Por Roberto López Rosado*
El primer domingo de junio en todo el país se llevarán a cabo elecciones federales a nivel nacional y locales en 17 entidades del país, donde serán renovados cargos de elección popular a gobernadores, diputados federales, diputados locales, presidentes municipales y jefes de delegaciones.
En la historia, las elecciones en nuestro país están sumamente manchadas por el fraude. Siempre alguien o a muchos les han roban la elección. Efectivamente, “los fraudes electorales en México son parte de nuestra historia política y han marcado etapas importantes desde hace un siglo”. “En las elecciones de 1910, por ejemplo, el dictador Porfirio Díaz se negó a que se revisaran las boletas como lo pedía Francisco I. Madero para corroborar el fraude que entonces se orquestó para que el general oaxaqueño siguiera entronizado en el poder más años”, recuerda la revista Proceso.
En 1929, José Vasconcelos denunció con pruebas en la mano un fraude en su contra por parte del fundador del Partido Revolucionario Institucional (PRI), Plutarco Elías Calles. Se dice que lo mismo le sucedió a Francisco José Mujica en 1940 frente Juan Andrew Almazán.
En 1952, como candidato del PRI Adolfo Ruiz Cortines llegó a la presidencia a pesar de las denuncias de fraude por parte de Miguel Enríquez Guzmán postulado por la Federación de Partidos del Pueblo Mexicano (FPPM) y Vicente Lombardo Toledano por el Partido Popular.
Es muy conocida por su cercanía en el tiempo el fraude electoral de 1988 que llevó a Carlos Salinas de Gortari a la presidencia de la República. No sólo Cuauhtémoc Cárdenas denuncio el robo en su contra sino la misma historia ha dado cuenta de ello. La quema de las boletas electorales fue un claro indicio del fraude que buscaba ocultar la verdad.
Lo mismo ocurrió en las elecciones del 2006 que llevó a Felipe Calderón a la presidencia de la república. En esa ocasión se dice que el fraude fue cibernético en contra de Andrés Manuel López Obrador.
Si bien la elección que permitió que Enrique Peña Nieto haya llegado a la presidencia no fue producto de un fraude como el robo de urnas, la quema de boletas u otra formas que se usaron en el pasado, el mexiquense llegó a Los Pinos por la compra descarada de la voluntad de la gente a quienes se les entregaron las famosas tarjetas Monex y Soriana, que estaban cargas de dinero, con las cuales quienes las tenía podían ir de compras, versión moderna de las despensas.
He hecho una narrativa de los fraudes documentados a quienes han aspirado a la máxima magistratura del país. La historia también ha documentado fraudes en contra de quienes han aspirado a gobernar sus estados o en contra de quienes buscaron ser diputados locales o federales.
Por fortuna, la decisión de la población ha podido vencer en muchos casos las intentonas, particularmente del PRI, de robarse las elecciones para que mayoritariamente el Congreso de la Unión –Diputados y Senadores- sea priísta. En varias ocasiones se ha logrado que no se salgan con la suya, pero cada elección el PRI y ahora el PAN no desisten en la vieja práctica antidemocrática de robarse las elecciones.
Lo que en las últimas semanas hemos denunciado de la compra y coacción del voto aquí en Oaxaca, sucede también en gran parte del país. Pero efectivamente mucha gente ya no vende su voto por una despensa o dinero. Lo denuncia, nos los ha dicho, lo que nos ha permitido dar a conocer cómo en esto está metida la Secretaría de Desarrollo Social, que con los recursos de los programas que maneja, le impone a la población vote por el PRI.
Esta reflexión tiene un propósito, que la gente no olvide la historia. No debemos olvidar lo que le ha significado para Oaxaca y para el país entero los fraudes electorales.
Tan sólo si no hubiera sido por las tarjetas Monex y Soriana, Peña Nieto, muy probablemente no hubiera sido Presidente, ni muchos de las y los diputados que llegaron a San Lázaro en la Ciudad de México. Otros hubieran llegado a la LXII legislatura que está por terminar y seguramente la reforma energética, no se hubiera aprobado, ni la reforma educativa, ni la laboral que les está representando altos costos económicos y sociales al país y a la población.
Aquí en Oaxaca vemos y sabemos todos los días de las intentonas de volver al pasado. La compra y coacción del voto tiene un nombre, se llama fraude electoral, así de sencillo pero también muy complicado por lo que, insisto, ha representado y representa para el país.
Por eso cuando se habla, cuando se dice que vivimos en un régimen democrático, quien así lo afirma está mintiendo. Quienes participamos, como en mi caso, en las elecciones, lo hacemos porque creemos que este mecanismo es el mejor para llegar al gobierno, a pesar de esto.
Dos semanas más las y los mexicanos sabremos si verdaderamente dimos un paso adelante para alcanzar un mejor estadio democrático o estas elecciones intermedias de junio del 2015 también serán manchadas por el fraude electoral. Espero que no sea así, que hayamos avanzado hacia una revolución democrática y que nuestro dilema no sea fraude o democracia.