Oaxaca de Juárez, Oaxaca.- “Entre los héroes de la Independencia, destaca con luz propia por la pureza de sus ideales y su acendrado patriotismo, el general Vicente Guerrero”, afirmó el escritor Juan Arturo López Ramos, quien ofrecerá una conferencia sobre la vida de este extraordinario personaje, en el Claustro del ex Convento de Santo Domingo de Guzmán, este jueves 31 de octubre, a las 12:00 horas, a invitación del Museo de las Culturas de Oaxaca.
Procedente de una familia de campesinos, Vicente Ramón Guerrero Saldaña (1782-1831) trabajó desde su juventud como arriero, recorriendo continuamente su región natal.
En septiembre de 1810 se inició el levantamiento de Miguel Hidalgo y Vicente Guerrero se sumó casi de inmediato, con Hermenegildo Galeana y José María Morelos, quien reconoció los méritos de Guerrero y le otorgó el grado de capitán, ordenándole instruirse en el manejo de las armas, la fabricación de pólvora y las estrategias de guerra.
Cuando el cura Hidalgo fue ejecutado en julio de 1811, el liderazgo pasó a manos de Ignacio López Rayón y José María Morelos. Siempre al servicio de Morelos, entre 1811 y 1812 tomó parte en múltiples batallas y en la conquista de Oaxaca, y de nuevo por su demostración de valor, fue ascendido a teniente coronel.
Comisionado por Morelos en la zona costera del sur, Vicente Guerrero conquistó Puerto Escondido y Santa Cruz de Huatulco y participó en la toma de Acapulco.
En 1814, Guerrero y su Ejército escoltaron a los miembros del Congreso a Tlacotepec para darles seguridad, y después fue enviado a la mixteca como apoyo a las fuerzas insurgentes de Juan N. Rosáins y Ramón Sesma. Con un ejercido bien disciplinado, su táctica consistía en ataques sorpresivos y rápidos, lo cual le dio gran fama por su efectividad.
En 1815, tras la aprehensión y fusilamiento de Morelos, Guerrero se replegó a la sierra del Sur. Al relevar a Morelos en el liderazgo de la causa emancipadora, Guerrero se convirtió en la última cabeza visible de un levantamiento que parecía ya definitivamente sofocado: los jefes insurgentes Rosáins y Sesma aceptaron el indulto del gobierno; las tropas realistas controlaban ya casi todo el territorio mexicano.
El virrey español Juan Ruiz de Apodaca intentó coaccionar a Guerrero, valiéndose de su padre, para que también él aceptara el indulto, pero se negó diciendo: “Quiero y respeto a mi padre, pero La Patria es Primero”. En 1818 Guerrero es reconocido como general en jefe del Ejército del Sur.
A finales de 1820 el coronel Agustín de Iturbide fue designado por el virrey Apodaca para que pusiera fin a la insurgencia.
No pudo derrotar fácilmente a Guerrero y cuando éste lo invitó a encabezar una verdadera independencia de España, consciente de que las autoridades virreinales podían aceptar la independencia para liberarse de los efectos de la Constitución de Cádiz, Iturbide se pasó al bando insurgente y redactó el llamado Plan de Iguala (1821), programa político integrado por una proclama de independencia y un plan para el establecimiento de un Gobierno mexicano.
Con el apoyo de Guerrero, Iturbide avanzó al frente de su Ejército Trigarante hacia la ciudad de México, ganando adhesiones en todas partes. En septiembre de 1821, Iturbide entró triunfalmente en la capital, proclamó la Independencia y se puso al frente de un gobierno provisional.
Pero cuando, un año después, Iturbide se coronó emperador de México, Guerrero tomó las armas para apoyar la sublevación republicana del general Antonio López de Santa Anna. Iturbide cayó en 1823, y, tras un periodo constituyente, el Congreso eligió como primer presidente de la República de México a Guadalupe Victoria (1824-1829), quien incluyó en su primer gabinete a Vicente Guerrero como ministro de Guerra.
En la Presidencia de la República, el mandato de Vicente Guerrero sería muy breve: de abril a diciembre de 1829. El nuevo presidente quiso llevar a la práctica un programa de reformas radicales; la primera de ellas fue el tercer decreto para la abolición de la esclavitud, que tendría efectos definitivos.
Sin embargo, la gran mayoría de sus iniciativas legislativas, ya fueran de tipo económico o de reforma social, resultaron inefectivas a causa de la grave penuria en que se hallaban las arcas públicas.
En septiembre de 1829, para complicar más la situación, un ejército comandado por el general Isidro Barradas protagonizó el último intento de la monarquía española de recuperar su antigua colonia. Guerrero preparó la resistencia con todo esmero y ordenó a Antonio López de Santa Anna combatir al ejército invasor. El vicepresidente Anastasio Bustamante, conservador, conspiró para derrocar a Guerrero.
En un intento de recuperar el poder, Vicente Guerrero emprendió una rebelión armada con resonantes éxitos, especialmente tras la derrota del ejército de Armijo en Texca. Para conjurar el peligro, Bustamante fraguó una traición. Contrató los servicios del mercenario Francisco Picaluga quien invitó a Guerrero a subir a bordo del bergantín El Colombo, en Acapulco. Preso fue llevado a Oaxaca; se le sometió a un juicio sumarísimo y fue fusilado en Cuilapan, el 14 de febrero de 1831.
De forma póstuma se reconocieron sus extraordinarios méritos y su papel trascendente en la emancipación del país y en la fundación de la República: en 1833 fue declarado Benemérito de la Patria, y, en 1849, el recién creado Estado de Guerrero recibió su nombre en su honor.