Nacido en 1922, el escritor portugués José Saramago falleció este 18 de junio de 2010 en su residencia de las Islas Canarias dejando un legado escrito que gana cada vez más lectores.
Hasta la fecha, Saramago ha sido el único escritor lusitano que ha recibido el premio Nobel de Literatura. Su obra cobró renombre internacional a partir de 1991, año en el que publicó El evangelio según Jesucristo. En ese ensayo incluyó una serie de reflexiones acerca del contenido del Nuevo Testamento de la Biblia, cuestionando algunas de las creencias incluidas en él. Saramago presenta en aquellas páginas a un Jesucristo más cercano a la naturaleza humana, lo liga a María Magdalena con quien hace vida marital y describe cómo trata de escapar a la crucifixión.
Contra lo que pudiera pensarse, el mayor reconocimiento como escritor no lo obtuvo por obras de este tipo sino por otras que salieron de su pluma. En 1998 recibió el premio Nobel de Literatura fundamentalmente por su obra Ensayo sobre la ceguera.
Una de las dimensiones de la vida de Saramago fue su actividad política que llevó varias veces al terreno de la escritura. Miembro del Partido Comunista de su país, en reiteradas ocasiones se declaró ateo y criticó acremente a la jerarquía católica. Entre sus obras más recientes destaca Caín, una relectura de esa parte del Viejo Testamento en la que considera, como lo declaró apenas el año pasado, que el Dios de la Biblia no es de fiar porque es rencoroso y vengativo. Sus declaraciones contra la jerarquía católica también se volvieron célebres; en 2009 declaró que el actual Papa Benedicto XVI quería restaurar la Edad Media. Recientemente pronosticó el regreso de los fascistas a la política e invitó a enfrentar con lucidez esa nueva acometida.
A propósito de su muerte, se podría decir lo que expresó uno de los clásicos del marxismo: qué lumbrera intelectual se ha apagado, qué inmenso corazón ha dejado de latir.