Juan Arturo López Ramos
En el Teatro Libertador San Martín de la ciudad argentina de Córdoba, Mario Vargas Llosa, ganador del Nobel de Literatura 2010, dijo que el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, “se equivocó de destinatario”, pues esa carta “debió de mandársela a él mismo y responderse, o respondernos, a la pregunta de por qué México, que hace cinco siglos se incorporó al mundo occidental gracias a España y que desde hace 200 años es independiente y soberano, tiene todavía tantos millones de indios marginados, pobres, ignorantes, explotados”.
Al preguntarnos, -como convocó el destacado escritor-, si debemos dar “gracias a España” por incorporarnos al mundo occidental, debemos reflexionar qué perdimos y qué ganamos. Bartolomé de las Casas en su enciclopedica obra “La apologética historia sumaria” publicada por la UNAM, de acuerdo al modelo aristotélico de una sociedad idealmente perfecta, realizó un profundo y acucioso estudio comparativo de la civilización mesoamericana con las grandes civilizaciones de la humanidad y concluyó que la mesoamericana alcanzó mayores niveles de perfección. (UNAM. Instituto de Investigaciones Históricas. México, 1967).
Mesoamérica, -a diferencia del resto del mundo que tuvo el privilegio del contacto entre sus grandes culturas para potenciar sus avances culturales-, en forma aislada, autónoma e independiente, construyó una civilización única, que en algunos aspectos superó al resto del mundo, para dar algunos ejemplos, inventó el cero mil años antes que el resto del mundo; desarrolló el mayor conocimiento astronómico y el calendario más exacto de su tiempo, creó el maíz, que es la planta actualmente más cultivada en el mundo, pero es la única que no puede reproducirse por sí misma, requiere forzosamente la mano del hombre, porque es una planta artificial, hecha por la genialidad de los antiguos mexicanos.
Lamentablemente, la invasión y presencia española provocó la muerte del 90 por ciento de la población originaria y con ello, cercenó de tajo, una de las civilizaciones más deslumbrantes del mundo. ¿Cuánto perdió la humanidad?. ¿Cuánto perdieron los pueblos originarios, además de la vida?.
Estas reflexiones se ilustran mejor con una historia de la propia España, ocurrida en Córdoba, cuando en el siglo XVI el obispo Alonso Manrique se empeñó en construir una gran Catedral dentro de la preciosa Mezquita y el Cabildo se opuso, por lo que tuvo que intervenir el rey Carlos V para que permitieran realizar la gran obra, de la que se arrepintió después el propio rey, pronunciando la célebre frase: “Habéis destruido lo que era único en el mundo, y habéis puesto en su lugar lo que se puede ver en todas partes”. ¿Cuánto perdió el mundo con la desaparición de una civilización única?. ¿Debemos darle gracias a España?.
Como defensa de la introducción europea en América, Vargas Llosa argumentó que “las controversias que ha generado la Conquista desaparecen cuando se trata de la lengua”, pues “los americanos no se entendían y por eso se mataban”. Lamentablemente la realidad lo contradice nuevamente: en la guerra civil española, hablantes del mismo idioma se mataron entre ellos y lo mismo ha ocurrido en muchos otros lugares.
El problema -prosiguió el escritor- “no está allá, en el pasado de hace 500 años, o 400, está aquí vivo y nos golpea la conciencia a nosotros los latinoamericanos que no hemos sido capaces de resolverlo”.
Precisamente el presente encuentra su explicación en el pasado. A pesar de las numerosas justificaciones que se intentan encontrar después de sucedidos los hechos históricos de la invasión, es innegable que la conquista desembocó finalmente en la usurpación, el despojo y el sometimiento de los pueblos originarios y todas estas acciones sistematizadas en la época virreynal, por generaciones, fueron empobreciendo y aculturizando a miles de mexicanos descendientes de los pueblos originarios, a los cuales después de despojarlos de sus tierras, de sus riquezas, de su cultura, de sus conocimientos, los desprecian precisamente por estar en la condición en que los dejaron: ignorantes y empobrecidos.
La transferencia neta de riqueza de la Nueva España a España, fue mayor que la transferencia neta de riqueza de la India a Inglaterra, a pesar de que la población Hindú superaba varias veces a la de México.
El balance de la condición social que prevalecía en la Nueva España después de 300 años de dominación española, se aprecia en el informe que rindió en 1803, el barón Alexander Von Humboldt después de dos años de recorridos realizados en México: “jamás he visto un país con tantas desigualdades: tanta riqueza concentrada en tan pocos y tanta pobreza en muchos”.
Pero tiene razón el escritor cuando señala: “nos golpea la conciencia a nosotros los latinoamericanos que no hemos sido capaces de resolverlo”. Fuimos una nación sometida a otra durante tres siglos, y cuando se supone que alcanzamos la independencia, el modelo colonial de extracción de la riqueza prevaleció. Sus efectos podemos apreciarlos hasta la época contemporánea, no sólo en el aspecto económico, también seguimos colonizados intelectualmente, nos seduce el brillo europeo e ignoramos el brillo original. Ello nos impide aceptar los hechos con la crudeza y brutalidad con que ocurrieron, aceptar sus efectos y sus consecuencias y tomar las medidas adecuadas para revertir los efectos negativos de ese proceso histórico.
Ello no significa fomentar el encono, ni mucho menos desconocer que los hechos históricos ocurridos hace 500 años, forjaron lazos indestructibles entre México y España, entre ellos, lazos de fraternidad y de entrañable amistad entre nuestros pueblos. Reconocer los hechos como fueron y ratificar disculpas, ayuda a atemperar resentimientos sociales y sentimientos de culpa de ambas partes, para profundizar el mutuo entendimiento entre nuestras grandes naciones.