* Premian novela “Canción de Tumba” de Julián Herber
* Galardonan a Álvaro Uribe, Mónica Lavin, Hernán Lara Zavala, Almudena Grandes y Julián Herbert
México, DF.- México no es un país de lectores, pero por eso mismo todos podemos ser Presidentes de la República, señaló Elena Poniatowska, durante la entrega del Premio Iberoamericano de Novela “Elena Poniatowska” y premios “Carlos Monsiváis” al mérito cultural de la Ciudad de México.
En el marco de las actividades de la XII Feria Internacional del Libro, en el Salón de Cabildos, ubicado en Plaza de la Constitución No. 2, primer piso, Centro Histórico, y en presencia del Jefe de Gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard Casaubon, preguntó ¿Cómo se vuelve uno lector?, es fácil.
Se toma un libro entre las dos manos, se le da vuelta, se le sopesa, se abre la primera página y se le dice: libro, aquí estamos tú y yo, te voy a regalar dos horas de mi vida ¿qué es lo que tú me vas a dar a cambio?.
Entonces, el libro responderá “voy a hacerte atravesar el océano sobre una barca de velas de los que ya no hay. Tendrás que amarrarte al mástil para que no oigas el canto de las sirenas, voy a lanzarte sobre tu caballo rocinante contra los molinos de viento; vas a ir a Comala a buscar a tu padre, porque todos somos hijos de Pedro Páramo. Una noche desvelado y lleno de fiebre, veras pasar a Aura, por el corredor y la seguirás hasta su cama”.
¿Por qué no leemos?. Leer se enseña, como se le enseña a los niños a usar el peine y el jabón; ‘lávate los dientes, porque si no se te van a caer’. También podríamos decir ‘lee porque si no vas a perder tú cerebro en la primera esquina’.
Si una acción se repite todos los días, se convierte en un hábito. Una madre que noche tras noche le lee un cuento a su hijo, le regala el mayor de los tesoros, la posibilidad de convertirse en Pulgarcito o en Dulcinea del Toboso, crearse un mundo interior y la certeza de que a pesar de todo nunca conocerá la soledad, al menos ignorará la que le quita todo sentido a la vida, la de la desesperanza.
Este premio se le otorga a escritores-lectores: Álvaro Uribe, Mónica Lavin, Hernán Lara Zavala, Almudena Grandes, y ahora al joven Julián Herbert. A los cinco la escritura les dio la oportunidad de salir de sí mismos, de cambiar su vida ¿Por qué?. Porque leían y de tanto leer escribieron lo suyo. Comieron libros como lo pedían los Beatles que nos cantaban que alimentáramos nuestro cerebro.
Este el caso de la novela “Canción de Tumba” del ganador del premio 2011, el joven Julián Herbert. La contraportada nos dice que la madre del ganador es una prostituta a punto de morir de leucemia, en un México en garras de la violencia y la corrupción.
Sin embargo, este es un libro que ríe, nos saca a bailar salsa, nos lleva a Cuba, a Berlín, Acapulco y hacia Saltillo. Y nos enseña a beber y a echarnos nuestros ‘pericazos’, pero sobre todo nos pone ante un autor de la talla de J.D Salinger, de Guillermo Cabrero Infante, y de Fabrizio Mejía Madrid.
Habría que advertirle a Julián Herbert que su vida es una canción buena onda. No se asemeja a la campaña de un candidato a diputado, y se mantiene milagrosamente libre de cualquier amargura y sobre todo de cualquier sentimentalismo.
“Canción de Tumba” es un alimento terrestre nutritivo, una bebida espirituosa y la primera reacción al terminar de leerlo es brindar con él y exclamar, como durante tantos años lo hizo el abstemio Monsiváis: ‘por mi madre, bohemios’.