Por José Luis Camacho López, Especial para oaxacaentrelineas, 5 de octubre-En la proximidad del debate de la reforma energética, en el Senado de la República hubo una tregua, una pausa a la dureza del discurso, a las campañas de odio, del linchamiento presuntamente inducido desde Acción Nacional contra los senadores del PRD que votaron por la reforma fiscal, a quienes Morena de López Obrador acusó de “traidores”, actitudes fascistas, advirtió el diputado Manlio Fabio Beltrones. El motivo de esa corta suspensión de hostilidades fue la entrega de la Medalla Belisario Domínguez post mortem a la figura de Manuel Gómez Morín, fundador del PAN.
Antes de acudir por primera ocasión al viejo escenario de los senadores en la plaza de Xicoténcatl, sede alterna, al único evento que el protocolo marca que sólo asiste como invitado, el presidente Enrique Peña Nieto celebró el triunfo del Tricolor sub 17 de tres goles sobre el equipo argentino.
Un baño mañanero refrescante para la afición futbolera y de alivio para los empresarios que sueñan con un triunfo similar de la selección mexicana en el “repechaje” frente al equipo de Nueva Zelanda, que el nombre de México en las camisetas, junto con marcas comerciales, esté presente en el Campeonato Mundial de Futbol en Brasil.
En su cuenta de twitter Peña Nieto redactó minutos después de la alentadora victoria deportiva: ¡Muchas felicidades a la selección mexicana Sub 17 por este triunfo contra Argentina! Les deseo un gran éxito en la final”.
El día amaneció luminoso con el triunfo futbolero en un país donde las noticias privilegian la violencia delictiva en Tamaulipas y Michoacán, tragos de agobio para la población, el terror que infunde la inseguridad pública. El juego de los mexicanos con los argentinos, fue un regaderazo de optimismo, un torbellino de aliento para millones de mexicanos que no se despegaron de televisor durante el partido efectuado en la distante Abu Dhabi.
El presidente Peña Nieto llegó de buen ánimo a la antigua sede del Senado. Se le veía un rostro relajado, sereno, tranquilo. En las puertas del edificio a un lado del palacio de comunicaciones donde es ahora sede del Museo Nacional de Arte y a unos pasos de la estatua del atribulado “Caballito”, su caso llevado a la barandilla judicial, lo esperaban de también de buen ánimo los senadores Luis Sánchez Jiménez, Roberto Albores Gleason, Javier Lozano Alarcón, Miguel Barbosa Huerta, Jorge Emilio González Martínez. No se vio por ahí a la senadora Ana Gabriela Guevara no obstante estar comisionada para tal efecto, pero estaba presente buena parte de la representación plural senatorial. Probablemente a las buenas caras contribuyó la victoria de la Sub17, hasta el senador Javier Lozano, conocido por lo agrio de sus discursos, sonreía cuando llegó el presidente Peña Nieto al Senado y lo acompañó hasta su entrada del salón de asambleas para la sesión solemne donde se otorgó post mortem a Manuel Gómez Morín la medalla Belisario Domínguez.
Peña Nieto se sentó entre el presidente del Senado, Raúl Cervantes Andrade, de rostro adusto, y la señora Margarita Gómez Morín de Romero de Terreros, hija del homenajeado, sorprendida por la cercana vecindad compartida con el Presidente de la República.
A la senadora María Elena Barrera Tapia, del polémico Partido Verde Ecologista de México, le correspondió la lectura del histórico discurso de Belisario Domínguez en el cual censuraba la sangrienta presidencia del golpista Victoriano Huerta. La senadora Barrera Tapia no pudo evitar la emoción de la lectura de un discurso que el legislador chiapaneco no pudo pronunciar en el Senado en septiembre de 1913.
Incapacitado para decirlo de viva voz en la tribuna del Senado, que su voz se escuchara hace cien años, Belisario Domínguez lo distribuyó de mano en mano a falta de un “impresor honrado y sin miedo” con la solicitud de que cada lector que lo tuviera en sus manos, le sacara cinco copias y los distribuyera en la ciudad de México y en el interior del país.
Cuando se dijo el nombre del senador chiapaneco asesinado por la dictadura de Huerta por el contenido del discurso, en el recinto de la antigua sede de la Cámara de Senadores se escuchó un grito unánime de unidad: ¡Murió por la Patria, en defensa de la libertad! A los senadores de diverso signo partidario los unió la historia.
En ese momento, fuera del recinto, los nombres de otros héroes civiles se escuchaban profusamente en distintos ámbitos del país y en los noticiarios de radio y televisión: de los jóvenes Iván Ochoa y Marcos Granados, autores de los goles a la portería del equipo argentino, quienes levantaron el decaído espíritu de una afición nacional dudosa de que el equipo de la selección nacional logre asistir a la competencia mundial en Brasil el próximo año.
A la hora del homenaje a la memoria de Belisario Domínguez para destinar la medalla dedicada a honrar su memoria entregándola a personajes mexicanos distinguidos, como Manuel Gómez Morín, en la sede alterna del Senado se confirmaba la asistencia de una mayoría: 88 de los 120 senadores.
Manuel Gómez Morín, fundador del Partido Acción Nacional en 1939, junto con Vicente Lombardo Toledano, su antítesis, y otros cinco mexicanos ilustrados, Antonio Castro, Alberto Vázquez, Jesús Moreno, Alfonso Caso y Teófilo Olea, formaron el grupo de los “siete sabios” o la “generación de 1915” que crearon el 5 de septiembre de 1916 la Sociedad de Conferencias y Conciertos en un momento de las grandes disputas entre los caudillos y de convencionistas y constitucionalistas.
Gómez Morín y Lombardo Toledano no hicieron caso las hirientes ironías de sus condiscípulos de la época al considerarlos imitadores de los “siete sabios de Grecia. Las figuras de Gómez Morín y Lombardo Toledano, trascendieron, representan aún el largo debate de los dos Méxicos, dos proyectos de nación originados en el siglo XIX, acentuados en el siglo pasado y aún en pugna en lo que va del siglo XXI, ahora posicionados frontalmente en el debate sobre la reforma energética que plantea reformas a los artículos 27 y 28 de la Constitución.
Del receptor post mortem de la medalla “Belisario Domínguez” de 2013, de su larga trayectoria pública, se mencionó su paradójico tránsito de recién egresado de abogado como secretario particular en 1919 del general socialista Salvador Alvarado, cuanco ocupó el cargo de secretario de Hacienda. El hecho fue citado en la tribuna senatorial por uno de los 27 nietos de Gómez Morín, Juan Pablo Gómez Morín Rivera, cuando habló a nombre de los cuatro hijos del creador de Acción Nacional: Juan Manuel, Gabriela, Mauricio y Margarita, presentes en el solemne evento, y de los 58 bisnietos de la familia.
A Gómez Morín se la atribuyen méritos invaluables: colocar las bases del Seguro Social y encabezar dos episodios relevantes para la vida de las universidades públicas, la autonomía y la libertad de cátedra, baluartes irrenunciables de la Universidad Nacional Autónoma de México.
La historiadora María Teresa Gómez Mont sostiene que “no se puede entender la historia de la Universidad, ni la autonomía de las instituciones de educación superior, ni el futuro de la educación superior en el país sin comprender la lucha por la libertad de cátedra que libró Manuel Gómez Morín (en 1933) como rector al frente de la Máxima Casa de Estudios”.
Este episodio fue destacado por el coordinador de los senadores panistas, Jorge Luis Preciado Rodríguez: “la lucha de Gómez Morín por la libertad de cátedra, por hacer valer la autonomía de la Universidad Nacional y construir el contexto mínimo de libertad para la universalidad del conocimiento y que fuera para nuestros jóvenes, sin condiciones, sin limitaciones, sólo con la entrega del maestro que buscaba libertad para enseñar”.
Para el presidente Peña Nieto fue su primer acto oficial en el Senado de la República, prueba de temple y consistencia política frente a la balcanizada diversidad que caracteriza la ríspida lucha política del México del siglo XXI, en un evento que fue punto de reunión de los otros representantes de los poderes de la Unión: del presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Juan Silva Meza y del joven presidente de la Cámara de Diputados, Ricardo Anaya Cortés, y de otros jóvenes políticos, el encargado de la Oficina Presidencial de Los Pinos, Aurelio Nuño Meyer; y Manuel Velasco Coello, nieto del ilustre médico Manuel Velasco Suárez, ahora gobernador de Chiapas. Todos ellos junto con el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong; del jefe de gobierno del Distrito Federal, Miguel Ángel Mancera; y del gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, cuya presencia estaba justificada por la elaboración de la moneda conmemorativa del 150 Aniversario del natalicio de Belisario Domínguez y por el centenario de su asesinato.
Para el PAN el nombre de “Manuel Gómez Morín”, quien nunca fue diputado ni senador, develado en la placa donde están los otros nombres de los receptores de la medalla, fue la recuperación de una memoria olvidada, la de un mexicano que hacía de la congruencia política, su forma de vida. Por los pasillos senatoriales corrió la versión de que su nombre fue regateado, que primero en el PAN se pensó en el fallecido Manuel J. Clouthier, el candidato presidencial con quien Acción Nacional inauguró en 1988 el llamado neopanismo que rompía con el PAN tradicional de Gómez Morín.
También se rumoró que los senadores entraron en connatos de riña al discutir para ver a qué fracción parlamentaria le tocaba decidir el nombre de quien recibiría la medalla Belisario Domínguez al cumplirse el centenario del crimen del senador chiapaneco, en ese infaltable afán de riña y jaloneo que caracteriza los debates de los senadores de la actual legislatura de repartirse la historia a modo.
Una guardia en la estatua de Belisario Domínguez finalizó la ceremonia a la figura del legislador que en la entrada del antiguo recinto del Senado de la República permanece como símbolo de la verdad y la libertad.