* Autor del mural “Vida, pasión y muerte de un arlequín” y la escultura “Nuestra Señora del Seguro Social”
Ciudad de México.- La Secretaría de Cultura del Gobierno de México y el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (Inbal) recuerdan a Federico Heraclio Cantú Garza, pintor, escultor, muralista, considerado, además, como el mejor grabador mexicano del siglo XX, quien falleció el 29 de enero de 1989, hace 35 años.
Quizá una de las esculturas más reconocidas de este artista, nacido el 13 de marzo de 1907 en Cadereyta de Jiménez, Nuevo León, es la realizada para el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) en la década de los sesenta del siglo pasado, conocida como “Nuestra Señora del Seguro Social”, “Maternidad IMSS” o “Madonna IMSS”, la cual muestra a una madre sosteniendo a un bebé en sus brazos, mientras un águila los cubre con sus alas extendidas.
Artista polifacético, inició su formación en la ciudad que lo vio nacer y a los 14 años, en 1921, ingresó a la Escuela de Pintura al Aire Libre de Coyoacán, dirigida por el también pintor Alfredo Ramos Martínez, época en la que conoció al muralista Diego Rivera y de quien fue ayudante, moliendo colores y trazando las secciones áureas, para algunos de los murales de la Secretaría de Educación Pública (SEP).
Por recomendación de Ramos Martínez, viajó a París, Francia, donde permaneció de 1924 a 1934, y entró en contacto con las vanguardias, sobre todo con los artistas pertenecientes al grupo Montparnasse: André Breton, Antonín Artaud, Paul Eluard, Ossip Zadkine y Alice Prin, convivió con diversos escritores latinoamericanos que se dieron cita en la “Ciudad de la luz”: entre ellos César Vallejo, Luis Cardoza y Aragón, Alí Chumacero, Alfonso Reyes, con quien trabó gran amistad, entre otros.
Durante esa década, en 1929, montó su primera muestra individual en el Exposition Park Museum de Los Ángeles, California, estado en donde también realizó su primera obra mural en una iglesia de Pasadena, una de sus primeras piezas con tema sacro y que distinguiría parte de su producción posterior, lo cual llevaría a la crítica Teresa del Conde a considerarlo como un artista neorrenacentista.
De 1934 a 1943, el artista se mantuvo entre Estados Unidos y México, periodo en que se dedicó principalmente a la pintura de caballete y realizó su primer mural en México, “Vida, pasión y muerte de un arlequín”, que realizó junto con Roberto Montenegro para el desaparecido Bar Papillon, en 1933.
A partir de 1943 fue maestro en la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado (Enpeg) La Esmeralda e inició diversos proyectos a lo largo del país, como los frescos que realizó para la Parroquia de San Miguel de Allende, Guanajuato; en 1970 el Museo del Palacio de Bellas Artes realizó una magna retrospectiva de su obra.
Entre su obra pública, destaca el mural “Los informantes de Sahagún”, de 1959, que hoy se puede visitar en el Laboratorio Arte Alameda (LAA), así como los diversos murales y relieves que realizó en los inmuebles del IMSS, entre ellos para la Unidad Independencia o para la sede principal de la institución, como “Las enseñanzas de Quetzalcóatl”, y los realizados para la Universidad Autónoma de Nuevo León.