Porfirio Santibáñez Orozco
HAY de pendientes a pendientes. El del presidente del Instituto Estatal Electoral (IEE), José Luis Echeverría Morales, parece que se aplazará hasta el fin de los tiempos, si es que no se lo resolvieron al día siguiente de la llamada que todos escuchamos.
Los pendientes de Oaxaca podrían empezar a atenderse a partir del primero de diciembre de este año, si es que la arribazón de los arrepentidos que hoy quieren invadir al gobierno en ciernes no vira el rumbo del barco en una dirección diferente a la que se ha anunciado y se sigue prometiendo hasta ahora.
El Partido Acción Nacional (PAN) tenía un pendiente con Oaxaca que ha subsanado parcialmente al participar, de principio a fin, en la coalición Unidos por la Paz y el Progreso (CUPP), a pesar de todas las presiones del PRI para que no se metiera cuando la CUPP todavía no se formalizaba y para que la abandonara cuando ya era un hecho.
Esta persistencia recibió, el 4 de julio, una recompensa en votos del electorado de Oaxaca que colocó al partido blanquiazul en el segundo lugar en la votación total recibida, le dio 11 diputados en el Congreso y le dará la oportunidad de gobernar algunos municipios claves como la capital.
Montado en la ola de la victoria, el PAN tiende a olvidar que necesita limpiar más a conciencia su pasado inmediato y vuelve a las andadas. Antes de la jornada electoral, la situación de ese partido era otra por el pendiente que tenía con el pueblo de Oaxaca, no solamente con sus electores.
En el año 2006, teniendo todo para separar al Tirano hoy derrotado del poder regional que tenía, lo dejó ir vivo por su pacto histórico nacional con el PRI, por el temor de que su candidato a la presidencia de la República, Felipe Calderón, no fuera ungido presidente y por el chantaje de los priístas nacionales que cínicamente les dijeron a altos funcionarios y legisladores panistas: si ustedes quitan a Ulises, nosotros le cerramos la puerta a Calderón.
El costo que pagó el pueblo de Oaxaca por aquella decisión del PAN nacional fue la permanencia de un gobierno autocrático que de 2006 a 2010 regó más sangre de la que ya había esparcido en el estado y por su parte, el electorado oaxaqueño demostró que ese partido no le merecía ninguna confianza ni respeto y lo mandó al sótano en las elecciones de 2006, 2007 y 2009.
Ahora el PAN parece volver a las andadas al pedir, según se ha filtrado recientemente, a un hombre del viejo régimen, Raúl Bolaños Cacho, que dirija a su bancada en el Congreso local para que, se colige, asuma la dirección de la LXI Legislatura del Estado.
Si esa filtración es cierta ¿no habrá entre los diputados panistas otro legislador capaz de dirigir a esa fracción sin el lastre que significa el haber estado incondicionalmente al servicio del Ejecutivo en el viejo y todavía no enterrado régimen? ¿Tuvieron que recurrir a un político que cuenta entre sus “logros” el haber participado, precisamente desde la presidencia del Congreso estatal, en la conjura que acabó, en 1983, con el primer ayuntamiento progresista del estado, el de Juchitán de Zaragoza? ¿Será que los panistas no acaban de entender la lección histórica de que, a la larga, sus alianzas con el PRI siempre les resultan desfavorables? ¿Pensarán que hay priístas malos como el Tirano, de los que hay que alejarse, y priístas “buenos” como su invitado de estos días, con los cuales hay que estar unidos para construir un nuevo gobierno?.
Es posible que los panistas no registren todavía que la gente no olvida y que hoy está aprendiendo a usar su voto como herramienta para ajustar cuentas y exigir cambios por la vía más civilizada que existe hasta ahora. El electorado es como nos han dicho que es Dios: tarda pero nunca olvida y si no, pregúntenle a Calderón al cual hasta los Boy Scouts de Ciudad Juárez y de todo el país rechazan ahora, a su manera.
El aprieto en el que acaban de poner a Margarita Zavala en la reunión internacional de Boy Scouts que tuvo lugar en el estado de Morelos, es un indicador de que la guerra de los casi 25 mil muertos de Calderón seguirá teniendo una reprobación mayoritaria que podría expresarse en los índices de popularidad, la real no la ficticia construida por agencias contratadas para sesgar, así como en las preferencias electorales. Abundaremos.