Por Horacio Corro Espinosa
Para el 13 de julio de 2017
Qué lejos estuvo Oaxaca de aquello que escribió Fray Toribio de Benavente sobre la gran Tenochtitlan: “Estaba tan limpia y barrida que era difícil tropezar con algo”.
Fue en la época del México independiente cuando seguramente la basura comenzó a constituir un problema debido a que, en aquel entonces, el coronel Melchor Múzquiz, nombró una comisión para que reglamentara el Sistema de Limpia de la Ciudad, y por primera vez se establecieron multas de dos, cuatro y seis pesos a las personas que arrojaran “basura, tiestos, piedras y algunas otras cosas”.
Durante los diez días que se arrojó todo tipo de basura a las calles de la ciudad de Oaxaca, bien se podría competir por uno de los primeros lugares en el mundo en cuanto a producción de basura, y seguramente no haríamos un mal papel, si además se tomara en cuenta la calidad de lo que se desperdicia.
Fueron diez días de una estupenda oportunidad que tuvimos para hacer un registro de los desperdicios que se encontraban a lo largo y ancho de las calles de la ciudad. Haber hecho eso, hubiéramos sabido la clase de consumo que hace la sociedad oaxaqueña.
Cuando pasa el camión de la basura se echa todo aquello que deseamos ocultar en botes y bolsas que sacamos de la casa. El sonido de la campana es como la hora de deshacerse del desperdicio para sentirse que otra vez estamos limpios de toda culpa. Y para no sentir esa culpabilidad mucha gente salió a las calles a tirar sus desperdicios caseros, sin importar dónde. Lo importante para esa gente fue sacar la basura de sus casas. A nadie le importó la solidaridad.
Por todos lados vimos cerros y cerros de basura. Ese fue el paisaje durante días y días en la ciudad de Oaxaca. Fue un espectáculo demasiado grotesco.
La oportunidad que se tuvo con la basura era estar al tanto de lo que no se logra mediante las encuestas. El arrojar la basura sobre esos montones de basura, los pobres no pueden decir que son menos pobres de lo que son, ni los ricos pueden decir que son menos ricos de lo que consumen.
Las latas de cerveza y las botellas evidencian que se toma más alcohol de lo que se dice, que se tira más comida de lo que se cree.
A juzgar por lo que se encontró en los tiraderos callejeros, bien podría pensarse que Oaxaca es una entidad rica. Tan sólo el pan y la tortilla tirada podrían sumar miles de costales de cada uno de estos productos.
Si el gobierno coordinara una acción eficiente entre la ciudadanía para que se dejara de producir basura, y en su lugar se promoviera de manera intensa el reciclaje de metales, papel, vidrio, etcétera, se podrían salvar miles de hectáreas erosionadas que existen principalmente en la zona de la Mixteca.
Ante la falta de cultura de la reutilización o el reciclado de todo lo que se genera en los hogares, urge promover la separación del material que puede ser valorizable.
A través del reciclado se puede promover en los hogares el fortalecimiento de la economía, y en consecuencia, la conservación del medio ambiente. Si no estamos preparados para el siguiente cierre del basurero, que será muy próximo, se volverán a repetir los escenarios callejeros que acabamos de pasar.
Otra cosa que se vio durante estos días, es que había mucha gente recolectando comida.
Esto es una muestra de que hay personas que sufren muchas carencias. Una de estas carencias es el acceso a los alimentos. La falta a ese derecho básico tiene que ver en gran medida con el aumento excesivo de los precios de la comida y del empleo. Sin éste último, no se tiene lo anterior.
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