Por Horacio Corro Espinosa
Para el 21 de marzo de 2018
Así como los billetes pierden su valor con el tiempo, hay palabras que por su significado también han perdido su valor. De tanto usarlas se degradaron, y por lo mismo, terminaron exprimidas sin sentido alguno. Otras palabras fueron desangradas, envenenadas o injuriadas.
Tres palabras son las que en este momento electoral hacen mucho ruido por su significación: justicia, corrupción, y paz. Estas palabras han sido usadas como calmantes ante la situación por la que atraviesa nuestro país, pero aún con ellas, ya no justifican ni significan mucho.
Estas tres palabras juntas las tratan de referir con la esperanza. Esperanza que creen los que las dicen, que todavía las espera el pueblo.
El pueblo… con todo respeto, ¿alguien sabe quién es o quiénes son el pueblo?.
Muchos han de pensar que se trata de una pregunta necia, pero de tanto escucharla, de tanto que la repiten los políticos, parece que lleva la intención de hacer a un lado a gran parte de la población.
Los políticos así como los funcionarios de los tres niveles de gobierno, siempre echan por la boca aquello de que ellos están para servir al pueblo, pero ellos no son el pueblo.
Si se dan cuenta, por ejemplo, las fuerzas armadas y los cuerpos policiacos y todos los similares y conexos, dicen que están para resguardar la paz y garantizar la seguridad del pueblo. Esto quiere decir que toda esta bola de gente tampoco son ni pertenecen al pueblo.
Los líderes obreros, burócratas, campesinos, sindicatos y demás organizaciones, aseguran que por encima de los intereses de sus propios agremiados, están los intereses del pueblo, con lo cual, estos sectores mayoritarios también quedan excluidos de ser pueblo.
Los empresarios, los banqueros, y todos aquellos que tienen mucha lana, no sólo no son ni les interesa ser pueblo, es más, demuestran no serlo cada que tienen oportunidad de manifestarle a éste su desprecio.
La clase media, esa que casi ya no existe, esa que se confunde cada día más con la baja sociedad, le tiene una especie de horror a la sola posibilidad de llegar a ser pueblo.
Lo que sí nos queda claro a todos, es que al pueblo se le trata como a un imposibilitado que no puede valerse por sí mismo y necesita de alguien que lo guíe, que lo proteja, defienda, lo entretenga. Al pueblo se le ve con tanta invalidez, que por lo mismo se cometen muchas infamias en su nombre y en su contra.
Sólo en las campañas políticas se le reconoce el evidente abandono en que se le tiene. Sólo en las campañas se nota su miseria y su soledad. Es cuando abundan los defensores que a la menor provocación se rasgan las vestiduras para que los electores vean que en su pecho trae escrito un mensaje de generosidad. Todos estos buscadores del voto se convierten en auténticos poetas de sacrificio con el pueblo. Ellos son capaces de derramar su sangre porque sienten el sufrimiento, el hambre, las enfermedades, su sometimiento y demás, porque en ese momento son igual a ellos. Y lo de siempre, prometen que desde la Cámara de Diputados, o desde la Presidencia Municipal, o desde el Senado, desjorobarán al pueblo de todos sus males y sufrimientos.
Les vuelvo preguntar una vez más: ¿quiénes son ustedes que me leen, en este momento?.
¿Cuántas veces al día oyen o leen la palabra pueblo?. ¿Cuántas veces justicia, corrupción, y paz?. Pero, ¿quién de ustedes escucha esas palabras conscientes de su significado real?. ¿Cuántos de ustedes se reconocen como pueblo?.
En muchas ocasiones la gente confiesa venir de arriba o de donde se pone el sol, o donde se oculta, pero eso no sirve.
Sería hermoso que se dejara de prostituir el significado de las palabras, y mejor asumieran un verdadero compromiso social y moral, que presumen decir en los discursos.
Si alguna vez te has sentido sin raíces, desgraciado, y con ganas de sostenerte en algo pero no lo encuentras, quiere decir, entonces, que hay un serio problema en este país: el pueblo no existe.
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