Miguel Ángel Schultz
Cada minuto que pasa sin seguridad personal, el virtual presidente electo de México, Andrés Manuel López Obrador, le jala los bigotes al tigre.
Esta acción no hace más que demostrar la visión mesiánica que tiene del mundo. Lo delicado de este hecho, es que podría terminar en una tragedia que volcaría al país en una guerra civil; debido a que es un personaje que logró iniciar la transformación política en México, dado los resultados alcanzados en los pasados comicios, es merecedor de estar en la historia de nuestro país, por el enorme respaldo popular con el que cuenta.
Andrés Manuel López Obrador nombró a uno de sus hijos Jesús Ernesto, en homenaje a Jesús de Nazaret y a Ernesto “Che” Guevara. La admiración por estos personajes nos habla de su vocación de mártir y revolucionario.
Como sabemos Jesús de Nazaret murió crucificado por la salvación del mundo y el “Che” Guevara murió ejecutado (Por órdenes del gobierno de los Estados Unidos a través de su Central de Inteligencia), en Bolivia, el 8 de octubre de 1967, en su intento de extender la rebelión a los países del Tercer Mundo. Luego de su aventura en África, cuando acudió a apoyar la lucha armada de la República del Congo, donde precisamente Patricio Lumumba su líder fue asesinado en 1961 por la CIA.
En México han ocurrido magnicidios que trascienden en la historia, pero no son los únicos, ya que tan sólo en este proceso electoral fueron asesinados 132 políticos, 26 de ellos en Oaxaca.
En el país se recuerda los crímenes del presidente Francisco I Madero y José María Pino Suárez, por órdenes de Victoriano Huerta, que dio un Golpe de Estado.
Posteriormente Álvaro Obregón mandó a matar a por lo menos 50 líderes revolucionarios, entre los que se cuentan Emiliano Zapata, Francisco Villa y Venustiano Carranza, entre otros más.
La leyenda en Oaxaca incorpora a los magnicidios a Benito Juárez García, que en el imaginario popular, se cuenta que murió envenenado el 18 de julio de 1872, por lo que no falleció de angina de pecho, como dice la historia.
Lo mismo se dice de su hijo Benito Juárez Maza, que siendo gobernador de Oaxaca, lo mandaron al Valle de las Calacas, el 12 de abril de 1912, según el mito popular. También envenenado.
Andrés Manuel López Obrador no se cansa de repetir que el pueblo manda y él obedece. Sin embargo, en el caso de su seguridad personal, no hace caso del clamor popular que le pide tenga seguridad.
El virtual presidente de México tiene gusto por la historia, por lo que sin duda debe estar enterado que a Fidel Castro, líder de la Revolución Cubana, le intentaron “dar chicharrón” (asesinar) en 638 ocasiones, que las libró gracias al eficiente aparato de seguridad con el que contó.
Luis Donaldo Colosio Murrieta, candidato a la Presidencia de la República en 1994, por el entonces poderoso Partido Revolucionario Institucional (PRI), fue ejecutado en Lomas Taurina de Tijuana, Baja California, el 23 de marzo de ese año, por un asesino solitario, según narra la historia oficial. Versión que pocos creen, porque este magnicidio por sus circunstancias parece más el resultado de un complot.
Comparto que siendo corresponsal del diario La Jornada, en una de sus giras que hizo a Oaxaca Luis Donaldo Colosio, ya como candidato y a pesar de tener a la vista una identificación de prensa, no me pude acercar ni a 10 metros del candidato, fui doblado con patadas en las espinillas para que no me acercara más. Así de férrea era la seguridad en torno al abanderado priista.
Por lo que su muerte no parece obra de la casualidad, como bien debe saberlo el propio Andrés Manuel, tendría que escuchar más voces que le piden que por la estabilidad del país, debe contar con seguridad.
Además hay intereses ajenos a México, como los reaccionarios de Venezuela, los anticastristas y de otros países que lo quieren ver muerto. Recordemos que en México asesinaron a uno de los líderes de la Revolución Rusa, León Trotsky, el 21 de agosto de 1940.
Por ello, por el bien de su propia familia, del pueblo de México ý de su proyecto de nación, el presidente electo debería dejar de jalarle los bigotes al tigre.
@MiguelASchulz