Miguel Ángel Schultz Dávila
El viernes pasado de nueva cuenta se registró un secuestro masivo de centroamericanos, por lo menos 80, en la estación del ferrocarril Medias Aguas, que se encuentra en Veracruz.
Los migrantes partieron, por tren, a las nueve de la mañana de Ciudad Ixtepec, con destino Veracruz en su paso hacia los Estados Unidos, apoyados por el Albergue Hermanos en el Camino, que dirige Alejandro Solalinde Guerra y que se encuentra en Ciudad Ixtepec, Oaxaca.
Estos secuestros masivos habían dejado de cometerse, desde hacía por lo menos seis meses, luego que el sacerdote católico Alejandro Solalinde, desplegó una intensa campaña que lo llevó alcanzar notoriedad, no solo en el país, sino en el extranjero.
Al denunciar los peligros a los que se enfrentan los migrantes, que se han convertido en pasto de la delincuencia organizada y desorganizada, que están a merced de los tratantes de personas, que no solo violan a las mujeres, sino también las prostituyen, los secuestran y cobran jugosos rescates por ellos y ellas, pero además lo más grave, es que también los y las masacran y reclutan para sus ejércitos de sicarios.
Recordemos la masacre perpetrada en el municipio de San Fernando, Tamaulipas, en agosto del año pasado, donde fueron sacrificados 72 migrantes, de Brasil, Honduras, Ecuador y El Salvador, pero gracias al milagro de haber tres sobrevivientes, un hondureño, un salvadoreño y otro ecuatoriano, se pudo saber del horror que vivieron estas personas antes de morir, peor que reses.
Estos trabajadores, hombres y mujeres, niños, adultos y ancianos sólo buscan llegar a los Estados Unidos, para escapar del hambre que hay en sus países de origen, tal y como lo hace miles y miles de nuestros connacionales, que también huyen de la pobreza.
Por los sobrevivientes de esa carnicería que relataron cómo fueron ultimados los 58 hombres y 14 mujeres, una de ellas embarazada, que fueron muertos sin piedad alguna, con las manos amarradas y con la cara cubierta.
Esa matazón provocó se tuviera la seguridad de lo que está ocurriendo en el país, que son los secuestros masivos de personas y de su exterminio, particularmente de migrantes, lo que ha venido denunciando el sacerdote católico, Alejandro Solalinde, al que muy poco le hacen caso.
Sin embargo, hoy en día la voz de Solalinde llega más lejos, al sumar la suya a la del poeta Javier Sicilia, a la de Benjamín Le Barón y a la de muchos más que participaron en la Caravana Nacional por la Paz, que abrió las condiciones para establecer el diálogo con el presidente Felipe Calderón sobre la guerra que ha desatado en el país.
Es necesario recordar que este cura fue encarcelado hace cuatro años, en el 2007, en Ciudad Ixtepec, luego que dio refugio a cientos de migrantes que fueron apaleados un 24 de diciembre, por elementos de diversos cuerpos de seguridad, que estaban y están coludidos con los secuestradores de migrantes.
Lo metieron a prisión al denunciar las actividades ilícitas de los miembros de esos cuerpos de seguridad, que participan y forman parte de esa maquinaria horror que devora al país.
Alejandro Solalinde ha dicho que el Istmo de Tehuantepec, es la capital del secuestro en el país y hay que precisar que, el Istmo no sólo abarca Oaxaca sino también Veracruz y Chiapas, por más que se llame “de Tehuantepec”.
Asimismo es necesario recordar el papel lamentable que juegan los agentes del Instituto Nacional de Migración, así como los maquinistas, que conducen los trenes que viajan de Chiapas a Oaxaca y de aquí a Veracruz, que al parecer están coludidos con los delincuentes, que constituyen parte de estas redes de secuestradores.
Por desgracia en esta telaraña de complicidades también se encuentran funcionarios, que deben de ser investigados, para deslindar su responsabilidad en estos hechos ya que no basta con su renuncia al cargo, para librar su responsabilidad.
En abril del año pasado, el entonces delegado del Instituto Nacional de Migración en Oaxaca, Omar Heredia Marichi metió a la cárcel a una hondureña, Jeimy Celenia Moncada Mejía, a quien acusó falsamente de traficó de infantes, al ser detenida por la migra mexicana con cinco niños y que finalmente alcanzó su libertad al probar que eran sus hijos.
Los niños y su madre fueron separados por meses, ya que la hondureña incluso estuvo presa en el penal de Ixcotel, Oaxaca.
Pero no sólo eso hizo el entonces delegado de INM Omar Heredia Marichi, sino también pretendió implicar al sacerdote Alejandro Solalinde en el delito de tráfico de infantes, al llevarlo ante la hondureña detenida, cuando la tuvo en sus manos y le tomó una fotografía junto a ella, para inculparlo, según denuncio Solalinde.
Por la situación de escándalo internacional que se desató con la masacre de San Fernando, Tamaulipas, no sólo “renunciaron” a la comisionada nacional del INM, Cecilia Romero Castillo, sino también y de manera abrupta renunció, Omar Heredia Marichi, a la delegación de Migración en Oaxaca.
Sin embargo, a las pocas semanas de la dimisión reapareció Omar Heredia en la función pública, pero nada más y nada menos, que como secretario del municipio de Oaxaca de Juárez, cargo que le fue conferido por el presidente municipal Luis Ugartechea Begué, que por cierto, quizá por ironías del destino, proviene de una familia de migrantes vascos.
Por lo pronto hay que demandar a las autoridades federales y a las de Veracruz investiguen, aclaren, y den con el paradero de las personas secuestradas masivamente este pasado fin de semana.
También es necesario se despejen todas la dudas sobre el papel que jugó Omar Heredia, ahora secretario municipal en su paso por el Instituto Nacional de Migración en Oaxaca.