Por Roberto López Rosado*
Leí preocupado la aseveración del gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, que la caída en el precio del petróleo es un fenómeno que no durará sólo unos meses, sino unos años, por lo que es necesario realizar un ajuste al gasto público acorde a la nueva realidad. Lo dicho por el funcionario no es poca cosa, significa un duro golpe para el país, pero particularmente para un enorme grupo de mexicanos y mexicanas.
¿Pero qué quiere decir esto?: Desempleo, despidos, freno a los salarios, menos inversiones y un largo etcétera. En cifras oficiales, nuestro país tiene más de 53.3 millones de personas en situación de pobreza, de las cuales, 11.5 millones sobreviven en la precariedad de la pobreza extrema. El crecimiento del Producto Interno Bruto anual ha promediado, de 1983 a 2014, apenas el 1.9%, y con ello el poder adquisitivo de los salarios se ha reducido en un 67.5%.
Lo dicho por el señor Carstens coincide en parte con lo expuesto en la agenda legislativa del Grupo Parlamentario del Partido de la Revolución Democrática para el segundo periodo ordinario del tercer año de ejercicio de la Cámara de Diputados del H. Congreso de la Unión. En dicho documento que aprobamos el pasado fin de semana en nuestra plenaria, señala: “La perspectiva económica para este año es alarmante por los efectos del desplome del precio del petróleo en los mercados internacionales. Con nuestra economía todavía atada en buena medida a los ingresos petroleros, y con un cálculo de 79 dólares por barril en la Ley de Ingresos recientemente aprobada, enfrentamos el precio internacional del barril, a la baja, en 39.32 dólares”.
Se han cumplido 25 meses de gobierno y en el cielo de nuestro país sólo podemos ver nubarrones en la economía de la nación y la de los mexicanos, particularmente los más pobres y las clases medias; rayos y centellas vaticinan una gran tormenta económica. Peña Nieto logró consolidar cinco reformas estructurales en los ámbitos financiero, económico, de telecomunicaciones, educativo y energético y a la par, inició una desaceleración en la economía. “El mercado interno se encuentra débil por falta de ingresos, los consumidores no muestran confianza y por si fuera poco, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), México es el único país del continente donde el salario mínimo es inferior (0.66 veces) al umbral de la pobreza”, señalan analistas en la materia.
No festejo el fracaso porque afecta directamente a los más pobres, a los campesinos, a los indígenas, a la clase media, por el contrario, nos preocupa la situación por la que el país atraviesa, pero me preocupa también que el gobierno se niegue a reconocer que las cosas no están como ellos presumen.
Durante una reciente reunión en la Comisión Permanente del Congreso de la Unión, de la que formé parte, funcionarios de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público aseguraron que no habría recorte presupuestal. La realidad les tapó la boca. Tres semanas después de esta comparecencia, el Secretario de Hacienda anunció el recorte presupuestal que sabemos es del orden de 124 mil 300 millones de pesos, lo que equivale al 0.7% del PIB, y al 3.1% de Presupuesto de Egresos de la Federación aprobado en Diciembre de 2014 en la Cámara de Diputados para el ejercicio de 2015.
Este enorme recorte en las finanzas públicas implica una disminución de 52 mil millones de pesos al gasto de la Administración Pública, de los cuales 65% son a gasto corriente y el restante 35% son a gasto de inversión, que fundamentalmente tocan los fondos que se destinarían a los trenes Transpeninsular y el México–Querétaro.
Meses atrás de la caída estrepitosa de los precios del petróleo, la revista inglesa, The Economist, ya vislumbraba los nubarrones: “El fracaso perseguirá al presidente Enrique Peña Nieto si no logra hacer avanzar la economía de México antes de que finalice su sexenio”. Esto lo advertía a consecuencia de lo que calificó de “mediocre” desempeño por la baja productividad que registraba el país. El crecimiento prometido, insisto, antes de la caída de los precios del petróleo, no ha sido suficiente, está muy atrás.
Por ello, el Grupo Parlamentario del PRD exigirá que el Congreso “se pronuncie frente al recorte anunciado por el gobierno para que se siga invirtiendo en infraestructura y en la generación de empleos y se blinden los programas sociales; para que a éstos no se les dé un uso electoral, como se ha pretendido hacer con la distribución de televisores digitales; para que se elimine, en todo caso, los gastos ineficientes y suntuosos del gobierno, se reduzcan sustancialmente los sueldos y salarios de la alta burocracia y los estratosféricos gastos en comunicación social de las dependencias gubernamentales, mucho más allá del 10% anunciado”.
Un hecho es claro, y no sólo lo señalamos nosotros desde la oposición, lo ha dicho el diario inglés: “El problema del Ejecutivo, es que sus otras reformas aún no han dado frutos tangibles, por lo que la tasa de aprobación al trabajo de Peña Nieto (frente al gobierno), está alrededor del 40%, la más baja para un presidente mexicano desde que comenzó el sondeo. La economía se ha desempeñado pobremente, creció sólo 1.1% el año pasado, y ante esto, los funcionarios de Hacienda, insisten en que el beneficio de las reformas, sobre todo de la energética, se sentirá sólo en el mediano plazo; que habrá un aumento en la economía entre 5 o 6% a finales del sexenio.
Estamos muy lejos del mundo feliz que nos había prometido Peña Nieto. Su problema es que sus reformas siguen sin dar “frutos tangibles” pero insiste que llegarán. Su problema también es que la economía del país está petrolizada. Carstens ha dicho: “El precio de petróleo se ha caído de manera importante y parece ser que es un fenómeno que no durará únicamente unos meses, sino unos años”. ¿Cuántos años? No sabemos. El gobernador del Banco de México ha sido claro: “la caída de los precios del petróleo no serán exclusivos de 2015 ni de 2016, (…) la nueva realidad en términos de ingresos petroleros, puede durar varios años”.
Por lo pronto, Carstens planteó que “sólo si es necesario”, el Banco de México “apretará la política monetaria si el tipo de cambio del peso frente al dólar representa un problema financiero”; llamémoslo por su nombre: devaluar el peso.
Sí, se mira relampaguear, el cielo está encapotado, pero estas gotas no son las de un fuerte chaparrón que alegre nuestros corazones, son nubarrones que anuncian una tormenta que generará serios daños.
*Diputado federal del PRD por Oaxaca