El Mundo
CRÓNICA
La última batalla de los Sioux
El indio Pequeño Trueno protesta en Dakota.
*El espíritu de Toro Sentado se ha levantado contra las excavadoras de un oleoducto que llevará petróleo del ‘fracking’
*La batalla se libra en una reserva de Dakota donde ni Trump ni Clinton han puesto un pie estos meses
*Hasta 200 tribus en pie de guerra. Los indios rebeldes, y pobres, han roto ya la indiferencia del pueblo americano hacia ellos
PABLO PARDO
La reserva india de Standing Rock, en Dakota del Norte y del Sur, es casi tan grande como Asturias pero sólo tiene 8.000 habitantes.
Entre ellos no está la persona más famosa de la reserva: Toro Sentado, que yace en el centro de la reserva, en la parte de Dakota del Sur, bajo un gran busto de piedra blanca, con el nombre y la fecha de nacimiento, en inglés y en lakota – el idioma de los indios sioux, una de las tres tribus que viven en la reserva -.
A su lado está la tumba de Sacagawea, la esclava india que guió a los exploradores Meriwether Lewis y William Clark cuando éstos cruzaron lo que hoy es Estados Unidos en un viaje organizado por el entonces presidente William Jefferson.Les llevó dos años. Y sobrevivieron al invierno cerca de donde está la tumba, gracias a la hospitalidad de los indios de la tribu Mandan. Una tribu que ya entonces estaba diezmada por la viruela que le habían transmitido los tramperos franceses, que patrullaban la cuenca del río Mississippi cazando castores.
Toro Sentado y Sacagawea miran al cielo rodeados por un paisaje que es una sucesión de páramos desolados. Porque al natural la gran pradera de Estados Unidos es poco más que un semidesierto azotado por un viento que no cesa nunca.
A los pies de las tumbas arrancan los acantilados por los que pasaron Lewis, Clarke, Sacagawea y los tramperos. Las cuestas y los cortados acaban en el río Missouri, que aquí forma el embalse de Oahe.
Este embalse anegó el 90% de los bosques y las tierras cultivables de la reserva de Standing Rock y de la de Cheyenne River, que está en la otra orilla del río. Cuando en los años 50 los sioux y los cheyenne trataron de contratar a un abogado que los protegiera de los planes del Gobierno de EEUU, la Oficina de Asuntos Indios se lo prohibió. ¿Para qué iban a tener abogado cuando legalmente no podían ni siquiera votar en parte del país ya que legalmente estaban “bajo el tutelaje” del Estado?
Todo Standing Rock tiene un aire de pobreza desolador: los alcohólicos tumbados en medio de las calles de casas prefabricadas a las 11 de la mañana; el triste casino de Grand River, a apenas 10 minutos en coche de las tumbas de Toro Sentado y Sacagawea; las personas de apenas 50 años que parecen de 80 por los estragos de la metanfetamina, la droga de los pobres de las zonas rurales de EEUU; y hasta las carreteras de rectas kilométricas que van de ningún sitio a la nada.
La reserva, como las demás de las dos Dakotas, es tan pobre que los únicos actos electorales que se celebran allí son las “alimentaciones” (feeders) y que consisten, literalmente, en que el Partido Demócrata ofrece comida a la gente junto a los colegios electorales, a ver si así se animan a votar.
El Partido Republicano, como no tiene votos entre los indios, trata de prohibir las “alimentaciones”, alegando que es compra de votos. Un hombre, una hamburguesa, un voto. En Standing Rock se comprende la frase de otro famoso caudillo sioux, Nube Roja: “Nos prometieron muchas cosas. Tantas que no recuerdo. Pero una sí la cumplieron: quitarnos la tierra”. También les quitaron el nombre. Sioux -pronunciado ‘súu’ – procede de como los llamaban sus enemigos ojibwa: “nadoiessoux”, que significa, ni más ni menos, “serpiente”. Dado que los ojibwa y los sioux llevaron a cabo entre sí una guerra de exterminio en busca del genocidio mutuo, es de imaginar que justo la palabra que les ha hecho famosos les enfurezca.
La única cosa que no les quitaron a los lakota fue la dignidad. Porque, en pleno 2016, la tribu ha organizado una rebelión para defender su estepa. Desde julio, cientos de activistas de 200 tribus están bloqueando la construcción de un oleoducto de 1.825 kilómetros cuya obra va a costar 3.800 millones de dólares (3.500 millones de euros) a través de un territorio que roza su reserva, y llevará el petróleo pesado extraído por medio del controvertido método del fracking desde Dakota del Norte hasta el estado de Illinois. Es la mayor concentración de tribus desde la época de las guerras indias del siglo XIX.
Perros y antidisturbios
Por ahora, no ha habido muertes. Pero sí violencia. Las autoridades de Dakota del Norte y del Sur y los guardias de seguridad de la empresa que construye el oleoducto, Dakota Access, han empleado perros y material antidisturbios para tratar de mantener fuera de las obras a los indígenas, que ahora cuentan con el apoyo de grupos ecologistas y de izquierda.
Sólo el sábado de la semana pasada fueron arrestadas 127 personas por tratar de interrumpir los trabajos de Dakota Access. El 3 de septiembre, seis personas tuvieron que recibir atención médica por mordeduras de perros, y otras dos docenas fueron rociadas con spray que produce picor e irritación en la garganta y en los ojos.
La periodista Amy Goodman -la misma que entrevistó a Pablo Iglesias cuando éste viajó a Nueva York en febrero de 2015 – fue arrestada por retransmitir la protesta para su programa de radio y televisión Democracy Now, que se emite a través de internet.
Las autoridades de Dakota del Norte la acusaron de incitación a la violencia y a la desobediencia civil, lo que implica cárcel, a pesar de que no había ninguna constancia de que hubiera hecho otra cosa que informar. Además, este jueves la policía detuvo a 141 personas, y en el tumulto se oyeron disparos balas de verdad en dos ocasiones, aunque no hubo heridos. Los arrestados fueron puestos en libertad, salvo uno.
La agresividad de las autoridades locales ha sido tan grande que los líderes de Standing Rock han pedido al Estado Federal -es decir, a Washington- que abra una investigación de lo que ellos consideran una actuación desproporcionada de las autoridades locales. Por ahora, sin embargo, el Gobierno de Barack Obama, tan dado a intervenir cuando se agrede a otras minorías -en especial la afroamericana-, no se ha pronunciado ante lo que el presidente de Standing Rock, Dave Archambult, califica de “militarización de las fuerzas policiales locales”. Lo más que ha hecho el presidente ha sido pedir que se suspendan las obras, lo que en la práctica apenas paralizó los trabajos durante 48 horas en septiembre.
Más atronador aún ha sido el silencio de los candidatos a la presidencia, la demócrata Hillary Clinton y el republicano Donald Trump. Claro que Trump ya ha dado su opinión de manera indirecta con su cartera: el promotor inmobiliario tiene una inversión de un millón de dólares (920 millones de euros) en Energy Transfer Partners, la empresa dueña de Dakota Access. Por una vez, no hace falta que Trump hable para que se sepa del lado de quién está.
El rechazo de los indígenas de Standing Rock tiene motivos tanto tangibles como psicológicos. Los primeros son los oficiales, están expuestos en la web de los sioux de Standing Rock y son de carácter medioambiental y cultural. Porque el oleoducto no pasará por la reserva, aunque sí a menos de un kilómetro de ella, en una zona en la que hay cementerios y lugares de culto tradicionales. Una cuestión muy delicada para los indios de las praderas, que están hartos de encontrarse en sus territorios a gente que entra a violar tumbas y llevarse los ornamentos que éstas tienen, bien como recuerdo, bien para vendérselas a coleccionistas.
Los heridos en septiembre por los perros de los vigilantes trataban de impedir que las excavadoras de Dakota Access empezaran a remover la tierra de un cementerio tribal. Fue una marea humana de cientos de personas que se abalanzaron sobre la maquinaria que avanzaba y sobre las alambradas que protegían a los equipos. Pocos días después, Dakota Access denunció que uno de los helicópteros con los que vigila -y que, según algunos, trata de incordiar a los manifestantes- había corrido el peligro de estrellarse contra dos drones (aviones sin piloto) dirigidos por activistas.
También está la cuestión de la salud pública. La tubería cruzará el Missouri a pocos cientos de metros río arriba de la reserva, a través del lecho del pantano de Oahe. Si se produce una rotura, los primeros afectados serán los habitantes de Standing Rock y los de Cheyenne River. Antes de que la contaminación llegue a Pierre, la capital de Dakota del Sur -que apenas tiene 6.000 habitantes y que se llena al atardecer de ciervos que cruzan las calles como Pedro por su casa-, habrán sido los indígenas los que la sufran.
Pero, además, hay un factor adicional: el agravio comparativo. Hace justo un año, el Gobierno de Barack Obama negó el permiso para construir una tubería de 525 kilómetros, el llamado Tramo XL del Oleoducto de Keystone, a través de Montana, Dakota del Sur y Nebraska. La razón fue que esa obra transportaría petróleo de la provincia canadiense de Alberta y de Dakota del Norte, en cuya extracción, por métodos no convencionales, se generan enormes cantidades de gases que causan el cambio climático.
El Partido Republicano estaba a favor del XL, como lo está Donald Trump (aunque, que se sepa, no tiene inversiones en TransCanada, que es la empresa que iba a construirlo). Pero no es menos cierto que ese partido sólo aceptó la obra una vez que las autoridades de Washington y TransCanada dieron garantías adicionales de que, en caso de rotura de la tubería, ésta no contaminaría el acuífero del que obtienen agua los ganaderos del estado de Montana, en su inmensa mayoría republicanos. Un acuífero que, encima, se llama Ogallala, una palabra que es una corrupción del nombre de otra tribu lakota, los oglalla.
Tratado del siglo XIX
Ninguno de esos argumentos es válido para la Justicia, para las autoridades de Dakota del Norte y del Sur, y para la empresa constructora. Según ellos, el oleoducto no presenta riesgos medioambientales y, además, el terreno por el que pasa no está cubierto por ningún tratado del siglo XIX entre Washington y los indios. Finalmente, arguyen, los indios de EEUU han hecho del litigio por sus presuntos cementerios una bella arte -y, en ocasiones, muy rentable-. Eso ya quedó de manifiesto cuando los indígenas de Massachusetts bloquearon, alegando que sus antepasados tiraban sus restos mortales allí, un parque eólico en el mar.
Para hacer más rocambolesca la historia, su principal apoyo fue la familia Kennedy, que no quería que las vistas al mar desde su mansión de Cape Cod quedaran alteradas por la presencia de decenas de aspas flotantes.
Así que para los indígenas está claro: lo que es necesario para las personas de origen europeo no lo es para ellos. Por eso, los descendientes de Toro Sentado se han lanzado a ocupar la pradera.
Primero lo intentaron en los tribunales, dado que la ruta del oleoducto es una flagrante violación del Tratado del Fuerte Laramie de 1851. Perdieron. Lo cual no es una sorpresa, porque los tribunales tienden a entender los tratados de forma asimétrica: cuando benefician a los indígenas, no valen; cuando ayudan a los descendientes de los colonos, sí. De hecho, el golpe de gracia al proceso legal de los indios lo dio un tribunal de Washington el 8 de octubre, la víspera del Día Mundial de los Pueblos Indígenas.
Entretanto, Dakota Access compró el terreno en el que se estaba realizando la protesta, y el campamento tuvo que moverse a otro sitio a varios kilómetros. Así que la controversia parecía camino de ser ignorada por los medios de comunicación de Estados Unidos, para los que los indígenas son un tema de mínimo interés. A fin de cuentas, ¿qué cabe esperar cuando el equipo de fútbol americano de Washington tiene un nombre tan inconfundiblemente racista como Pieles Rojas (Redskins)?
Pero los lakotas y sus aliados tienen en el siglo XXI una ventaja de la que carecían Toro Sentado y Nube Roja: internet. El vídeo de siete minutos sobre las protestas de septiembre colgado por Goodman ya cuenta con más de 14 millones de visitas. Y la semana pasada un juez de Dakota del Norte rechazó los cargos en contra de la periodista. Al mismo tiempo, la estrella de rock Neil Young y los sospechosos habituales de este tipo de causas en Hollywood -Susan Sarandon, Leonardo DiCaprio, Ben Affleck- se han pronunciado a favor de los indios.
Los disturbios del sábado fueron difundidos a través de Periscope, el servicio de vídeos de Twitter, y de Facebook Live, y esas retransmisiones han tenido decenas de miles de visitas cada una. Los indígenas también han creado la organización ReZpect Our Water, cuya grafía es claramente alternativa (sería el equivalente de emplear la letra k en lugar de la c en español), a través de la cual se han coordinado con una amplia gama de grupos de izquierda dentro y fuera de Estados Unidos.
Los indios de Standing Rock serán pobres, pero no tontos. Igual que sus ancestros dominaron la guerra de guerrillas en la pradera, ellos están aprendiendo la guerra de guerrillas mediática. Y, del mismo modo que los europeos sólo se impusieron a los indígenas por medio del uso de la fuerza, las autoridades locales y los guardias de Dakota Access están empleando todos los medios a su alcance contra el ingenio de los indios. Así, el sábado la Policía de Dakota del Norte abatió a tiros los drones de los manifestantes que estaban filmando la dureza de las fuerzas del orden. Y así los indios rebeldes de Standing Rock han conseguido romper la indiferencia de la sociedad de Estados Unidos. No han parado las excavadoras, pero han elevado la apuesta. El lunes bloquearon la autopista 1801, que cruza Dakota del Norte de lado a lado. Es la nueva guerra india del siglo XXI. Como ha declarado a la cadena de televisión ABC Cody Hall, el portavoz del campamento que ha bloqueado la autopista 1801: “Vamos a luchar hasta el final”. El espíritu de Toro Sentado, que fue asesinado después de haberse rendido y aceptado vivir en la reserva, sigue vivo en Standing Rock.
Con información de El Mundo España
@PabloPardo