Entrelíneas
Miguel Ángel Schultz
Julio es el mes de la temporada más alta de turismo, particularmente en el Valle de Oaxaca, por la presentación de la Guelaguetza durante la fiesta de los “Lunes del Cerro”, que ha perdido su sentido popular, manoseada por los intereses económicos, que en vez de preservarla, la ha pervertido, para dejarla en simple espectáculo para turistas.
Las fiestas populares son un elemento central en la construcción de la entidad cultural de una sociedad, son reflejo de tradiciones, costumbres, visión del universo, que refuerzan el tejido social y por lo tanto deben de ser preservadas.
Sin embargo, hoy la fiesta de los “Lunes del Cerro”, prácticamente ha desaparecido para dar paso a lo que se llama Guelaguetza, que es la presentación de danzas y bailables que nada tienen que ver con el término zapoteco de guelaguetza, que es una institución indígena que representa un compromiso de solidaridad entre las personas, que tiene que ser retribuido de la misma forma, ya sea en especie, dinero o en trabajo y que pasa, como deuda, de padres a hijos.
Es lamentable que durante este gobierno auto llamado del Cambio, que preside Gabino Cué, sea cuando más se ha agredido a estas fiestas populares de Oaxaca, con el pretexto que es el motor de la economía de la entidad y que era necesario mejorarla, y se haya terminado con la fiesta de los “Lunes del Cerro”, que se efectúa los dos últimos lunes del mes de julio, sólo se recorre cuando coincide con el aniversario luctuoso de Benito Juárez, que corresponde al 18 de julio.
Hoy en día, se hacen las presentaciones de la Guelaguetza, cuatro veces: una en la mañana, otra en la tarde, antes era una sola vez en la mañana y la octava al lunes siguiente. Además se han incorporado rituales, de bodas, bautizos que prolongan el espectáculo innecesariamente por horas.
Hasta la década de los años 70s, aún se conservaba la costumbre de subir a almorzar y a comer ese día al cerro de El Fortín, ya sea comprando los alimentos en los puestos que ahí se colocaban o llevando la comida en canastas y de paso admirar la exhibición de los bailables o simplemente, los jóvenes, pasear por el lugar.
Si escuchamos los promocionales de radio y televisión no dicen nada del mundo indígena que es Oaxaca, pareciera la presentación de un evento más, aunque se tiene la temeridad de afirmar que es la fiesta pluriétnica más grande de América Latina y sobre esa mentira se han ido tejiendo mitos y alguno que otro disparate.
Sin embargo, el espectáculo de la Guelaguetza, sirve hoy en día para promover el turismo a Oaxaca, cuya suspensión este año, por el conflicto magisterial, provocará pérdidas económicas, pero estás no serán en sí mismas catastróficas, debido a que infinidad de municipios indígenas conurbados a la ciudad de Oaxaca, se han apropiado de La Guelaguetza y la replican en sus localidades e incluso la escenifican en alguna loma o cerro, que este en la proximidades del caserío de la población.
Bien se haría reorientar al turismo a esos sitios, en lugar de estar utilizando las protestas magisteriales, como la catástrofe, que no es como la pintan, e incluso podría la actividad turística salir beneficiada de esta crisis, siempre y cuando el gobierno de Gabino Cué, no busque echar a los empresarios encima a los maestros de la 22 para debilitarlos y fortalecerse, porque quien más ha dañado la Guelaguetza es el gobierno.
Estas representaciones tienen la virtud que al ser retomadas por comunidades de municipios como Etla, Zaachila y Ocotlán, entre otros muchos más, se recrea el sentido popular de la festividad. Incluso los integrantes de la Sección 22 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), desde el 2006 efectúan la llamada “Guelaguetza Popular”, donde tiene cabida toda la población, que la burocracia gubernamental echo del Cerro del Fortín.
El turismo que viene a la ciudad de Oaxaca, no llega buscando un “espectáculo” para turistas, arriba para convivir con el pueblo de Oaxaca, porque provenimos de una cultura que tiene por lo menos unos 12 mil años de estar asentada en el Valle Central de Oaxaca.
Esa visión distorsionada de lo que es Oaxaca para el turismo ha propiciado que el Centro Histórico se haya convertido en una “cantinota”, como se le llaman ahora a los antros, cuyos concesionarios, muchas veces son ex funcionarios municipales de Oaxaca de Juárez, que se premian con esas licencias, aunque con ello el alcoholismo y drogadicción este en ascenso entre los jóvenes oaxaqueños.
@MiguelAschulz