Por Horacio Corro Espinosa
Para el 18 de agosto de 2017
Todos los que vivimos hoy en este mundo, nos tocó un tiempo en el que casi se está perdiendo el asombro. Cuando nos topamos con algo que no habíamos visto antes, nuestra admiración solo dura un momento.
Hace años el asombro era prolongado, al grado de respetar y hasta venerar esas cosas nunca antes vistas, lo que podía convertirse en algo religioso.
A lo que no se le ha perdido el respeto es a lo sobrehumano, a lo inalcanzable. El cielo, la tierra, el mar, la luna, las estrellas, son cosas que no las hizo el hombre, por eso se les ve como un milagro.
Algo de eso tiene el arte. Todos los días se escriben y se publican miles y miles de libros. Lo mismo pasa con la pintura. Se pintan miles o tal vez millones de cuadros y se componen también miles de compases de música.
Si colocáramos físicamente toda la cantidad de arte que se produce en un solo día, quedaríamos inmensamente sorprendidos porque en línea recta no podríamos recorrer a pie todo lo producido por las manos del hombre.
La producción artística la vemos igual que vemos hacer unos zapatos, hornear el pan, tejer un suéter, etcétera.
El milagro lo comenzamos a ver cuando uno de esos millones de libros sobrevive gracias a su contenido. Sobrevive porque ha sobrepasado mucho tiempo y seguirá viviendo después del nuestro.
Ese tipo de creación pudo haber sido hacha por un hombre o una mujer que no solo su obra fascinó a muchos, sino también su nombre.
Lo curioso es que el aspecto físico de ese creador es como el de cualquier otro humano. Duermen en camas como la nuestra, comen sentados, visten como nosotros. Caminan las calles que nosotros pisamos. O también, puede ser, que nos hemos topado con ellos en la calle, o hemos viajado juntos en el mismo colectivo. O puede ser también, que fue tu compañero de banca en la escuela. Ese hombre o esa mujer no se distinguen en nada de nosotros.
La diferencia es que esa sola persona dio cumplimiento a algo que se le dio. Su don. Supo que lo que tenía no era para echarse a la basura. Cumplió con su cometido a base de practicar y practicar hasta producir lo que hizo.
Con lo que generó, no solo vivió el tiempo de su existencia, sino sobrepasó la existencia de todos nosotros. Venció la mortalidad. Rompió los límites comunes de todo mortal.
Ese hombre que superó los límites del tiempo y de la muerte, pudo haber compuesto unas cuantas notas para formar una melodía nueva que luego se grabó en la memoria de millones de personas, Eso provocó un sentimiento nuevo en todos ellos.
Si es pintor, con siete colores pudo crear luces y sombras en un cuadro que resultó inolvidable a todos los que tuvimos la oportunidad de verlo por algún medio.
Si fue poeta, reunió unas cuantas palabras de tal manera que resultara un poema inmortal.
Ellos crearon algo más persistente que la madera o la piedra. Más duradero que nuestra propia vida.
¿Se han preguntado ustedes en esas cosas que trascienden? Yo sí.
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