desde las singularidades, es decir, desde sus oficios, dejarán de ser tema de disputa para tomar la palabra en todas las mesas de discusión.
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