Por Horacio Corro Espinosa
En todas partes del mundo existen clubes de todo tipo. Entre los más conocidos en nuestro país, están los clubes de rotarios y de leones. Es más, hasta Tito, el de la pequeña Lulú tenía su club. La verdad, no sé si todavía existan esas revistas, pero para los que no sepan, les diré que hace años, estas revistas, era como nuestra tablet de hoy.
Un club es un círculo, una asociación, como por ejemplo Alcohólicos Anónimos, Neuróticos Anónimos, Comedores Compulsivos, Drogadictos, etc., y eso sin tomar en cuenta a los clubes de admiradores de tal o cual artista. Si hacemos la suma de tales agrupaciones tal vez nunca terminaríamos de contar.
Hay clubes que a la mejor existen pero que no figuran, son como clandestinos. También hay clubes que sin tu saberlo, perteneces a él. Por ejemplo, si a ti te salen en cualquier parte de la cara unas bolas, a veces brillantes, a veces dolorosas, medio blandas, medio duras, que crecen fuera de todo control y a veces increíblemente desproporcionadas, por no decir que del tamaño de la misma cara, quiere decir que formas parte del club de los barrosos gigantes.
Cuando yo estaba en la prepa, tenía compañeras que les encantaba reventar los barros de los compañeros. Primero lo masajeaban hasta dejarlo blandito, luego se apoyaban con las uñas de los dedos gordos y lo aplastaban hasta expulsar su repugnancia. Hace días, me tocó ver en el zócalo de esta ciudad de Oaxaca, a un grupo de jovencitas, quienes portaban su uniforme de prepa, que le aplastaban los barros a uno de sus compañeros. El chavo, acostado en sus piernas, ellas, se distribuían sus granos para disfrutarlos. ¡Qué afán, me decía yo! Supongo que esas chicas pertenecen al club de las morbosas, porque les encantaba ver cómo le salía la sustancia al chavo. Al final de cuentas, a éste, lo dejaron con cara de pochote. Estoy seguro que si en ese momento fuera detenido por la policía para meterlo al bote, no entraría por los barrotes.
Y si eres de los que te salen tremendos tumores o golondrinos, también así les llaman, en las pompas, o los odiosos granos de la espalda, y no rara vez un chichón en la nariz, de esos que estorban a la vista; o te salen las famosas perrillas, que hasta la fecha mucha gente cree que brotan por dedicarse a ver escenas impúdicas de los perros. O si eres de los que tiene un callo por dedo en el pie, o un callo por planta, también en el pie, eso quiere decir que formas parte de un respectivo club.
Los diferentes tipos de absceso antes referidos, dicen los que saben de esto, que son el resultado de un proceso que se relaciona estrechamente con las emociones.
De ahí que no es mera casualidad ni mala pata que a la chica le salga ese espantoso barro sobre la punta de la nariz el día en que le festejan sus quince años. O que a la señorita se le reviente el barro, justo a la mitad de la entrevista laboral que le resolverá la vida.
Las personas que sufren estos males son en el fondo tímidas y un poco acomplejadas. Se irritan fácilmente y a la larga se hacen medias morbosas por la mercancía corporal con que negocian sus presiones, el nerviosismo, la angustia y el estrés, pues estos síntomas los tiene que pagar con dolores, incomodidades y vergüenzas hacia su persona. Lo mejor que se puede hacer, es llevar una alimentación sana y bajarle al estrés para que no aparezcan tan seguidos los barros, ronchas, espinillas, jiotes, astillas y demás. Creo que no hay de otra.
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