En distintas organizaciones de derechos humanos, particularmente desde Centros formados al amparo de la Iglesia Católica, se empieza a vislumbrar y gestar la idea de llevar hasta las instituciones internacionales de Derechos Humanos, entre ellas el Tribunal de La Haya, la acusación de crímenes de lesa humanidad contra el gobierno del Partido Acción Nacional que encabeza el presidente Felipe Calderón, por una guerra donde el narcotráfico parece intocable – no llegan a los grandes capos mexicanos y de Estados Unidos – y donde los derechos humanos han sido sepultados junto con los cientos de cadáveres encontrados en los panteones clandestinos de San Fernando y en distintos puntos de la República.
La acusación estará sustentada en desatar una guerra de barbaries donde sus principales víctimas han sido personas que nada han tenido que ver en los enfrentamientos entre miembros de las fuerzas armadas y fuerzas policiacas contra presuntos delincuentes, una contienda donde han perdido la vida hasta ahora cerca de 40 mil personas, entre soldados, policías, presuntos delincuentes, periodistas, estudiantes, infantes…
La pregunta clave es ¿cómo un presidente mexicano que ha desatado fuerzas delictivas para las cuales el gobierno mexicano no estaba preparado para combatir, podrá irse a su casa tranquilamente a disfrutar de su cuantiosa pensión, con más de 50 mil muertos sobre su cabeza, después de entregar la banda presidencial en la Cámara de Diputados el primero de diciembre de 2012?
En la comunidad judía existe una honda preocupación por las similitudes que se registran por las miles de muertes en el país y las que ocurrieron por millones durante la ocupación nazi en Europa, a causa de esta guerra que no logrará acabar con todos los integrantes de las bandas criminales que simplemente –víctimas del desempleo y marginación y propicias para ser incorporados voluntaria o por la fuerza en las filas del crimen organizado- son la parte más delgada del narcotráfico cuyas ramificaciones en el aparato económico financiero del país aún ignoramos.
Las similitudes empiezan por la constante negación que se hizo, hasta hora, del genocidio nazi, con la negación del gobierno de Acción Nacional sobre las graves consecuencias de la matazón, tal como lo hizo en su peor tiempo a través de su revista Timón, José Vasconcelos, levantado hoy como adalid intelectual del panismo de Fox y Calderón, que no el de Gómez Morín, Gerardo Medina, Carlos Castillo Peraza y otros pensadores panistas.
Nuestro gueto mexicano
Cada vez más el país se parece al gueto de Varsovia con una población ignorante de la dimensión de esta guerra que parece mostrarse insensible con los muertos que aparecen a cada paso en el país. La tragedia de San Fernando ilustra de cuerpo entero a una República desangrada: cada vez aparecen más cadáveres lo mismo que en Durango, Chihuahua, Jalisco, Estado de México, Sinaloa, Nayarit, Michoacán, Baja California y en el Distrito Federal, aunque lo niegue Marcelo.
Durante el cerco al gueto de Varsovia hecho por los nazis, la gente caminaba por sus calles con aparente normalidad mientras los cadáveres de ancianos, niños, mujeres, en los huesos, se encontraban tirados sobre el pavimento de las aceras; nadie se inmutaba, era la muerte cotidiana, lo mismo que hurgar entre la basura y el excremento, en busca de alimentos. Esa era la realidad diaria en el gueto de Varsovia, mientras unas cuantas familias disfrutaban de la música y los manjares en los escasos y exclusivos restaurantes durante la ocupación de las hordas hitlerianas.
En México, ocurre un fenómeno similar de insensibilidad social transmitida por los medios; mientras los locutores o locutoras de Milenio Televisión o Canal Azteca y de otros medios electrónicos al tiempo que sonríen y nos ilustran del estado del tiempo, dan lectura a las noticias negras de las matanzas en la guerra de Felipe Calderón. No se inmutan. La lectura es como cualquier otra nota. Buena parte de la población cada vez asume que la normalidad mexicana contemporánea es de sangre y más sangre en las calles, cuerpos destazados, cabezas mutiladas, fosas clandestinas, desapariciones de jóvenes y mujeres sin que aparentemente a nadie le importe. Que esa es nuestra suerte, porque ese es el camino correctamente trazado y es el futuro que nos depara en siete años más, como dice Genaro García Luna, apapachado por el aún embajador Carlos Pascual, quien ahora sabemos se reunió en el mes de enero de 2006, con Manuel López Obrador. El entonces candidato presidencial del PRD informó al procónsul que de ser presidente sacaría al Ejército a las calles para combatir al narcotráfico y que limitaría a la Procuraduría General de la República. O sea que El Peje también se puso a las órdenes de Washington, entonces qué calidad moral tiene el obsesivo y duro crítico de Calderón para hacerse ahora el salvador de la patria. O sea que don Felipe y don Peje son los verdaderos peligros para México. Yo ya no entender a López.
Milenio, el periódico neopanista, dirigido por dos exreporteros, Carlos Marín y Ciro Gómez Leyva; Pedro Ferriz de Con, en Imagen; Leonardo Curzio y Adriana Pérez Cañedo, en Radio Mil, Oscar Mario Beteta, en Radio Fórmula; Sergio Sarmiento y Guadalupe Juárez, Jesús Martín Mendoza, en Radio Centro; Carlos Puig, en la W Radio; forman parte de una fallida red defensiva con una estrategia dirigida a neutralizar las consecuencias de la guerra. Hasta Héctor Martínez Serrano ha caído en la estrategia de hablar cada vez menos de lo que pasa en el país. Los peores ejemplos para el periodismo mexicano, los más virulentos y viscosos defensores de esta guerra, son Gómez Leyva, Ferriz de Con, Beteta y Mendoza, babean sus ácidos estomacales cuando critican a los críticos de Calderón. No la aprenden a Joaquín que sabe medir el terreno y tiempos, aunque a veces resbala como en la casa del jabonero, pero sabe que en Televisa es un empleado y en Radio Fórmula está el periodista. Al tiempo, como dice Ricardo Alemán se sabrán las consecuencias para este tipo de criminales mediáticos, cómplices de la guerra de Calderón. Pero en general los medios adictos a Calderón son copartícipes de esta inútil y sangrienta contienda, incapaces de hacer críticas de peso.
Se salva León Krause, el joven hijo de Enrique Krause; Jacobo Zabludovsky, de Radio Centro, congelado por la Dirección de Comunicación Social de Presidencia junto con Carmen Aristegui, de MVS, y Javier Solórzano de Radio Trece.
Cualquier parecido con la Alemania nazi, es coincidencia
El gran error de Calderón ha sido, como se le ha dicho hasta la insistencia en el Senado y en la Cámara de Diputados, es su fallida estrategia iniciada sin medir los escenarios futuros, lo que extraña cuando se supone estar rodeado de especialistas en comunicación política, quizás, por los hechos, más ligados a la estrategia de mediática de la Alemania nazi por su insistencia en el error.
Calderón esta cada vez más en el difícil dilema de elegir a su sucesor entre Josefina Vázquez Mota, Alonso Lujambio, Ernesto Cordero y ahora Javier Lozano. ¿Quién lo defenderá de un eventual juicio cuando concluya su encargo en Los Pinos? Josefina Vázquez Mota, la que más posibilidades tiene de dar la batalla a Peña Nieto y a López Obrador y evitar que el PAN se vaya por el despeñadero electoral, le dará la espalda casi de inmediato, luego de ponerse la banda; Alonso Lujambio no es panista, Ernesto Cordero no le creen ni los empresarios y Lozano se apunta cómo él que se erigiría en el defensor de Calderón porque sabe que su suerte es la misma que la de su jefe. Pero Lozano es un traidor, un tránsfuga del PRI, lo que lo hace poco creíble, sobre todo porque el PRI y el PRD de López Obrador y Marcelo Ebrard lo tienen en la mira. Aunque es posible que Lozano se presta ahora para hacerle de sombra a quien será el real candidato de Calderón: el actual secretario de Hacienda que tarde intenta controlar el dinero sucio que navega y navega por los bancos con toda impunidad, casi todos propiedad de extranjeros, excepto Banorte.
Le dolió lo que dijo Sicilia
El holocausto que menciona Javier Sicilia le ha dolido a Calderón. Hasta Coahuila le contesta al poeta que el ¡Ya Basta! hay que dirigirlo a los criminales. Se enoja don Felipe, como le dice Cruz Mejía en Radio Educación, el que no ha podido callar Conaculta. Si el actual mandatario buscaba un candidato de la sociedad civil, no el que ya se cree como el ungido Heriberto Félix Guerra, lo encuentra en el poeta Javier Sicilia. Él lo hizo con el asesinato del hijo del poeta, víctima de la guerra. Javier estaba en Manila recitando poesía cuando se entera del proditorio crimen de su hijo y de otros cuatro jóvenes amigos de él. La marcha del ocho de mayo demostrará que tan harta está una buena parte de la sociedad mexicana, la de la clase media que ha seguido y ve los cadáveres en las calles, sin creerle a los medios calderonistas, la tragedia de un buen hombre que sólo pedía el cumplimiento de los Acuerdos de San Andrés. Hoy Sicilia es un líder de la sociedad civil agraviada por Calderón. Tiene razón la hija de la inolvidable cantora Ámparo Ochoa, Inés Ochoa, es una guerra que no pedimos.
El sensato escritor Mario Vargas Llosa le manda un mensaje a través de El País, un periódico uruguayo, al guerrero presidente de México: América Latina será como México de no legalizarse las drogas. Pero Felipe no entiende razones ni hechos, aunque maten a un niño de tres años y un adolescente de 16 años en Zapopan en el más reciente de los tiroteos que ocurren diariamente en el país. Los cadáveres aparecen por todos lados. Hasta los noticiarios de IMER de Ana Cecilia Terrazas no pueden ocultarlos.
El gobierno de Calderón se hace y se hace de la vista gorda y hasta el presidente de la inútil Comisión Nacional, Raúl Plascencia, le dice que el gobierno no puede hacer a un lado su responsabilidad de asegurar la seguridad pública en el país, porque de otra forma cómo entender las matanzas de San Fernando cuando se supone que las carreteras son parte estratégica de la seguridad nacional.
En los tiempos de Fernando Gutiérrez Barrios en Gobernación y en Caminos y Puentes Federales de Ingreso, no pasaba ni una mosca sin que dejara enterarse, con todos los detalles don Fernando, nada que ver con el San Fernando de Tamaulipas. Con el panismo en el gobierno pasa todo lo contrario, las moscas de los cadáveres en descomposición, hasta que su hediondez llega a Los Pinos, se dan color y olor de las matanzas.
Tampoco se dan cuenta que en Ciudad Juárez hay huérfanos de guerra, uno de los cuáles, de acuerdo con un despacho de una agencia de noticias, Jorge, a sus pocos seis años, ya piensa en “ llenar una alcancía con la que espera comprar un cuerno de chivo (un fusil AK 47) para matar a los asesinos de su papá, relata la sicóloga que atiende a un puñado de los 12.000 menores huérfanos por la violencia en Ciudad Juárez, norte de México”.
Este pequeño, es uno de los pocos, de acuerdo con la misma información, “que reciben atención sicológica para superar el trauma de ver morir a uno de sus padres en esta ciudad fronteriza con Estados Unidos, donde 7 mil personas han sido asesinados por las guerras entre narcotraficantes y los operativos antidrogas desde 2007”.
Gustavo de la Rosa, Visitador de la Comisión de Derechos Humanos de Chihuahua estima que “por lo menos 12 mil niños han perdido a uno o a sus dos padres. Ahorita es odio y deseo de venganza contra el que mató a sus papás, pero el día de mañana va a ser odio y deseo de venganza contra el Estado que permitió que los mataran”.
No escucha ni a Dios ni en Semana Santa
Pero el gobierno de Calderón es de oídos tullidos y sordos. Se lo puede decir Raúl Plascencia, Manlio Fabio Beltrones, Carlos Navarrete, Ricardo Monreal, Francisco Labastida, el rector de la UNAM, José Narro, y hasta Dios ahora que es semana santa, pero Felipe no oye ni oirá, ahí está su grito de intolerancia en Coahuila y el afán de sus guardias presidenciales por ocultar las protestas de familias con víctimas de esta oprobiosa guerra. Bueno, hasta el sub Marcos, que ya despertó y se le estaba haciendo tarde, salió a la palestra para compartir el dolor y la rabia del poeta Javier Sicilia.
Los escritores – sobre todo los que no controla Consueloculta- siguen sumándose a la causa de Javier Sicilia. Lo hace por medio de una carta aparecida en La Jornada la ensayista Annunziata Rossi que por su importancia publicamos íntegra. Le dice:
Querido Javier, aplaudo su iniciativa de promover un movimiento nacional por la paz, que podría influir en las decisiones del gobierno. No dudo de su éxito, gracias a su pasión y a la sed de paz y de tranquilidad del pueblo. Me permito sugerir una campaña paralela por la legalización de la droga; para eso hay que despertar la conciencia de la nación de que la guerra contra el narcotráfico está destinada a prolongarse indefinidamente, causando más miseria y muerte. Prolongarla sólo sirve para reforzar a los cárteles y su capacidad de arrastrar al crimen –cosa que está ya sucediendo– a los jóvenes abandonados por el gobierno, sin estudios y sin trabajo.
Tenemos ya la experiencia del “prohibicionismo” del alcohol en Estados Unidos de las primeras décadas del siglo XX: sirvió sólo para reforzar a la mafia e incrementar la violencia y los asesinatos, hasta que el mismo Estado tuvo que claudicar.
La cantidad desmesurada de dinero que se está derrochando en esta lucha se podría invertir en grandes obras a favor del pueblo en miseria y de las nuevas generaciones, cuyo destino es cada día más desesperado.
Sugiriendo un movimiento por la legalización de la droga no hago más que interpretar el deseo de mucha gente.
Con mi solidaridad y mi cariño de siempre.
Annunziata Rossi