• Buscan nuevas formas de comunicarse y organizarse, asevera Héctor Castillo Berthier
• Al vivir en culturas con cambios acelerados desarrollan la capacidad de reinventarse, considera José Antonio Pérez Islas
• Asiste a la escuela 49.3 por ciento de quienes deben cursar la educación básica; a media superior sólo 24 por ciento, y a la enseñanza superior 21 por ciento
A las generaciones del nuevo milenio se les acusa de ser “presentistas”, de no tener una mirada de futuro, pero han mostrado una gran capacidad para adaptarse a nuevas condiciones, incluso a la incertidumbre permanente, afirma el coordinador del Seminario de Investigación en Juventud de la UNAM, José Antonio Pérez Islas.
La realidad cambiante los ha llevado a generar nuevas formas de comunicarse y organizarse, y un mecanismo integrador es la cultura popular urbana que está llena de nuevas expresiones, añade el coordinador de la Unidad de Estudios Sobre la Juventud, del Instituto de Investigaciones Sociales (IIS), Héctor Castillo Berthier, con motivo del Día Internacional de la Juventud, que se conmemora este 12 de agosto.
Pérez Islas expone que numerosos sectores juveniles que viven en culturas con cambios acelerados han desarrollado la capacidad de reinventarse continuamente.
“En las culturas donde el cambio es lento, los jóvenes aprenden de los viejos, pero en las que son muy aceleradas, no hay de dónde aprender, porque todos estamos enfrentando cosas nuevas y eso implica una capacidad de reinventarse permanente”, afirma.
En tanto, Castillo Berthier indica que en la Unidad que él dirige han desarrollado, desde 2005, mecanismos de interacción social para agrupar a jóvenes, retomar sus valores, sus potencialidades, sus conocimientos para que como colectivos puedan generarse a sí mismos empleo, educación, conocimiento, sentido de futuro, entre otros.
Los expertos universitarios coinciden en señalar que este sector de la población -integrado por 37 millones 784 mil 587 personas de 12 a 29 años de edad, que representa 30 por ciento del total de los mexicanos, de acuerdo con el Censo Nacional de Población 2020-, enfrenta múltiples desigualdades.
Por ejemplo, asiste a la escuela el 49.3 por ciento de quienes deben cursar la educación básica, pero a la media superior sólo acude 24 por ciento, y a la educación superior 21 por ciento, según el mismo Censo.
Además, 2.1 millones de ellos habla alguna lengua indígena -5.7 por ciento de los jóvenes- y 773 mil se consideran afromexicanos o afrodescendientes, representan dos por ciento de los jóvenes del país.
Autonomía interrumpida
Para ambos expertos la juventud mexicana enfrenta múltiples desigualdades y la actual pandemia por la COVID-19 ha tenido impactos muy diversificados en ellos.
Pérez Islas, doctor en Estudios Sociales, señala que entre los jóvenes profesionistas que estaban en proceso de alcanzar su autonomía, ésta se vio truncada.
“En cualquier sociedad lo que se pretende es que los jóvenes se conviertan en adultos autosuficientes, autónomos y muchos de quienes compartían departamentos vieron que sus roomies, quienes vivían fuera de la ciudad, regresaron a sus lugares de origen, otros tuvieron que retornar a la casa de sus padres porque ya no podían solventar renta, los gastos y eso significó un golpe drástico”, enfatiza.
En empleo, agrega, las cifras muestran que los jóvenes “son los primeros en ser despedidos cuando hay crisis, y los últimos en ser recontratados cuando hay crecimiento”. En la actual emergencia sanitaria sus empleos de bajos salarios, sin estabilidad fueron los primeros en recortarse.
Con respecto al ámbito escolar hubo un porcentaje importante que quedó al margen de la educación a distancia porque no tenía herramientas -computadora, celular o internet- lo que muestra que está lejos de ser una generalidad que las nuevas generaciones sean nativas digitales, que están permanentemente conectadas, interesadas en las redes sociales y con consumos globales.
Castillo Berthier, doctor en Sociología y director del Proyecto Circo Volador, expresa que más de la mitad de los jóvenes del país se encuentran fuera de la escuela -algunos porque necesitan trabajar o cuidar a familiares-, pero no significa que no quieran estudiar.
“Tenemos que identificar cuáles son las cosas en las que se quieren involucrar: las nuevas tecnologías, las redes, nuevos talleres sobre formas diferentes de entender el mundo. Tenemos una juventud no inserta en el proceso formal de educación, pero que quiere estudiar y necesitamos encontrar cómo fomentar esa educación informal”, destaca.
De igual forma, asegura que encontrar un empleo formal es complicado en un país en donde de cada 10 trabajos que se generan más de la mitad están en la informalidad y algunos pueden vincularse a la delincuencia. “Los jóvenes están buscando trabajar, pero no hemos desarrollado esa línea de conexión para favorecer su integración”.
La pertenencia a la familia es otro factor importante que da sentido de esperanza y futuro, de amistad y cercanía. Al trastocarse, los jóvenes salen a las esquinas, a sus barrios, en donde se presenta otro lenguaje más apegado a formas de comportamiento ilegal.
“Si uno entra en contacto con los jóvenes, revisa sus redes y formas de comunicación encuentra que están buscando palabras, temáticas, que los haga pertenecer a un colectivo.
Vale la pena revalorarlos, alentar y empujar estas nuevas formas de comportamiento que, ligadas a las ganas de trabajar, de estudiar, a la pertenencia colectiva, es lo que nos va a garantizar que puedan salir adelante y encuentren un mecanismo de participación, de integración”, remarca.
Jóvenes y política
Las nuevas generaciones están interesadas en la política, pero no en la política formal relacionada con los partidos políticos y una muestra es que se preocupan y participan en acciones relacionadas con el medio ambiente, derechos sexuales, protección de los animales, entre otros, manifiesta Pérez Islas, especialista en Políticas de Juventud por parte de la Organización de las Naciones Unidas.
Con él coincide Castillo Berthier, quien destaca que para integrarlos se requiere crear un lenguaje común entre ellos que les permita socializar ideas, difundir lo que piensan y crear actividades para establecer contacto entre diversas comunidades.
Un lenguaje común, ejemplificó, puede establecerse a partir del rock indígena, tratar de entender qué es lo que expresan y proponen. “Y más allá de lo que signifique como expresión musical, es utilizarlo como una herramienta que permita conectar a estos grupos con aquellos que trabajan temas de ecología, defensa de los animales, por la arborización de México, o los que están en contra de expandir las ciudades”, refiere el investigador, músico y también periodista.