* Se recuerda su legado este 24 de marzo, en el 95 aniversario de su natalicio
* La artista colaboró con otros creadores en trabajos interdisciplinarios
Ciudad de México.- La Secretaría de Cultura federal y el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (Inbal) recuerdan a Ángela Gurría Davó (24 de marzo de 1929-17 de febrero de 2024) en el 95 aniversario de su natalicio, artista que definió la escultura moderna y primera mujer en integrarse a la Academia de Artes.
Nacida en la Ciudad de México, Gurría Davó no solo se inició en el arte de forma autodidacta, aunque posteriormente estuvo bajo la tutela de maestros como Germán Cueto y Abraham González, sino que fue una mujer que desafió su época al dedicarse a una disciplina considerada eminentemente masculina: La escultura de gran formato.
Para Joshua Sánchez González, curador en jefe del Museo del Palacio de Bellas Artes, esta artista trascendió cualquier temor: “Su hijo, Emilio Javelly, quien conserva, custodia y protege el archivo de la artista, me comentó que cuando ella se imaginaba una escultura la hacía para el espacio público con dimensiones monumentales, esto nos habla de una artista sin temores, con gran audacia e imaginación”.
El también investigador detalló que la escultora mexicana tuvo dos aportaciones fundamentales para el arte mexicano: Definió la escultura moderna del siglo XX y la manera como modeló el espacio urbano a través de su obra.
“Ella perteneció a un grupo de artistas quienes definieron, a través de su obra, qué era la escultura moderna, junto con Helen Escobedo, Martha Palau, Lorraine Pinto, cada una a partir de estrategias distintas. Si bien la primera etapa de Ángela estuvo caracterizada por una profunda convicción religiosa, posteriormente desplazó su trabajo hacia aspectos de naturaleza más abstracta, influenciada por German Cueto, de quien fue alumna”.
“Algunos investigadores, como Daniel Garza, han destacado cómo ella aprovechó estrategias tanto de la abstracción como del figurativismo en su obra, lo cual fue muy importante, porque es parte de lo que definió la escultura en el siglo XX”, explicó.
Por otro lado, en el contexto de las Olimpiadas Culturales de 1968, fue invitada por Mathias Goeritz para participar en la Ruta de la Amistad, uno de los proyectos de escultura pública más importantes de la época, para la cual creó Señales, que perteneció a un periodo en que su trabajo modeló el espacio urbano.
De esta época, el especialista también destacó la obra Homenaje al trabajador del drenaje profundo, escultura que se puede visitar en el Museo del Drenaje: “A la maestra le interesaba ver cómo sus esculturas se relacionaban y, de alguna forma, negociaban su permanencia en el espacio público”.
“En su acervo, incluso, hay gran cantidad de fotografías y mapas de construcción que dan cuenta de la complejidad de este proyecto en términos no solo de dimensiones, sino a nivel conceptual. Muchas de sus obras se inspiraron en la iconografía mesoamericana, principalmente, la maya, pero, finalmente, las aterrizó en un lenguaje abstracto y sumamente moderno”.
Sánchez González detalló dos aspectos de la artista poco conocidos, su profundo sentido del cuidado de la naturaleza, lo cual se puede ver en sus temas, donde aborda el aire, el agua, la fauna y la flor, así como su espíritu colaborativo.
Comentó que su profunda preocupación y respeto por la naturaleza, por el agua, por la vida, es un aspecto que reverbera en la época actual y son de las cosas menos observadas de su producción. “Su trabajo nos permite voltear la mirada para tratar de sensibilizarnos frente a los problemas del medio ambiente, pero a través de una creación que pone el acento en seres vivos tan pequeños como una mosca hasta una gran ceiba”.
En este sentido, destacó la forma innovadora en que utilizó los materiales, pues, por un lado, dejó de tallar en madera porque consideraba que todavía era un organismo vivo y, por otro, de acuerdo con Daniel Garza, realizó la primera escultura de aluminio fundido con Flor del desierto.
Asimismo, abundó que a lo largo de su carrera realizó colaboraciones con diversos artistas. En 1983 participó con Federico Silva para intervenir una capilla. Ella hizo una puerta escultura cuyo principio de composición son una serie de paisajes montañosos, los cuales ofrecen una sensación bastante hostil, pues parecen navajas.
Para este proyecto también invitaron al músico Manuel Enríquez, pionero de la música electrónica, quien compuso una obra en donde la puerta funciona como un instrumento, lo cual da cuenta de la gran inquietud que movía a Ángela Gurría para colaborar con artistas de diversa índole y de cómo buscaba expandir la noción de la escultura.
Otro proyecto de esta naturaleza fue para una exposición de 1987, a la cual invitó al director Héctor Azar para que realizara una puesta en escena, en la cual se buscó que la escultura perdiera ese carácter solemne. “Esto era importante para ella, pues decía que si la gente tenía ganas de tocar las piezas era porque algo había hecho bien, ya que la escultura tenía una naturaleza lúdica”.
Finalmente, recordó que fue la primera mujer en incorporarse a la Academia de Artes en 1974 y que en su momento desafió los estereotipos: “Ella utilizó seudónimos masculinos para evitar la discriminación en los concursos, muchos de los cuales ganó, como la Bienal de Escultura Mexicana de 1967, para la cual presentó Puerta Celosía, que actualmente se encuentra en la Casa de Moneda”.
La obra de Ángela es parte del acervo del Museo de Arte Moderno del Inbal, donde se encuentran las esculturas Río Papaloapan (1970), Nube (1973) y Aguaje (2002). Entre los reconocimientos que obtuvo están la Medalla de Oro de la Academia del Arte del Lavoro, Italia, en 1980, y el Premio Nacional de Artes en 2013.