La ausencia

Horacio Corro Espinosa

¿Qué fácil es la ausencia, verdad? Tan fácil como decir simplemente “me voy” y ya… A partir de entonces nace la exacta soledad. Se nos trepa a la garganta como una enredadera hasta formarnos costras para agarrotarnos, para dejarnos sabor amargo y para matarnos.

Cuando curiosamente yo estaba contento, cuando parecía que iba aprendiendo a vivir conmigo mismo, cuando creía soportarme, disimular mi vida… así, de un de repente me rompió tu ausencia. Así de fácil. Yo no sé cómo pero de un momento a otro me sacaste por uno de tus poros (porque siempre me dijiste que tenias tanto de mí que me transpirabas) y te fuiste sin decirme nada, nada. Así como cuando el aire pasa y no lo vemos pero se siente.

En tan corto tiempo ―después de haber vivido contigo unos días alucinantes― hoy se me hace tan difícil vivir otra vez en la soledad. Y parecía que ya me había escapado de ahí. No sé pero me parece tan irreal, tan innecesario, tan complicado, tan imposible que de un momento a otro yo pueda dejar de verte.

Y yo que creía todo lo contrario: que nunca volvería a estar solo. Me doy cuenta que estoy en la misma soledad de siempre. ¡Qué difícil! Y es más difícil todavía, cuando todo esto lleva el ingrediente insoportable de tu ausencia.

Desde que te fuiste empezaron y siguieron y le seguirán otros días que serán grises, inquietos, añorantes, con la desesperada esperanza de volver a ver tu perfil que me gusta tanto y tu mirada tierna…
Qué difícil es encontrar lo que uno busca. Qué imposible y doloroso resulta tenerlo para perderlo siempre. Y ¡qué afán el tuyo de hacerlo todo tan mal, siempre tan mal!

Seguiré siendo lo que me cincelaste: un solitario. Como puedes ver, me has hecho un ser desarbolado, sin raíces, sin anclas que me unan en un punto del paisaje. Tú así me imaginaste, así me marcaste como se marca a una animal. Soy un perfecto abandonado. Ninguna soledad tan sola como la mía. Pero soy. Al menos soy como la piedra que después de tantos años de rodar en el río, pierde sus esquinas para ser redonda. Así soy, pero tú, con el tiempo, dejarás de ser un dolor y un recuerdo en mi vida y caminaras con tus mismos ropajes de amor. Los usaras y los usaras a base de besos desabridos que no endulzaran a nadie. Yo en cambio, me puedo quitar esos ropajes porque no me gusta engañar. Yo no puedo decir te quiero sin sentirlo.

Lo siento, no puedo ocultar lo que te digo, como tampoco puedo dejar de desgarrarme la piel. Una cosa te digo y esto lo sabemos todos: si duele querer, más duele no querer y duele mucho más dejar de hacerlo.

Te fuiste y te llevaste mi fuerza, y mi ternura, y mi deseo, y el peso de todos mis ayeres. No sé cuántas cosas más me esperan. Te fuiste cuando yo ya había aprendido a deletrear tu nombre.

Durante todos estos días he vivido en una depresión desesperada. Me he encerrado sin querer oír ni ver ni hablar ni pensar ni meditar. Tal vez todo esto tenga un sabor cercano a la muerte, no lo sé.
A veces me dan ganas de salir a buscarte e hincar mi corazón frente a ti por una caricia de tus manos. Sé que esto es parte de la vida y hay que tomarla como viene sin tratar de escapar sólo porque ya no aguanto. Sabes una cosa, ya que me siento bien estando solo, ¡cómo quisiera estar contigo!

Twitter:@horaciocorro
horaciocorro@yahoo.com.mx

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