Por Horacio Corro Espinosa
Para el 15 de agosto de 2017
Una pregunta. ¿Cuántos de ustedes conocen el juego del beli? 1, 2, 3, 4, 5… Son muy pocas personas las que conocen este juego tan divertido, y han de ser menos las que lo jugaron en su niñez.
Quienes jugamos el beli, lo hacíamos frente a nuestra casa, en la calle, con nuestros vecinos. Se preparaba un trozo de madera a la que se le sacaban dos puntas por ambos extremos. Imagínense un lápiz, pero grueso, con picos en los lados. Ese era el beli. Para pegarle se usaba una tablita como de unos 40 centímetros de largo. Al golpearlo en uno de los extremos, éste se elevaba y era la oportunidad para enviarlo lo más lejos posible de la línea de tiro. Como mínimo se necesitaban dos jugadores.
Pero bueno, hoy no quiero hablarles del beli, sino de otra cosa. Les puse el ejemplo del beli porque es lo más parecido que se me viene la cabeza para platicarles lo siguiente.
Conozco más de una docena de personas que han sido robadas después de una ponchadura de llanta. Regularmente esto sucede en los topes. Casi al bajar de la cresta es donde suceden las ponchaduras. Ese lugar es donde los asaltantes colocan una especie de beli pero metálico y hueco, del grosor de un tornillo.
Cuando bajas del tope, al pisar el beli por uno de los extremos, este se entierra en la llanta, y por el orificio del mismo se escapa rápidamente el aire. Así que unos diez o veinte metros adelante te tienes que parar porque sientes que el ring ya raya el pavimento. Es el momento en que aprovechan los rateros para quitarte todo lo que llevas dentro del vehículo sin que tú te des cuenta de eso.
Los ladrones se acercan a ti con el fin de ayudarte, de echarte la mano para cambiar la llanta. En lo que te acercas a la cajuela para sacar el gato y llave de cruz, uno de ellos saca por la ventanilla todo lo que llevas: bolsas, teléfono celular, en fin.
El otro sujeto, el que supuestamente te iba a echar la mano, recibe una llamada telefónica y te dice que lo disculpes porque lo están requiriendo de urgencia.
Después de que cambiaste la llanta del vehículo y vuelves a subir al auto, te das cuenta que todo lo que llevabas en los asientos, en el piso, o la guantera, ya nada de eso existe. Después de lo que ves, te das cuenta que los tipejos que se acercaron para ayudarte en la talacha, no fue más que un truco para robarte.
Como es muy difícil para los rateros estar fabricando esos belis metálicos porque por ambos lados tienen filo, ahora están utilizando otro artefacto mucho más práctico: en el mismo lugar, en la bajada del tope, colocan unos tornillos de cabeza plana y de diámetro bastante grande, lo que le permite trabajar como hélice. Pero eso no es todo. Entre la rosca lleva surcos, lo que facilita la salida del aire.
El cuento es el mismo: metros adelante te tienes que parar porque una de las llantas se bajó. Los pelafustanes se te acercan para ayudarte cuando en realidad es para robarte.
La reacción de cualquier persona es salir inmediatamente de su vehículo para ver qué le sucede a la llanta. Cuando ven el estado del neumático, solo se concentran en los instrumentos que necesitarán para cambiarla, y descuidan los valores que cargan en el auto.
Mi recomendación es la siguiente, ya que a varias personas cercanas a mi les ha sucedido lo mismo. Sube los vidrios y permanece en el interior mientras llamas a un amigo, o a un familiar o al talachero. Cuando te sientas seguro sal de tu auto para hacer la chamba.
Si tienes confianza en la policía acude a ella, de lo contrario, te puede salir más caro el caldo que las albóndigas.
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