Censura disfrazada
Porfirio Santibáñez Orozco
La firma del “Acuerdo para la cobertura informativa de la violencia”, este jueves 24 de marzo, impulsada por el gobierno federal y el duopolio Televisa-TV Azteca, es otro primer “gran” acto que está generando reacciones típicas y encontradas, propias de un país dividido y con una democracia en ciernes.
Vista en perspectiva, esta es una respuesta disfrazada a la insistente petición del presidente de la República de que hablemos bien de México. Es, también, una sutil toma de partido a favor de la presidencia de la República, para la cobertura sobre la violencia y, probablemente, para otros asuntos de igual o mayor envergadura.
La resonancia que le están dando los casi 700 medios involucrados a esta decisión está llevando a un gran sector de la sociedad mexicana a expresar su beneplácito. Este amplio sector está integrado por quienes de por sí les creen a las dos grandes corporaciones, y les creen porque esos medios televisivos les han impuesto una cultura de desecho; los llevan a “pensar”, ingenuamente, que con una campaña de propaganda disfrazada como ésta, los niveles de violencia van a disminuir y los desastres que vivimos por lo menos no nos van a parecer tan malos.
Los demás, tanto los medios no invitados como los ciudadanos y quienes expresan su sentir a través de las redes sociales, vemos con suspicacia y hasta con un dejo de burla su rosario de buenas intenciones.
Su declaración de que, ahora sí, van a actuar con responsabilidad y profesionalismo no necesitaba de toda la parafernalia que montaron para decir que van a hacer lo que de por si es una de sus obligaciones profesionales.
Un detalle de este proyecto que llama la atención es el que se refiere a la factibilidad de incidir, por medio del supuesto autocontrol de la información, en la situación de violencia que está viviendo el país: ¿quienes manejan las televisoras y los medios involucrados, de verdad creerán que con maquillar la violencia ésta va a dejar de existir o, por lo menos, tenderá a aminorar? ¿Con no difundir el contenido de las narcomantas o no publicar las fotografías de las cabezas decapitadas, éstas van a dejar de ser utilizadas como medios de intimidación entre las bandas que se pasean impunemente por un país dividido en plazas que se disputan con la complacencia de las autoridades?
Las exclusiones y las ausencias en este acto con el que se abrió la “Iniciativa México 2011” son, numéricamente, mínimas pero debido a su trascendencia harto significativas; por mucho que controlen, la verdad seguirá filtrándose a través de medios que no aceptaron la censura disfrazada a conveniencia de los tres socios mayores de esta nueva campaña, televisa, TV Azteca y el gobierno federal.
No es por un mero azar que esta campaña se inicie cuando los partidos hacen sus primeros preparativos para participar en el cambio de presidente de la República.
En el pasado reciente, las televisoras ya nos han dado muestras del control que quieren ejercer sobre la información. El caso más paradigmático fue el del secuestro y la liberación de Diego Fernández de Cevallos sobre el que solo difundieron lo que les convino pero no pudieron limitar el ejercicio periodístico de otros que a través de una investigación periodística difundieron mayor información al respecto. ¿Será por eso que después quisieron acabar a la revista Proceso…? Abundaremos…