Seúl.- La palabra que mejor define el cierre de la cumbre del G20 en Seúl es “anticlimax”. Al final los roces no derivaron en enfrentamiento y el pánico se redujo a una simple “preocupación”. Sabor amargo para quienes esperaban resultados “revolucionarios”.
“La gente no debería creer que cada vez que los líderes se reúnen están haciendo alguna cosa revolucionaria”, explicó Barack Obama con inusual claridad. Para el presidente de Estados Unidos, hay momentos en que “la velocidad no es tan importante (…) a veces hay un progreso evolutivo”.
El encuentro de las 20 principales economías del mundo certificó así la transformación del foro, que pasó de ser un instrumento de gestión urgente de crisis a un órgano incipiente de gobernanza económica global.
Y es que los propios cambios en la situación así lo exigen. Cuando en noviembre de 2008 se celebró la primera cumbre del G20 en Washington, la crisis financiera global había estallado apenas dos meses antes con el colapso de Lehman Brothers.
El año siguiente obligó a los líderes del G20 a actuar como “bomberos” económicos ante la peor recesión en décadas.
Pero cuando la economía comenzó a recuperarse, los desafíos cambiaron: en su reunión anterior, celebrada en Toronto en junio, el G20 ya no tuvo que responder a emergencias y en su lugar se dedicó a planear reformas que impidieran un desastre como el de 2008.
“El G20 sirvió para afrontar la crisis económica y financiera inmediata. El reto ahora es gestionar el periodo post-crisis”, dijo el presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, en un documento publicado antes de Seúl.
La cumbre surcoreana acabó sin soluciones concretas a sus dos temas más espinosos, la llamada “guerra de divisas” y el enfrentamiento entre países con alto déficit comercial y los que acumulan superávits.
Sin embargo, en Seúl los líderes se comprometieron a implantar normas más estrictas para regular el capital bancario y los estándares de liquidez. También apoyaron una revisión del Fondo Monetario Internacional (FMI) para dar más poder -y más responsabilidades- a potencias emergentes como China, la India o Brasil.
La importancia de ambos logros no debe subestimarse.
Prevención de crisis
¿Qué sigue ahora? Para John Kirton, miembro del “think-tank” G20 Information Group, de la Universidad de Toronto, el G20 debe comenzar a funcionar como “un mecanismo de prevención de crisis”.
“Las crisis alentaron que el G20 se reuniera. Pero consagrar toda la energía política a la gestión de crisis tiene un costo”, explicó el experto.
También para David Shorr, de la ONG estadounidense Stanley, el grupo debe abrir sus horizontes y comenzar a tratar también asuntos políticos: “Los jefes de Estado y de gobierno tienen poderes totales, así que deberían sacar más provecho de sus reuniones”.
Pero esos proyectos parecen, al menos a corto plazo, demasiado ambiciosos.
El presidente francés y anfitrión de la próxima cumbre del G20 en Cannes, Nicolas Sarkozy, cree la prioridad inmediata del órgano es crear un nuevo sistema monetario que no esté dominado por el dólar estadounidense y que sea “realmente multilateral”.
Sarkozy también apuesta por una nueva forma de “capitalismo con consciencia”.
Pero incluso el ambicioso mandatario reconoce que para concretar esos planes hace falta tiempo: “Tenemos mucho entre manos. No se puede asumir todo en un año”. O en otras palabras: menos revolución, más evolución.