*The Royal Tour, la aventura turística en un país convertido en una carnicería
*En las puertas del fascismo: ¿Escuadrones de la muerte?
*El cómodo expediente de los ajustes de cuentas
*¿Cuándo sabremos la verdad sobre la guerra al narcotráfico¨?
Por Libre Pensador
Esquizofrénico el discurso del Presidente: PRI, fue la cabeza del periódico Milenio del sábado 24 de septiembre del 2001. La cabeza parecía para este sorprendido lector aludir al programa The Royal Tour, de Peter Greenberg, un publicista turístico productor de un video donde el presidente Felipe Calderón es el guía de lujo para presumir a los espectadores estadunidenses los recursos turísticos de Baja California Sur, Campeche, Chiapas, Chihuahua, San Luis Potosí, Estado de México, Jalisco, Michoacán, Quintana Roo, Yucatán y Distrito Federal, mientras Washington advierte a sus ciudadanos de los riesgos de viajar a México, un país que se debate en un miedo que alcanza grados de terror después de las masacres de San Fernando, Monterrey y Veracruz.
Este programa promocional tuvo un costo dos millones de dólares– de acuerdo con la periodista Dora Estevéz– porque Greenberg no es ninguna dama de la caridad, y que según la nerviosa secretaria de Turismo, Gloria Guevara Manzo, fue financiado por la cadena hotelera IHG, una extraña asociación de empleados retirados de Estados Unidos y la Fundación José Cuervo, verdaderos filántropos.
Obviamente la señora Guevara negó cualquier uso de recursos públicos para este programa de promoción turística el cual se transmitió el 22 de septiembre a través de la cadena Public Broadcating Service (PBS).
Entre los objetivos señalados por la funcionaria estaba “generar un impacto positivo” en el público de los Estados Unidos de lo “que no se conoce de México en el extranjero”. La secretaría de Turismo esperaba una audiencia estimada para la primera emisión de 100 millones de personas en Estados Unidos y 300 millones a escala mundial con retransmisiones a más de 70 millones de hogares.
Pero tampoco podemos soslayar que The Royal Tour tenga un tinte electorero cuando en Estados Unidos hay mexicanos en condiciones de ejercer su voto en los comicios del 2012.
Pero la nota con el encabezado del diario Milenio propiedad de un empresario regio, Francisco González, que parecía aludir a ese programa turístico que presenta brevemente imágenes de violencia y luego recorre las bellezas de esos estados, se refiere a las declaraciones de dos diputados priistas, David Penchyna, vocero del Consejo Ejecutivo Nacional del PRI, y de José Ramón Martell, vicecoordinador del PRI en la Cámara de Diputados. ¿Coincidencias?
Ambos legisladores, sobre todo Penchyna se refieren a las incongruencias del discurso del presidente Calderón que por un lado acusa al PRI de frenar las reformas estructurales y otro día dice otra cosa. “Es difícil construir acuerdos cuando el discurso es esquizofrénico”, dijo el vocero del PRI. Martell, de su lado, acusó al presidente Calderón de conducirse con proclividad dictatorial para anular, constantemente, a los Poderes de la Unión.
Ese problema de esquizofrenia se ha convertido en una epidemia. Después de las masacres de Veracruz el discurso cómodo para eludir responsabilidades públicas del gobierno de Veracruz y del gobierno federal es deslindarse de una obligación central de cualquier Estado organizado como es el asegurar las convivencias pacíficas y la tranquilidad social. Y eso no está ocurriendo en México.
El reguero de cadáveres en Veracruz frente a los procuradores y presidentes de los Tribunales de Justicia del país caracteriza la descomposición que vive la nación, mientras en Nueva York el presidente Felipe Calderón pronuncia un discurso con el cual debió haber empezado su gobierno y su guerra contra el narcotráfico y el crimen organizado.
El secretario de Educación Pública, Alonso Lujambio, el 16 de septiembre en el 201 aniversario del inicio de una independencia, sometida hoy a intereses ajenos a la nación, dijo que el presidente Calderón había hablado con la verdad en relación con su guerra sin tomar en cuenta la opinión de los otros dos poderes, el legislativo y judicial, y el da le misma sociedad mexicana dividida con las elección del 2006.
Si habló con la verdad Calderón como dijo Lujambio el escenario público sería radicalmente diferente, seguramente su gobierno contaría con un consenso que le permitiría a su gobierno y a su partido volver a ganar las elecciones del 2012. O el presidente fue engañado o se engañó así mismo con una verdad que la mayoría de la sociedad desconoce. Los temores y el terror que infunde la carnicería que simboliza esta guerra estaría superada si efectivamente el presidente habló con la verdad. ¿A qué verdad se refirió Lujambio?
Hay varios tipos de verdad, el mismo presidente lo dice, la legal y la real que piensa la gente común y corriente que anda por las calles con temor de ser una víctima de los daños colaterales, de los padres de familia con el terror de que sus hijos sean víctimas de las organizaciones criminales o sean confundidos como sicarios en los retenes de los militares y marinos.
¿De qué verdad hablamos, la de la corte de los funcionarios de los gobiernos federal, estatal y municipales con altísimas rentas en sus bolsillos?
Lo más delicado de los 49 cadáveres de supuestos vendedores de drogas con “antecedentes penales”, según el gobierno de Javier Duarte, es que despiertan sospechas de ejecuciones sumarias de presuntos delincuentes en un estilo semejante al de las dictaduras brasileñas y argentinas que empiezan con el discurso de prometer acabar con los delincuentes comunes y terminan ejecutando a opositores políticos.
En Brasil, la dictadura militar entre 1964 y 1985 dejó miles de muertos, lo mismo confundía delincuentes con opositores, los identificaban como criminales del orden público. La propia presidenta Dilma Rouseff, víctima de esas violaciones en cadena de los derechos humanos de la dictadura militar brasileña, está dispuesta a emprender la búsqueda de la verdad. Dilma fue presa y víctima de torturas.
Los crímenes de la dictadura brasileña formaron parte de la Operación Cóndor, una estrategia diseñada en las décadas de los setentas y ochentas en Washington e implementada por la CIA para que las dictaduras militares de Brasil, Argentina, Paraguay, Uruguay, Bolivia y Chile exterminaran las disidencias políticas.
En la guerra contra el narcotráfico los papeles pueden confundirse cuando se recurre al cómodo y veloz expediente de “los antecedentes penales” y “ajustes de cuentas” para justificar la ausencia y vacíos de autoridad en las zonas donde las bandas criminales se disputan los territorios y donde libremente y a la luz del día dejan en la vía pública las carnicerías de sus brutales disputas.
Hoy México vive el exterminio de jóvenes socialmente sin futuro, son víctimas de un Estado incapaz de darles oportunidades y de una criminalidad que ha sido prohijada por la corrupción nacida en las propias estructuras gubernamentales, municipales, estatales y federales.
Si Calderón hubiera hablado con la verdad debió argumentar sólidamente sus motivaciones y no sólo usar slogans de propaganda para recuperar hipotéticos espacios públicos en manos de una criminalidad que hace y deshace en las mismas narices de las autoridades judiciales, como es el caso de las matanzas en el Puerto de Veracruz, la puerta histórica de entrada al país desde el siglo XVI.
Estos hechos de Veracruz no son nuevos, los crímenes masivos de migrantes centroamericanos y de mexicanos en San Fernando advirtieron a nuestras autoridades judiciales estatales y federales de las proporciones delictivas alcanzadas por los asesinos de cualquier bando del crimen organizado. Lo más grave es que sólo conocemos las matanzas que se exhiben como trofeos de guerra en las ciudades y puertos del país, no sabemos nada de las que ocurren en el interior del país.
¿Cuánto tiempo pasará para que sepamos la verdad de todos los crímenes de la guerra del narcotráfico?
Pasarán los mismos años de Brasil- más de 25 años décadas- para que conozcamos la verdad de lo que pasó durante el gobierno de Felipe Calderón.
Los espeluznantes hechos de Veracruz han colocado en una situación de mayor miedo no sólo a la población de Veracruz, sino del país, a pesar de que el gobierno panista se empeña en presentar un escenario maravilloso para el turismo en video propagandístico The Royal Tour en el que aparece el presidente como guía de turistas.
Si el país viviera ese paraíso para el turismo extranjero, la secretaría de Turismo debería voltear hacia las universidades que han ido modificando o suspendiendo los viajes de sus alumnos como parte de su formación académica hacia el interior del país.
En una Universidad de la capital un grupo de alumnos de Ciencias Políticas tenían como destino viajar a Los Tuxtlas, Veracruz, en los primeros días de octubre, pero prefirieron sus autoridades por temor a los riesgos cancelar ese viaje y buscar otro destino mínima amenaza.
En las mentes de esas autoridades escolares de esa Universidad estaba presente el hecho de que los llamados “zetas” llevan a cabo incorporaciones forzadas de muchachos y muchachas para sus filas, como lo ha denunciado el padre Alejandro Solalinde.
El presidente Calderón culpa ahora a los drogadictos estadunidenses y traficantes de armas de nuestra tragedia, cuando éstos han existido siempre. O el presidente Calderón pecó de ingenuo al ignorar este hecho que viene desde la Primera Guerra Mundial o bien simplemente pretendió acallar las voces suspicaces de fuera y dentro del país sobre su triunfo electoral, ahora colocado de nuevo en las lupas del sospechosísmo por las delaciones de la precandidata Josefina Vázquez Mota.
A estas alturas, a pesar de que reunido con paisanos nuestros en Los Ángeles a quienes el presidente Calderón prometió que no le temblará la mano para continuar con su cruzada, la tragedia de los 49 cadáveres regados en Veracruz advierte de los nuevos rumbos más sangrientos y crueles que está tomando la guerra entre los carteles y sus “ajustes de cuentas”, como los llaman eufemísticamente nuestras autoridades judiciales para intentar deslindarse de sus responsabilidades y aliviar las zozobras de la sociedad mexicana.
El daño mayor ya está presente en las nuevas generaciones. La costumbre es la violencia, la pérdida del respeto al valor de la vida humana cuando en cualquier ámbito de autoridad estatal o federal reducen las muertes como las de San Fernando a víctimas circunstanciales o a los “ajustes de cuentas”.
El gobierno del PAN tiene los meses contados en Los Pinos y lo más probable es que la mortalidad se eleve a cifras que superan los muertos estadunidenses en la intervención militar en Viet Nam. Ahora mismo se habla ya de 55 mil muertos en esta guerra y el gobierno lejos de sensibilizarse ahonda el desprecio por la vida humana, no obstante sus las creencias católicas de sus funcionarios pertenecientes a las filas del Partido Acción Nacional.
El proceso electoral para la sucesión presidencial del 2012 entró en plena y franca euforia. Los partidos PRI, PAN y PRD) han definido sus precandidatos, pero todos ellos se colocan en otras dimensiones siderales que no son las del país.
Sus luchas se circunscriben a círculos de vanidades personales, ansías de permanecer en los presupuestos públicos, ajustar sus propias cuentas, pero ninguno o ninguna tienen la valentía y el coraje de hablar de lo que está ocurriendo en el país y de sus terribles condiciones.
El PAN es el partido de la perversión, su presidente Gustavo Madero, se rasga las vestiduras por la defensa de la vida en los casos de los abortos, pero no hace mención alguna a la frialdad con la que su gobierno trata los asesinatos que deja la guerra del narcotráfico.
Y nos amenaza con un tercer gobierno del PAN, mientras sigue la cargada hacia Ernesto Cordero, ahora encabezado por Mariana Gómez del Campo, la coordinadora de los legisladores panistas en la asamblea capitalina, quien antes se cargó hacia Alonso Lujambio. ¡Vaya democracia panista! Gerardo Medina, el “petardo Medina”, se revolcaría a carcajadas en su tumba al ver tan burdo espectáculo.
No hay para dónde irse. Es el juego de las simulaciones y las vanidades cuando ya están decididas las candidaturas. Enrique Peña Nieto por el PRI; Ernesto Cordero empujado por el gran dedo divino de Los Pinos mientras Santiago Creel y Josefina Vázquez Mota hacen que como que se la creen y juegan a la democracia; y Marcelo Ebrard y Manuel López Obrador simulan que su amistad perdurará por los siglos de los siglos, así Martí Batres, René Bejarano y Dolores Padierna se arañen y se saquen los ojos con Jesús Zambrano y Jesús Ortega.En un país cimbrado por la violencia delictiva a los extremosos grados que se ha llegado en México por lo menos requerimos de candidatos con una idea clara, honesta y sensible de lo que ocurre al interior de la sociedad mexicana.
No hay forma de que se aspire a un acuerdo como él que sugiere el rector José Narro. El país navega en la nada de la nada. Pero eso es un sueño pensar en la reconstrucción de la nación, los políticos mexicanos mienten por su propia naturaleza, así comulguen cada domingo y se den golpes de pecho.
Felipe Calderón habla de ética al asumir la jefatura de la campaña presidencial de su partido del 2012. ¿A qué ética se refiere cuando se disfraza de presidente de todos los mexicanos y líder de los panistas?
Habla de que no interferirá en la decisión de la candidatura de su partido cuando está la cargada en pleno dirigida hacia Cordero. ¡Premisas axiológicas! ¡Vaya cuento! ¿Partido de principios? Ja…ja…ja…
“Estamos en guerra”, le dice el poderoso líder empresarial Lorenzo Zambrano a la reportera Ana Paula Ordorica en una entrevista para Excélsior. “Y en guerra no podemos actuar con los tiempos burocráticos de ayer.
Necesitamos actuar muy rápido y con mucha efectividad, y necesitamos que se erradique la corrupción que sí hay, y hay desgraciadamente más que nunca. Es un fenómeno muy triste pero existe”, le señala a la reportera el director general de Cemex al aludir la tragedia del Casino Royale.
Vivimos una carnicería. El miedo llegó hasta los círculos empresariales donde se decide el futuro de la economía nacional. Lo dicen los empresarios de Nuevo León, no cualquier vecino.
Alberto Santos, de la empresa Santos, junto con 13 empresarios, han llegado a pedir que se debata en el Congreso la legalización de las drogas y cambiar la estrategia para combatir las drogas. Los empresarios están dispuestos a dar su apoyo a las acciones que en vez de más muertos, se inscriban en reducir las adicciones.
Tanto el padre Solalinde como Santos coinciden en que el precio que se paga en esta guerra es muy caro en vidas humanas, sobre todo de los jóvenes que son enganchados por los narcotraficantes.
No sólo eran jóvenes los muertos de Veracruz, en Zacatecas días antes, según informes periodísticos, se citó a por lo menos diez de los muertos en un enfrentamiento entre supuestos sicarios con policías federales. Los muertos eran jóvenes de entre 16 y 18 años de edad.
Hasta ahora el presidente Calderón, en su discurso en la sede de las Naciones Unidas, se da cuenta que el crimen organizado mata más gente y jóvenes que “todos los regímenes dictatoriales juntos” y que tiene más poder que muchas naciones, aunque desde luego aclaró que no es el caso de México lo que no representa ningún alivio después del reguero de cadáveres en Veracruz cuando el mandatario estaba en los Estados Unidos.
Tanto que repela Calderón contra los expresidentes del PRI y de su pasado de corrupción que en algún momento el presidente surgido de las filas del PAN, al arremeter contra el poder de la delincuencia y sus rentas exorbitantes y el poder armamentista en la sede de las Naciones Unidas que en algún momento nos recuerda los incendiarios discursos de Luis Echeverría al culpar a las naciones ricas de la miseria y atraso de las naciones pobres y subdesarrolladas y hablar sobre los abismos entre los países pobres y las naciones ricas para ocultar la incapacidad de su gobierno para atemperar los extremos entre los miserables y los grandes ricos.
Calderón es igualito, culpa al exterior de lo que su gobierno no puede resolver; un conflicto que él mismo hizo estallar, tal como se dice en la jerga popular: se fue como el “borras”.
Si critican tanto al PRI por lo menos en Los Pinos deberían ver y escuchar los discursos de Luis Echeverría y José López Portillo en la ONU.
Finalmente, para no cometer mayores desaguisados el gobierno del priista veleidoso Javier Duarte determinó liberar a tuiteros María de Jesús Bravo Pagola y Gilberto Martínez Vera por advertir de los temores que agobian a la sociedad veracruzana, después de ser acusados de “terroristas” (válgame el señor”), una modalidad que se quiere imponer en el país para intimidar aún más a los periodistas mexicanos y a las redes sociales.
Y finalmente terminó la Caravana por la Paz de Javier Sicilia por el sur del país. Estas caravanas no se pueden medir con el banal barómetro de la popularidad y el éxito que desearan algunos colegas se equivocaron de fuente, no es la de espectáculos ni la fuente política.
Vayámonos en paz a ver el programa The Royal Tour para calmar nuestras malignas pasiones esquizofrénicas.
Todo está bien, el mejor periodista es aquel que calladito todo lo ve bien bonito, el que se hace cómo que pregunta a los políticos, al viejo estilo de un antiguo reportero de Radio Centro que grabadora en mano decía: “dígame lo que quiera…”
Todos estamos bien.
Lo que necesita el país son más fosas comunes.