Por Horacio Corro Espinosa
Para el 17 de enero de 2018
¿Alguien sabe el número de asesinatos que ha habido a lo largo de este periodo de Gobierno?. Es difícil saberlo, ya que muchos casos de desaparecidos han quedado como eso.
Si no sabemos sobre el número de asesinatos, mucho menos vamos a saber el número de asaltos que se cometen en la entidad. Muchos de estos casos no son reportados porque la gente ya dejó de tener confianza en las autoridades. Es más, muchos opinan que autoridades y delincuentes son la misma persona. De ese tamaño es el asunto.
Un asalto, un robo, un levantón, un secuestro, ya no son motivos de noticia ni de asombro porque es algo habitual. Es más, ni la policía los toma en cuenta.
Lo que llama la atención son los casos escandalosos, que por lo mismo, han penetrado en la sociedad. ¿Se acuerdan de ese video donde se observa a elementos de la Policía Estatal de Oaxaca saqueando un rancho en Tuxtepec?. Eso fue en octubre del año pasado. Los afectados no quisieron levantar la denuncia por miedo.
Hoy en día, en cualquier lugar de la entidad oaxaqueña pueden suceder un sinfín de robos y asaltos callejeros sin que esto afecte a las estadísticas, porque eso es lo de menos.
Si por casualidad alguien levanta su denuncia por asalto callejero, o por robo de vivienda, o de lo que sea, sabemos que nunca habrá detenidos ni responsables ni nada. Así es este ciclo de nunca acabar. Simplemente el hecho quedará registrado en los anaqueles de la Procuraduría y en la memoria de los afectados como una simple anécdota que se vivió en tal calle, de tal lugar.
En la ciudad de Oaxaca han sucedido varios asesinatos al tratar de conseguir algo insignificante. Desafortunadamente, todo esto se está convirtiendo en un asunto asquerosamente normal. Parece que esa información que vemos todos los días, principalmente por las redes sociales, la estamos aceptando como algo normal.
Lo peligroso es que nos estamos acostumbrando a ver lo anormal como normal. Estamos acercándonos a aceptar lo malo como bueno, y lo bueno como malo. Estamos perdiendo la capacidad de indignarnos, por eso no encontramos solidaridad entre nosotros mismos frente a un hecho de violencia.
En la semana pasada asaltaron a nuestra compañera periodista Diana García. Esto sucedió a dos cuadras del Zócalo de la ciudad de Oaxaca, entre las calles de Trujano y Las Casas.
Una mujer le cerró el paso en la banqueta, mientras seis más, la atacaban por la espalda con navajas en mano. En unos cuantos segundos le tasajearon su bolsa donde llevaba grabadora, cartera y tarjetas de banco. Eso sucedió como a las 4:30 de la tarde. Su celular no se lo quitaron porque lo cargaba en la bolsa del pantalón.
Mientras avisaba por teléfono lo que le había pasado, 15 minutos después recibió una notificación de que habían dispuesto de su tarjeta bancaria.
No cabe duda que caminar por el centro de esta hermosa ciudad, es un verdadero peligro.
Oaxaca se fregó desde la llegada del secretario de Seguridad Pública, José Raymundo Tuñón Jáuregui. Ahora ni modo, se trata de un amigo del gobernador quien está al frente de nuestra seguridad.
Oaxaca no es la misma de hace 14 meses. Por la inseguridad que se vive dentro de ella, ¡ya valimos!.
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