Porfirio Santibáñez Orozco
A medida que pasan los días, se aclara lo que podría ser la estrategia que está tratando de utilizar el gobernador del estado para paliar los efectos de su derrota en las elecciones del 4 de julio y, de ser factible, evitar que lo alcance el largo, paciente y ahora merecido abrazo de la justicia.
Con sus votos, los oaxaqueños le deshicieron al gobernador saliente el escenario de continuidad que había columbrado confiadamente para su futuro: él sabe que no habrá maximato estatal, que va a ser difícil que sus leales de hoy se mantengan en esa actitud durante mucho tiempo y se afana en preparar las condiciones para evadir celdas y barrotes.
Llama la atención que actúe como triunfador y quiera imponer condiciones a su sucesor, cuando todo mundo sabe que en Oaxaca, por el momento, es un fracasado al que le conviene allanarse a una negociación en la que podría obtener, como máximo, no salir tan afectado.
La historia, se ha dicho hasta la saciedad, la escriben los vencedores no los derrotados; pero Ulises Ruiz insiste en ir cuesta arriba para ponerse al tu por tú con quienes le ganaron la mayor parte de los espacios de poder en el estado; sus dos acciones más recientes apuntan en esa dirección.
Con el decreto que le aprobó la sumisa LX legislatura local cree poder imponer condiciones para la entrega-recepción y hasta exige ser exonerado antes de tiempo, por una vía fast track; por otra parte, con la agresión policiaca a vendedores semifijos instalados en el zócalo de la ciudad de Oaxaca además de darles un coscorrón a quienes él pensaba que eran sus aliados circunstanciales, pretende iniciar una espiral de violencia que le permita entregar un estado sumido en la violencia.
No habrá cumplimiento de tales expectativas, porque ni el nuevo gobierno ni las organizaciones sociales caerán en el garlito de responder con beligerancia a la provocación ni el gobierno en formación aceptará las condiciones que pretende imponerle el adversario al que derrotaron en las urnas.
Si ya esperaron seis años, desde el 2004 cuando les escamotearon el triunfo, es lógico suponer que esperarán activamente los meses que restan para tener los hilos del poder en la mano y entonces si, ya como autoridades reconocidas y legitimadas, empezaran a actuar posiblemente para concretar la justicia prometida o para hacer como que hacen y para que, a su vez, el pueblo haga como que les cree.
Lo más preocupante de todo, por el momento, es que en el estira y afloja que se está dando para cumplir con el mandato de la alternancia en el ejecutivo decidida por los votantes de Oaxaca, la que sigue saliendo lastimada y, por lo tanto, la que sigue poniendo las víctimas es la sociedad. Ahora, con el atropello policíaco del primer lunes del cerro el riesgo que se abrió es el de que esta nueva oleada de violencia propiciada por el gobierno saliente alcance los bienes muebles de ulisistas reconocidos y, sobre todo, la integridad de personas inocentes. Abundaremos…