Copala exige paz con justicia

Fui a San Juan Copala a mediados de abril de 2008. Una semana antes habían sido asesinadas, en una emboscada, las periodistas comunitarias Teresa Bautista y Felícitas Martínez, quienes trabajan en la radio “La Voz que rompe el silencio”.
San Juan Copala es el centro ceremonial más importante de la región triqui, ubicada en la mixteca oaxaqueña. Se localiza poco después de Santiago Juxtlahuaca, la cabecera municipal a la que se llega por Huajuapan de León o por la carretera que sale de Tlaxiaco hacia Putla. Por cualquier lado, para llegar a Copala desde el poblado La Sabana hay que recorrer un accidentado tramo carretero que se asemeja a un embudo y abajo está el poblado de los triquis.
Cuando fui a Copala en el 2008, las familias triquis ya habían contabilizado unos mil muertos en los últimos 60 años, pero las muertes de Teresa Bautista y Felícitas Martínez abrirían una nueva secuela de asesinatos que hasta ahora permanecen impunes.
Teresa Bautista le había dicho a sus compañeros que al terminar su ciclo de trabajo en la radio se iría a Nueva York, en Estados Unidos, donde radican sus amigos y familiares. Felícitas Martínez, quien gustaba del baile, compartía un sueño con sus compañeros: casarse un día con muchos bailes, pasteles y refrescos.
Ni una de las dos cumplió sus anhelos porque las balas traicioneras truncaron sus objetivos de vida. El pecado de ambas mujeres asesinadas en su juventud fue ser triquis y vivir en la pobreza y la marginación. Además, haberse rebelado y contribuir a la formación del Movimiento Unificador de Lucha Triqui Independiente (MULTI), que impulsó el Ayuntamiento Autónomo de San Juan Copala.
Ese clima de violencia que agobia a Copala expulsó a más de 12 mil triquis, de las 36 localidades diseminadas entre los municipios de Putla, Juxtlahuaca y Tlaxiaco, al Distrito Federal, Nuevo León, Sonora y Baja California Sur, además de Estados Unidos.
Y fue ese clima de violencia que mató a Alberta Cariño y al activista de Finlandia, Jyri Jakkola, a fines de abril de 2010, cuando pretendían ingresar a Copala con una caravana por la paz, después del asedio paramilitar que enfrentó el Ayuntamiento Autónomo de Copala.
La muerte de ambos activistas sigue impune, al igual que todos los asesinatos ocurridos en los últimos años, a pesar de las ofertas de los gobiernos federal y estatal y la violencia persiste en la zona, a pesar de que los legisladores del pasado y del presente han ofrecido comisiones de paz.
La paz, sin embargo, han dicho los triquis tanto del MULTI, como del MULT y de UBISORT, se logrará si se aplica la justicia. Es decir, en Copala no habrá paz mientras persista la impunidad y la injusticia, mientras no se castiguen a los responsables materiales e intelectuales de los crímenes.
En ese contexto, este viernes arribará a la capital oaxaqueña una comisión de legisladores federales encabezada por el diputado Helidoro Díaz Escárraga, acompañado del panista Javier Corral y el petista Gerardo García Noroña, para entrevistarse con el gobernador Gabino Cué.
Dicha comisión legislativa tiene el propósito de intercambiar puntos de vista con funcionarios del área de justicia del gobierno aliancista de Oaxaca, para encontrar la llave que lleve a la reconciliación de los triquis.
Omar Esparza, esposo de Alberta Cariño, asesinada en la emboscada de abril del año pasado, me comentó que tiene confianza en el gobernador Cué, en materia de justicia, pero fue enfático al decir que no confía en el sistema de justicia de Oaxaca.
La estructura de justicia de Oaxaca tiene a los mismos policías y a los mismos jueces, dijo y los diputados priístas, aseguró, que ahora quieren la paz en Copala, son los mismos que alentaron la violencia en Copala.
DE REFILÓN: En 100 días de gobierno, Gabino Cué no ha dejado satisfecho a sus aliados, sobre todo los que se ubican en la izquierda oaxaqueña. Para ellos hay más preguntas sin respuestas en torno a la alternancia que no avanza hacia la transición con un gabinete de cuates y de cuotas.
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