La comuna de Oaxaca de Carlos Ramírez

René Avilés Fabila
Jamás oculta su postura
La Comuna de Oaxaca, su más reciente libro, es original. Es periodismo de investigación a fondo

Los principales operadores de la transición que estamos llevando a cabo los mexicanos, han sido los medios y no los partidos, en una sociedad que no acaba de darse cuenta de su poderío. No todos los medios ni todos los periodistas, pero sí muchos que incluso han arriesgado la vida en pos de un sueño: que México salga del atraso. La lucha se ha dado en los medios, efectivamente, sobre todo en los escritos, en esos que tienden a desaparecer sustituidos por las nuevas tecnologías de la comunicación. No es posible competir en celeridad con los electrónicos, pero estos siguen siendo incapaces de responder a las preguntas que surgen en toda información. En el mundo de papel, que se antoja anacrónico, cuentan periodistas como Carlos Ramírez, cuya larga carrera lo ha llevado a poner en práctica todos los géneros literarios y a mezclarlos con su vocación literaria. No sólo escribe un excelente castellano sino que suele estructurar sus materiales como literatura eficaz. Lo que llamamos después de Tom Wolffe, nuevo periodismo. La inteligente mezcla de dos géneros que parecieran distintos y antagónicos: uno es el reino de la ficción, el otro de la veracidad. De uno, de la literatura, se toma el arte del buen escribir, de estructurar los materiales periodísticos de mejor manera y menos tradicionalmente; del otro, el periodista se ajusta a la realidad de modo impecable.

La Comuna de Oaxaca, su más reciente libro, es original. Es periodismo de investigación a fondo. Jamás oculta su postura, es implacable con aquellos que han contribuido a envilecer a Oaxaca, su tierra natal. Parte de una metáfora notable. El viejo ejemplo que conmoviera a Marx y Lenin. ¿Por qué el fracaso de la Comuna de París? ¿Por qué los obreros detuvieron sus avances, que les impidió seguir adelante? Marx pensaba que fue la ausencia de un plan político, social y económico, y la de un partido al servicio de los trabajadores. Para Carlos Ramírez algo semejante ha sucedido en Oaxaca. Los comuneros (llamémoslos así a los de la APPO) quedaron atrapados entre dos fuerzas que aún siguen en pugna: de un lado el antiguo régimen, del otro, la incapacidad total de sus opositores a modificar las cosas. No basta la fuerza, bruta en este caso, sino poseer un proyecto político serio. No se trata de asaltar el patrimonio de los ciudadanos, de destruir y pintarrajear edificios y plantarse en las calles impidiendo toda clase de trabajo transformador. En pocos lugares como Oaxaca la sociedad fue atropellada en aras de luchar contra el autoritarismo priista. Todos buscan el poder. Aquellos que provienen de fuerzas, en su origen de izquierda, como ya es común, han terminado gobernando de forma idéntica al viejo PRI. Los partidos han recogido la herencia de un modo despótico y han sido incapaces de hurgar en sus virtudes.

Carlos Ramírez, para escribir La comuna de Oaxaca, sigue un método interesante, usa sus propios materiales, producto de investigaciones y edifica una obra que explica una situación compleja y discutible. La alternancia no es suficiente para que Oaxaca o México en su conjunto avancen hacia metas mejores. Aunque el libro no abarca el reciente proceso electoral, vale la pena preguntarse ¿qué harán Gabino Cué y sus aliados? ¿Vengarse o pensar en el bien del estado, en la reconciliación? Allí está la dificultad. No hay ética ni principios ideológicos, sólo una imperiosa necesidad de poder. Sumar fuerzas para sacar a los caciques. Ahora tendrán que probarnos que juntos pueden dejar los antiguos vicios y darle al estado una nueva fisonomía. Nada hace pensar que esa perversa alianza tendrá éxito.

Existe algo peor que podemos ver en la obra de Carlos Ramírez, el caudillismo. PAN y PRD fueron juntos, siguen juntos, pero sin un proyecto ideológico. Este es el mal de México, su enfermedad incurable. Necesita caudillos lo mismo en el campo de la política que en el de la cultura. De un lado López Obrador, del otro Carlos Monsiváis. Sin ellos no podemos existir, somos nada. Lo dijeron en el velorio del último: ¿Qué haremos sin ti? Lo mismo que decían los soviéticos luego de la muerte de Stalin. La vida siguió irremediablemente.

En la obra de Carlos hay un término frecuente: maniqueo. Es parte de la lógica política en México. Si no estás conmigo eres mi enemigo y lo desconcertante es cuando el chocante maniqueísmo pasa a ser un amasijo incomprensible, donde intelectuales al servicio de AMLO han perdido su capacidad crítica, como lo ha señalado Ricardo Alemán refiriéndose a pensadores cuyo trabajo periodístico está únicamente dirigido a salvaguardar al caudillo tabasqueño como Lorenzo Meyer. Lo grave es que el maniqueísmo le ha sido contagiado a parte de la sociedad. Ellos son los buenos, los demás, los malos. El trabajo de Carlos Ramírez, invita a una forma distinta de pensar la política, mientras que la santa alianza PAN-PRD se relame los bigotes luego del “exitoso” ensayo general que llevaron a cabo en el pasado proceso electoral para evitar que el PRI retome Los Pinos. Lo curiosos es que lo derrotaron con ex priistas, conversos, traidores y renegados.

www.reneavilesfabila.com.mx

josé

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