De eficaz represor a espía frustrado

Pascual Salanueva Camargo

Cancún, Quintana Roo

En busca de dinero y poder, o simplemente para dejar atrás un oscuro pasado, a menudo llegan a Cancún aventureros carentes de escrúpulos, como el caso del viejo conocido de los oaxaqueños, Manuel Vera Salinas, quien cobró negra fama por el acoso constante a que sometió a organizaciones civiles, luchadores sociales, pero principalmente a los miembros de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO).

En cualquier parte del país, la sola mención de su nombre seguramente hubiera bastado para denostarlo y cerrarle la puerta. Sin embargo, en lugar de eso, el gobierno estatal de Quintana Roo, en un principio, y el gobierno municipal posteriormente, no sólo lo acogieron en este lugar de eterno verano, sino que le dieron trabajo acorde a sus antecedentes y aptitudes.

Y dado que los gobiernos y militantes priístas se acogen entre sí, el primero en darle trabajo al defenestrado ex jefe policiaco de Oaxaca, fue el entonces presidente municipal de Benito Juárez (Cancún), Francisco Alor Quezada, quien el siete de diciembre de 2007, lo nombró director de Tránsito municipal, en donde se mantendría al frente hasta los últimos estertores de la administración priísta.

Así las cosas parecía que se quedaría sin trabajo y se vería obligado a retornar a Oaxaca o al mismísimo Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen), rescoldo de la temible Dirección Federal de Seguridad (DFS), donde aprendió todas las estratagemas para convertirse en un espía infalible. Sin embargo, el azar vino en su auxilio, pues no obstante que el nuevo presidente municipal de Benito Juárez, Gregorio Sánchez Martínez era perredista, lo designó director de la Academia de Policía, y con posterioridad, su asesor en materia de seguridad.

Si en algo se parecían ambos personajes era en poseer una ambición desmesurada, más allá de sus reales posibilidades.

Greg Sánchez no se conformaba con ser nada más el alcalde del municipio más importante y promisorio del país, sino que aspiraba a ser el futuro gobernador de la entidad. Sólo tenía dos altos y gruesos muros por derribar: el PRI y el gobierno federal. Es casi seguro que en este punto, el teniente de navío, le habló y lo convenció de sus amplios conocimientos en cuestiones de inteligencia y seguridad nacional.

Y no hablaba nada más por hablar. Había sido alumno destacado en el Cisen y eso le había valido que el gobierno federal lo enviara a estudiar diferentes cursos de inteligencia y contrainteligencia a Israel, así como a manipular los aparatos de espionaje más sofisticados.

Tanto las enseñanzas recibidas, como la eficacia de los aparatos israelitas habían sido probadas y comprobadas en el conflicto de la APPO y el gobernador Ulises Ruiz Ortiz. Prueba de ello es que se había impuesto la represión y los enemigos del recalcitrante gobernador habían sido puestos en la cárcel. Parte del mérito le correspondía a Vera Salinas, quien se desempeñaba como director de la Policía Estatal de Oaxaca.

Como se esperaba, Sánchez Martínez se impuso a los otros precandidatos del PRD y fue elegido como candidato del sol azteca para la gubernatura del estado. Para entonces, Manuel Vera ya estaba ocupando el departamento 401, del edificio Xcaret, de la Super Manzana 20. Pero no era un departamento alquilado para vivienda, sino que había sido convertido en un eficiente centro de espionaje al servicio del candidato perredista.

En virtud de que la policía de Cancún está bajo las órdenes del presidente municipal, a Vera Salinas no le resultó difícil elegir a los candidatos más idóneos para manejar los aparatos electrónicos traídos desde Israel y capaces de interceptar llamadas de teléfonos fijos y teléfonos móviles, así como costosas grabadoras y demás aparatos digitalizados para procesar instantáneamente las llamadas.

Además del personal especializado en el manejo de aparatos con tecnología de punta, que incluso monitoreaba lo que escribían y hablaban por teléfono los más connotados políticos, periodistas y empresarios del estado, y estaban pendientes de los noticieros por la radio y la televisión, otros tantos policías, entre ellos cinco mujeres, se encargaban de seguir a todas partes a determinadas personas para saber con quiénes se reunían y si estos eran amigos, rivales o amantes.

Pero el centro de espionaje fue descubierto y al hombre que lo había creado no le quedó más opción que aceptar estar trabajando para el ayuntamiento, aun cuando no especificó quien lo había contratado. El descubrimiento del nido de espías, resultó ser el presagio de lo que a continuación le sucedería al todavía presidente municipal, pues al poco tiempo fue detenido por elementos de la Procuraduría General de la República, acusado de diversos delitos federales y enviado a la cárcel de Tepic, donde está sujeto a un proceso penal.

A su vez, Vera Salinas continúa prófugo.

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