El grito de independencia se ha vuelto impronunciable: Javier Sicilia


Caravana día 7

San Cristóbal Cristóbal de las Casas, Chiapas, 15 de septiembre de 2011 (Cencos).- Lluvia y más lluvia desde que la Caravana Sur tocó San Cristóbal de las Casas, caminamos sobre la calle Insurgentes con las botas mojadas y los ánimos arriba. Resguardados de la lluvia en los arcos de Insurgentes, entre el bullicio y el ir y venir de la gente, se escuchaban las pláticas que sostenían las caravaneras y caravaneros sobre muchos sobre la paz, sobre el viaje, lo que está porvenir… esta noche del 15 de septiembre.

Después de un breve acto se avanzó hacia el Teatro de la Ciudad Hermanos Domínguez donde nos esperaban ya con café, pan, y una ofrenda de veladoras, flores y copal, cuyo aroma llenó todo el auditorio donde nos reunimos víctimas, las y los caravaneros, organizaciones locales, colectivos y personas, a compartir, como lo hemos venido haciendo, el abrazo, la historia individual y colectiva de los agravios, y sobre todo las reflexiones en torno a las políticas que han abonado al recrudecimiento de la violencia.

El mensaje; “hoy no podemos gritar, porque el territorio todo está fracturado, no podemos gritar porque cargamos a nuestros muertos borrados en la estadística y perdidos entre las bajas colaterales, porque ningún ciudadano puede sembrar su tierra sin temor de que lo despojen de ella, porque bajo este lodo se nos desprecia y se nos amenaza”.

Estas fueron las palabras de Javier Sicilia, voz de la tribu, compartidas por quienes escucharon; como reacción no hubo gritos, a cambio se dieron cinco minutos de silencio y en silencio sólo se escuchó el sollozo de un niño.

Los gritos de independencia son una mentira en las plazas vacías, para que éstas se llenen necesitamos al menos una señal de la que se podrá partir: el cumplimiento de los Acuerdos de San Andrés, una ley de seguridad humana y ciudadana, la recuperación de la memoria de nuestros muertos, fue la exigencia.

Escuchamos de nueva cuenta, pero en un nuevo lugar, las historias que acompañan a la caravana y también aquellas que se sumaron aquí, todas ellas llevan dolor, llevan la marca de la impunidad, llevan el agravio repetido, pero a pesar del dolor y de no tener motivos para gritar, nos sentíamos acompañados, quizá con el pensamiento de ser un puente o una escalera entre el México que somos y el que queremos ser.

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