Por Roberto López Rosado*
Era el 6 de julio de 1988, los mexicanos salimos a votar de manera masiva. Había en la boleta electoral el nombre de un personaje que significa una esperanza para el país: Cuauhtémoc Cárdenas, ese personaje quien había cimbrado al PRI desde adentro y había logrado cohesionar no sólo a la izquierda sino a una clase media, harta del priísmo y sus gobernantes.
Las horas pasaban y en la sede nacional del Partido Revolucionario Institucional los teléfonos repiqueteaban. Llamaba de todas partes del país. Las noticias no eran nada buenas. El presidente nacional de este partido en aquel momento, Jorge de la Vega Domínguez, hablaba con el candidato presidencial; le informaba que su contrincante del Frente Democrático Nacional llevaba la delantera y por ello se estaba retrasando el “festejo” de los priístas allá por los rumbos de Buenavista en la ciudad de México.
Cerca de la media noche, Carlos Salinas de Gortari, el candidato del PRI, volvió a llamar a De la Vega Domínguez. Le exigió que anunciara que su “triunfo” era “irreversible” y “contundente”. Fue aquella madrugada –ya el 7 de julio- cuando el secretario de Gobernación de Miguel de la Madrid, Manuel Bartlett, afirmaba que no podía dar resultados porque, según dijo: “se calló” el sistema o mejor dicho, se cayó el gobierno porque el triunfo correspondía a Cuauhtémoc Cárdenas. Desde ese entonces a Carlos Salinas se le llamó el “presidente espurio”.
Su “triunfo” quedó manchado. A la democracia se le fusiló, se le asesinó. No sólo Salinas había “ganado” a través de la compra y coacción de voto sino también por una y miles de triquiñuelas, amén de aquel fraude cibernético que se orquestó desde la Secretaría de Gobernación.
Han pasado 27 años de aquel momento que si bien significó un cambio importante para la vida del país, algunos analistas políticos e historiadores lo equiparan con lo que representó el movimiento de 1968 y la matanza de Tlatelolco o bien lo que constituyó el despertar cívico luego de los sismos de 1985.
En nuestro país es muy común que se hable, que se asegure que “vivimos en una democracia”; que la ciudadanía cada tres o cada seis años puede elegir a sus representantes en el Congreso de la Unión, en los congresos locales, a sus presidentes municipales, a sus gobernadores y al presidente de la República, pero no, desgraciadamente muchos de quienes llegan a esos cargos, están ahí, no por la voluntad popular, no por el voto de las y los ciudadanos. No. Han llegado y siguen llegando por la compra y coacción del voto, gracias a los cacicazgos políticos y económicos de quienes desde esos poderes deciden quiénes habrán de llegar y para qué tienen que llegar.
Este lunes 3 de agosto, la Sala Regional Xalapa del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), falló a favor de la candidata del PRI del distrito 07 en Juchitán, Oaxaca, Yarith Tannos y rechazó las pruebas que el PRD y la CDP presentamos ante esa sala regional que permitía que exigiéramos se repusiera la elección.
De 450 casillas que se debieron haber instalado el 6 de junio pasado, en 151 hubo irregularidades, robo y quema de urnas, casillas que no se instalaron, sumando un total de 37.11 por ciento de irregularidades, porcentaje por arriba del 20 por ciento que la ley exige para que se reponga la elección.
Afuera de la Cámara de Diputados un grupo de compañeras juchitecas decidieron desde el sábado 1 de agosto ponerse en huelga de hambre para llamar la atención de la opinión pública nacional y de Oaxaca y de los magistrados del Tribunal Superior Electoral del Poder Judicial de la Federación para que en su calidad de autoridades electorales, actúen con objetividad e imparcialidad. Sin embargo, por mayoría decidimos dejar la Cámara de Diputados y trasladar esta lucha a Juchitán y a todo el Istmo hasta que haya un fallo como marca la ley.
Por ningún motivo podemos afirmar que México vive una democracia. Es muy común leer, escuchar que muchos critican férreamente que en otros países no hay democracia, que se vive en una dictadura. Creo que tienen razón, que la democracia es una palabra que allá es falsa, sí, pero también aquí es mentirosa.
Nadie puede afirmar, nadie se puede ufanar que vivimos en una democracia plena, mientras en nuestro país, sigan vivas esas viejas prácticas que vienen desde los tiempos de Don Porfirio, desde los tiempos de aquel líder sindical de las gafas oscuras.
Qué triste que nuestra nación siga siendo ejemplo de las marrullerías electorales; de que a la gente pobre se le puede comprar su voto con 500 o mil 500 pesos, con una despensa, con la promesa de que serán incluidos en un programa social, con una pantalla de televisión o peor aún, como ocurrió en el distrito 07 de Juchitán, que la candidata del PRI tenga que recurrir a grupos de choque para que se robaran las urnas o las quemarán o corrompiendo a los presidentes de casilla para que no las instalaran. Todo esto ocurrió, por cierto, donde sabían que los resultados no les serían favorables.
El fallo del Tribunal Regional con sede en Xalapa se parece mucho a aquel fallo que le permitió a Carlos Salinas de Gortari ser presidente de México, pero también lo llevó a ser, tal vez, uno de los presidentes de México más despreciados, más rechazados. Por eso lo llegaron a llamar y aún se le recuerda como espurio.
De consumarse el robo contra nuestra compañera del PRD, María Cruz Vázquez; Yarith Tannos del PRI, será una diputada despreciada, rechazada por las y los juchitecos, una diputada espuria, pero ojalá esto pueda significar el despertar cívico de las y los juchitecos y de la sociedad oaxaqueña.
*Diputado federal del PRD por Oaxaca