JUICIOS SUMARIOS

Primero detener la violencia

Porfirio Santibáñez Orozco

Zona en conflicto
Hasta el momento no se ve ninguna consecuencia positiva a este llamado
VA A SER DIFÍCIL que los actores sociales involucrados en el conflicto que vive la región triqui se sienten en un corto plazo a discutir el problema, lo analicen con la minuciosidad que se requiere y lleguen a arreglos que permitan el regreso de la paz a esa castigada zona sacudida ancestral como intermitentemente por la violencia.

Las autoridades correspondientes, el gobierno federal y el del estado, así como los dirigentes de las tres organizaciones que actúan en la región dejaron pasar tanto tiempo que la confrontación está cada vez más polarizada por las muertes violentas que han ocurrido en las últimas semanas.

Apenas el 21 de septiembre, los dirigentes de la Sección 22 del SNTE llamaron a las organizaciones de derechos humanos a emprender una campaña para exigir a los gobiernos federal y del estado que cumplan con su deber y tomen las medidas necesarias para detener la violencia en la región; hasta el momento no se ve ninguna consecuencia positiva a este llamado.

Recientemente, quizá con sobrada razón, integrantes del Movimiento de Unificación y Lucha Triqui Independiente (MULTI), se negaron a participar en una mesa de diálogo convocada por el Obispo Emérito de Tehuantepec, Arturo Lona Reyes, y el vocero de la arquidiócesis de Antequera, Wilfrido Mayrén Peláez (Padre Uvi).

El argumento esgrimido por su vocera para no asistir es lógicamente sustentable y puede considerarse hasta sólido, firme, pero en los hechos cancela una de las pocas posibilidades que existen de detener la violencia: sería, dijo, como un acto de traición sentarse a dialogar con quienes han asesinado a varios de nuestros compañeros.

Tienen razón, pero en vista de que a los gobiernos cada vez más lejanos e ineficientes de Calderón y Ulises les importa un bledo la posibilidad de que se sigan perdiendo más vidas de seres humanos, la propuesta de estos dos clérigos es, por lo menos, una posibilidad real de sentar a dialogar a los violentos para escuchar sus razones, si las tienen, y encauzar este conflicto por caminos diferentes a los que ha recorrido hasta ahora.

La indignación es justa porque cuando los cercanos se convierten en víctimas y sus asesinatos quedan sin castigo, se producen reacciones entendibles como la mencionada.

Sin embargo, es imperioso sobreponerse a las heridas de la agresión y la impunidad y demostrar que hay la decisión e inteligencia suficientes para intentar lo que no se ha podido lograr hasta ahora. Abundaremos…

Miguel Ángel

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