Miguel Ángel Schultz
El incremento del 8.44 al 13 por ciento al costo del boleto para presenciar la Guelaguetza, anunciado por Saymi Pineda Velasco, titular de la Secretaría de Turismo del Gobierno de Oaxaca, representa el “tiro de gracia” a lo que fue una fiesta popular propiamente de la ciudad de Oaxaca de Juárez, que vive un proceso de gentrificación que afecta particularmente a la población de la capital oaxaqueña y de la región de Valles Centrales.
La ciudad de Oaxaca cerró el año 2022 con una inflación del 10.1 por ciento, de los índices inflacionarios más altos de México, reflejo entre otras cosas de una economía impactada por el turismo.
Con el anuncio del incremento, el costo del boleto es de mil a mil 444 pesos, que es imposible cubrir a una familia oaxaqueña, cuya población vive en un 66.4 por ciento en situación de precariedad.
El porcentaje de pobreza en Oaxaca es 24.4 puntos porcentuales mayor que a nivel nacional que es del 41.9 por ciento.
Para la Guelaguetza 2023 se esperan unos 130 mil turistas nacionales y extranjeros, lo que es una locura para una ciudad de 300 mil pobladores, con serias carencias de agua, de movilidad colapsadas, metida en una crisis de la basura que no se ve para cuando se ponga fin, no se diga de inseguridad.
Pareciera que los valores del neoliberalismo están impregnados en las paredes de las dependencias, cuyos funcionarios se contagian y actúan peor que los fifis, que hacen lo menos para regresar el sentido popular a las fiestas tradicionales de Oaxaca, sin importar sus consecuencias sociales que está dejando esa política de la privatización de la cultura.
La comida tradicional de las y los oaxaqueños se ha convertido en un lujo, que solo pueden consumir los turistas por los altos costos de nuestros alimentos que antes eran cotidianos. A la rica, centenaria y hasta milenaria cocina ahora solo tienen acceso los que la pueden pagar.
El termino guelaguetza no es como se entiende una fiesta, sino una institución de la cultura zapoteca, que quiere decir ayuda mutua, resultado de las prácticas comunales de los pueblos originarios de estas tierras, que también fueron y son habitadas por mixtecos, mexicas entre otras etnias. Oaxaca tiene 16 pueblos originarios.
Guelaguetza no es bailes y danzas
Explico cómo funciona la guelaguetza: Cuando alguien tiene que levantar la cosecha, sembrar y edificar una casa, celebrar una boda y lamentablemente sufre un fallecimiento, se acude a apoyar al que tiene el compromiso, quien se compromete a regresar el favor a quien lo ayuda ya sea con trabajo o con algún bien material. Es como tener un ahorro en el banco, no es dinero, sino un compromiso solidario.
Es tan potente el compromiso de la guelaguetza que si llega a fallecer quien recibió la ayuda, el favor, el compromiso de regresar lo tienen los deudos del fallecido, tienen que cumplir, es decir que los familiares están obligados a responder por el ausente, es un vínculo social sólido que ni la muerte lo elimina.
Hasta la década de los 70s del siglo pasado era costumbre de la población de la ciudad de Oaxaca subía a la fiesta del Lunes del Cerro, del “Fortín”, dada posición estratégica le dio el nombre militar de “fortín”.
Ya que desde ese punto se defendió y atacó a la ciudad española de Nueva Antequera en la Guerra de Independencia, la Guerra de la Reforma, en la intervención francesa y las batallas libradas durante la Revolución.
Anteriormente este cerro tenía por nombre Cerro de la Soledad, nombre que se originó porque al pie de esta elevación se encuentra la Basílica de la virgen de la Soledad que se inició en 1682, considerada la Patrona de Oaxaca, de los marineros y las trabajadoras sexuales, de acuerdo al culto católico.
Guelaguetza y terremotos
La Guelaguetza es fruto del realismo mágico oaxaqueño, ya que tiene que ver más con los terremotos que a una tradición prehispánica, como la conocemos hoy en día; el 14 de enero de 1931 se registró un terremoto a las 8 de la noche, lo consideran de 7.8 grados con duración de tres minutos con 10 segundos, que devastó la ciudad, entre otras zonas de Oaxaca.
Este terremoto destructivo siguió a otros que se registraron dos años antes, en 1928, con intensidades de entre 6.5 y 8.0 grados, por lo que el terremoto del 14 de enero de 1931 acabó con el 50 por ciento de la ciudad de Oaxaca, según se cuenta.
Sin contar con cifras precisas, se habla de 10 mil muertos en la entidad; el epicentro se ubicó en Los Loxichas, micro zona de la hoy llamada región de la Sierra Sur.
Recuerdo los relatos de mis abuelos y padres, que después de esa destrucción, vino la hambruna y la falta de artículos de primera necesidad; que las personas después del terremoto y sus fuertes réplicas se fueron a acampar a los parques públicos como El Llano, oficialmente Paseo Juárez, aquí en Oaxaca todos tiene nombre Benito Juárez.
Es precisamente con razón de esta tragedia, que en 1932 con motivo del Cuarto Centenario de la celebración de la elevación de la virreinal Villa de Antequera a ciudad de Antequera, por disposición supuestamente del rey de España Carlos V, que celebra el 25 de abril, se organizaron grandes eventos para levantar el ánimo de la población.
Por este motivo organizaron magnos eventos, que se realizaron del 24 de abril al 5 de mayo, que incluyeron la presentación de danzas, bailables, concursos y eventos deportivos en lo que fue la Rotonda de la Azucena, fue ahí donde se le bautizó como Guelaguetza, que después pasó a la fiesta de los Lunes del Cerro, que se efectúa los dos últimos lunes del mes de julio, ligado a la festividad de la virgen del Carmen.
Guelaguetza es de ignorante
El historiador José María Bradomín, en su libro Oaxaca en la Tradición, escribe que fue un cierto médico ignorante que no tenía conocimiento de la cultura zapoteca que calificó a los festejos de 1932 de Guelaguetza.
La otra versión que hay es que un periódico de la época cabeceó como un “Éxito la Guelaguetza”.
Pudiera ser que fue un médico ignorante o las ocho columnas de un diario local, pero la realidad fue una invención genial, que a 91 años, el espectáculo se vende como la fiesta indígena más grande de Latinoamérica, más que indígena es ahora un producto para turistas, que se ha alejado del pueblo de Oaxaca, de El Lunes del Cerro, la fiesta popular ha muerto a manos de las autoridades gubernamentales, que van tras las ganancias. El presupuesto del año pasado fue de 100 millones de pesos, dinero que de alguna forma es subsidio al sector hotelero y restaurantero, cada vez más en manos de extranjeros y de inversionistas foráneos.
Guelaguetza explotación de participantes
A lo que hay que agregarle el costo que tienen los preparativos en sueldos de funcionarios y un largo etcétera. Tampoco se cuenta el valor que tiene el trabajo de los participantes que no cobran, que ponen sus vestuarios o ropa que deben lucir en esa fecha, que a cambio les dan aplausos, comida y hospedaje, en todo caso deberían repartir la taquilla entre las delegaciones participantes ir al 50 por ciento.
Respeto al origen indígena aquí otras contradicciones: Se elige lo que se le llama la Diosa del Maíz que es la Diosa Centéotl, que es un dios según la mitología mexica; para la cultura zapoteca el Dios del Maíz es Pitao Cozobi.
En la parte del cerro del Fortín, donde se construyó el auditorio, antigua rotonda de la Azucena no se encontró ni un tepalcate, que pruebe la existencia un adoratorio prehispánico, menos que fuera mexica.
La nueva Antequera, la ciudad virreinal, fue fundada por 80 familias de españoles peninsulares. La ciudad de los indígenas fue lo que hoy es el barrio del Marquesado, que desapareció como municipio por Decreto del supremo Gobierno el 7 de diciembre de 1909 firmado por Emilio Pimentel, por lo que ahora forma parte del municipio de Oaxaca de Juárez.
¿Una fiesta indigna que surgió durante la celebración de la elevación de una villa virreinal a ciudad y exorcizar los terremotos?