Por Horacio Corro Espinosa
Hace algunos años, cuando yo estudiaba en la ciudad de México, el Archivo General de la Nación, abrió al público el llamado Grupo Documental de Patentes y Marcas, que constaba de miles y miles de volúmenes.
Dentro de esa larguísima colección de papeles, seguramente se han de poder encontrar datos y referencias que puedan demostrarnos cómo es que México no ha alcanzado el desarrollo tecnológico que hemos deseado. Seguramente, también, ahí se encuentran las muestras del ingenio y la habilidad de los mexicanos y un montón de buenas ideas y proyectos que con el paso de la historia acabaron por convertirse en sueños enterrados que bien valdría rescatar.
Recuerdo que el Grupo Documental de Patentes y Marcas cubría el periodo 1840 1980. Dentro de este grupo estaba una carta al Presidente de los Estados Unidos de México. La petición era de Tomás Alba Edison para que se le concediera un privilegio por su invención sobre el modo de desarrollar corrientes eléctricas y de iluminar por medio de la electricidad. Esta petición estaba firmada del puño y letra de Edison. Era de 1878. Esto, bien podría ser la primera pagina de un libro sobre cómo llegó la electricidad a México, o también, para hablar de la historia de nuestra dependencia tecnológica.
En esa exposición estaban evidencias de cómo desde 1863, había quienes se interesaban por ayudar a los lisiados y mutilados. En ese año, Martín Otea, presentó la solicitud para patentar una pierna artificial, misma que permitía ver, con todo detalle, como esa pierna, casi de robot moderno, tenía sus engranes y mecanismos de transmisión de movimiento. Era toda una demostración del ingenio mecánico. Lo que no sé, es si la mencionada pierna llegó a usarse alguna vez.
En 1903, un señor de nombre Antonio Soto, inventó y desarrolló una máquina para sembrar, a la cual le fue expedida la patente correspondiente no sólo porque funcionaba bien, sino porque el inventor la bautizo con el nombre de moda: “Sembradora Porfirio Díaz”, nombre que en aquellos días abría todas las puertas, incluyendo la de la invención.
Cuántos mexicanos habrán inventado algo que les pudo haber surgido de un sueño o una esperanza.
Me gustaría saber, si algún día se registró un juego de mesa inventado para los mexicanos, que por cierto ya nunca lo he vuelto a ver. Lo que no sé, es si fue inventado por mexicanos. Se trata del “Turista de la corrupción”. Es un juego que para ganar hay que corromper a los oponentes a como dé lugar.
Dentro del juego vienen billetes y monedas mexicanos, y para hacerse rico hay que vender droga, matar a la familia si es preciso y traicionar al que se deje. Con este sesudo juego, no cabe duda, que incrementa la cultura de la tranza. De veras que somos lo máximo en inventiva.
Ahorita que les menciono este juego, me pregunto, ¿no sería que Ulises y sus secuaces de su gabinete, se prepararon y se titularon con el “Turista de la corrupción”? No será que este sexenio, heredero del anterior… No. Mejor dejo para después estos calenturientos pensamientos.
¿Pero, no será que…?
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