Súbitas conversiones
Porfirio Santibáñez Orozco
LLAMA demasiado la atención que en tiempos de cambio como los que presumimos, las decisiones de una élite insensible permitan que un personaje como Ardelio Vargas Fosado pase de encabezar mandos operativos de la Policía Federal Preventiva (PFP) a diputado local y para colmo sea parte de una comisión legislativa encargada de garantizar la transición democrática en el estado de Puebla.
Eso solo lo pudo haber propiciado el “nuevo” PRI y las posturas políticamente correctas, civilizadas, de los demás partidos que viendo para un lugar alejado de los intereses de la sociedad permiten este tipo de conversiones que por cierto no tienen nada de nuevas pero que se veían con más naturalidad en el pasado.
Entre los gobernadores de Oaxaca hubo dos personajes que por las artes del priísmo en sus momentos de mayor poder tuvieron una conversión similar a la de Vargas Fosado: un caso fue el de Manuel Zárate Aquino, que pasó de presidente del Tribunal Superior de Justicia a Gobernador y tuvo que ser depuesto por su incapacidad para dirigir el estado. El otro caso fue el del general Eliseo Jiménez Ruiz, que pasó de persecutor de la guerrilla en el estado de Guerrero a gobernador interino de Oaxaca. Ha habido otros casos de menor rango en los que más de un funcionario ha pasado de la procuraduría del estado a encargado de la educación.
Vargas Fosado, fue el mando que encabezó la represión de las protestas sociales de los trabajadores de la siderúrgica “Lázaro Cárdenas” de Michoacán, el que reprimió a los inconformes de San Salvador Atenco y el que por instrucciones del presidente más ignorante que hemos tenido en México actuó también contra el movimiento dirigido por la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO); él fue quien coordinó la ocupación militar de la capital del estado, en el aciago mes de octubre del 2006, con la que se intensificó la represión del gobierno federal que sostuvo a Ulises Ruiz Ortiz en la gubernatura y envió a cientos de oaxaqueños, como en los tiempos del porfiriato, a las prisiones de otros estados entre ellos Nayarit.
Hechos como este ya no deberían suceder en nuestro medio y cuando ocurren demuestran que seguimos teniendo una democracia de tercera que permite a represores como el mencionado, teóricamente encargados de aplicar la ley, convertirse en representantes bajo sospecha no de la sociedad sino de intereses que no tienen mucho que ver con ella. Abundaremos