Por Roberto López Rosado*
“Como en los viejos tiempos”, el PRI realizó el sábado pasado un “acto de unidad” en torno a Enrique Peña Nieto. Sí, como en los tiempos de Luis Echeverría, de José López Portillo, Miguel de la Madrid y Carlos Salinas, los priístas “cerraron filas” en “un acto de unidad para continuar la transformación de México”.
Ese acto en torno al “primer priísta que liderea el país” -diría en ese momento el dirigente nacional del PRI, César Camacho Quiroz-, tuvo, digo yo, un sabor rancio, echado a perder, que huele a naftalina porque nos remite a épocas de control político, a los tiempos de la censura, de la represión, del voto corporativo, de la compra y coacción del sufragio, del robo y quema de urnas.
El encuentro de Enrique Peña Nieto con bases priistas en la sede nacional del Revolucionario Institucional, me ha remitido tristemente a ese pasado que no debe regresar, que debe quedar enterrado.
Los priístas aseguraban que el objetivo de ese encuentro fue para hacer un balance de lo que el gobierno de la República ha hecho en estos tres años y lo que el PRI como partido en el gobierno “ha contribuido a lograr”.
Un hecho es real, que, “como en los viejos tiempos”, ese encuentro en la sede priísta fue para “oxigenar” a su presidente que ha incumplido con las expectativas que él mismo prometió, un presidente que no ha levantado al país como aseguró que lo haría, un presidente que ha fracasado en su política económica, un presidente al que todos los días se le devalúa el peso, un presidente al que se le “escapa” de la cárcel de máxima seguridad el narcotraficante número uno en el mundo, un presidente que ni una rebanada de pastel puede sostener entre sus manos…
En realidad ese fue el propósito de ese encuentro, algo así como #SalvemosaPeña. Un presidente que en su discurso de ese día mostró que no tiene los suficientes pantalones. Busca el pleito con un personaje al que seguramente le ha de tener miedo, porque se refiere a él sin mencionar su nombre y apellido.
En la sede nacional priísta todos sabían que se refería a Andrés Manuel López Obrador, pero no lo mencionó. ¿Le tiene miedo? o ¿Será porque consideró que así el dirigente de Morena no tendría derecho a réplica?, no lo creo.
Una nota periodística destacaba: “La sombra del populismo y la demagogia amenazan al mundo con retroceder en sus transformaciones, advirtió el presidente Enrique Peña Nieto”.
“Expuso que las consecuencias del populismo ya son visibles en algunos países que se mostraron como naciones democráticas y hoy han dejado de serlo.
“La historia nos ha enseñado que la visión populista, demagógica e irresponsables destruyen en unos días lo que llevó décadas construir, México debe estar consciente de esto, aseveró el mandatario”.
En su discurso, Peña Nieto buscó distraer la atención de la gravedad en la que se encuentra su administración y su propia persona. Sin referirse a él, golpea a López Obrador, pero al mismo tiempo muestra que le tiene miedo, se refiere al político tabasqueño, como lo hizo en su momento Felipe Calderón, “como un peligro para México”.
Un compañero se mostró molesto por lo dicho por Enrique Peña Nieto. Lo único en lo que coincidí con él es que “al presidente de la República le faltan pantalones”, pero creo que el “primer priísta del país” ha hecho una confesión muy reveladora, como ya apuntaba arriba, le tienen miedo, por lo que los partidos y organizaciones de izquierda estamos obligados a darle otra lectura a lo dicho por el presidente, a acudir a la hermenéutica o simplemente a buen sicólogo que haga política, que creo nos aconsejaría que esto nos debe llevar a la izquierda a sumar y no a restar, a lograr acuerdos y como ya plateé anteriormente, a que nuestra premisa sea la unidad.
Sí, efectivamente, se deben hacerse a un lado protagonismos y mesianismos. Creer que solos podemos ganar, es un error que nos puede costar devuelta muy caro. La unidad hace la fuerza y es un bueno concejo, no lo desdeñemos.
El supuesto objetivo del encuentro en la sede priísta, evidentemente, no se cumplió, no se hizo ningún balance de los tres años de gobierno. Fue, insisto, para darle oxígeno a un personaje que a tres años de gobierno, su sexenio se acabó, para apuntalar a un presidente sumamente maltratado en redes sociales y descalificado en el mundo por la fuga de “El Chapo”, entre otras muchas cosas. Los editores del Time han de estar arrepentidos de haberle dado aquella portada de “Salvando a México”. Bien podrían darle ahora una que diga “Ni él se ha podido salvar”.
Pero a todo esto, demos buena cara y aprovechemos el “tip” que nos acaba de dar Enrique Peña Nieto, que como el PRI y “la mafia en el poder” en palabras de Andrés Manuel, ven a la izquierda unida y eso, al menos, es de tomar en cuenta.
*Diputado federal del PRD