El futuro de las ballenas, amenazadas por múltiples peligros, centrará la conferencia internacional de la semana próxima en Eslovenia, donde más de 80 países abordarán una propuesta de creación de un santuario en el Atlántico Sur.
Todo parece estar dispuesto para una nueva confrontación entre partidarios y detractores de la caza de cetáceos, entre los 88 miembros de la Comisión Ballenera Internacional (CBI), que se reúne cada dos años.
Los principales puntos de discordia son la caza que Japón lleva a cabo cada año en nombre de la ciencia, acusada de tener en realidad fines puramente comerciales, y la propuesta de varios países del Atlántico Sur para crear un santuario que las proteja.
Países cazadores como Japón, Noruega e Islandia se enfrentan al resto del mundo en temas relacionados con la soberanía, la cultura y las tradiciones de caza, los derechos indígenas y la voluntad de conservación del medioambiente.
Para los ecologistas es, además, una cuestión de crueldad.
“La caza de ballenas no tiene razón de ser en el siglo XXI. Es algo del pasado e intrínsecamante inhumano”, dijo a la AFP Claire Bass, de la Humane Society International, desde Portoroz, donde se reunirá la comisión del lunes al viernes.
“No existe una manera humana de matar ballenas en el mar”, dijo. “Muchas perecen tras una lenta agonía por heridas infligidas por arpones con punta explosiva”.
Según la activista, “ese tipo de trato de los animales no tiene lugar en una sociedad moderna y civilizada, especialmente cuando no existe una necesidad humana imperiosa de consumir carne de ballena en Japón, Noruega o Islandia. No se trata de subsistencia, la gente no se está muriendo por falta de carne de ballena en esos países”, agregó.
La reunión marcará el 70º aniversario de la CBI y el 30º de la adopción de la prohibición mundial, que se estima evitó la matanza de decenas de miles o incluso cientos de miles de ballenas.
Esta prohibición, adoptada en 1982 pero que entró en vigor cuatro años más tarde, también permitió a muchas poblaciones de ballenas recuperarse tras ser objeto de caza hasta casi una extinción en el siglo XX para explotar su carne y su grasa.
La única forma de caza autorizada por la comisión es a través de una licencia de caza aborigen de subsistencia, otorgada a comunidades tradicionales de Norteamérica, Rusia, Groenlandia y las islas caribeñas de San Vicente y las Granadinas.
Pero Japón fijó sus propias cuotas de caza “científica”, mientras que Noruega e Islandia practican cazas excepcionales, registradas ante la comisión, con fines comerciales.
Según las últimas cifras de la CBI, desde 1985, 16.235 ballenas fueron cazadas bajo licencia científica, 10.139 bajo licencia de subsistencia aborigen y 24.381 con fines comerciales.
En 2014 y 2015, Japón recurrió a la caza científica para capturar 196 ballenas.
La Corte Internacional de Justicia de La Haya dictaminó en 2014 que Japón había abusado de la excepción científica, tras lo cual Tokio suspendió la caza, reanudándola al año siguiente en el que mató a más de 300 ejemplares.
En la mesa de la conferencia figura una propuesta de Australia y Nueva Zelanda para revisar los programas de pesca “científica”.
“La CBI puede dar un paso significativo en la buena dirección al adoptar la resolución propuesta que abrirá la puerta a una revisión más independiente y completa de esos programas”, indicó Aimee Leslie, que dirige el departamento de cetáceos del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF).
Como era de esperar, Japón se opone a la medida.
Otro tema es la creación de un Santuario de Ballenas del Atlántico Sur, presentada por Argentina, Brasil, Gabón, Sudáfrica y Uruguay, países que desarrollaron actividades turísticas vinculadas al avistamiento de ballenas.
La propuesta, que requiere una mayoría de tres cuartos para ser adoptada, fracasó en varias reuniones anteriores. Cada país tiene un voto.
“Durante el siglo XX, la gran mayoría de la caza tuvo lugar en el hemisferio sur”, dijo Bass, refiriéndose a la necesidad de crear el santuario. “Esas poblaciones estuvieron al borde de la extinción y apenas se están recuperando”.
Según el experto en ballenas de Greenpeace John Frizell, la creación del santuario en el Atlántico Sur “sería un hito enorme para la protección de las ballenas“.
“Ante la multitud de problemas a que se ven confrontadas estas magníficas criaturas, necesitan océanos saludables y no un retorno a la pesca comercial”.
Fuente
la información.com