Miguel Ángel Schultz
Al morir el 28 de septiembre, José José se trasformó en la encarnación del sufrimiento del pueblo de México, cuya vida no pudo ser más trágica que la suya, similar a las y los que somos el común. Hasta su cadáver fue una disputa de días entre sus hijos Marisol y José Joel, que procreo con Ana Elena Noreña, actriz y reina de belleza conocida como Anel, por una parte, y por la otra Sarita, su hija que procreo con su ahora viuda Sara Salazar, ex migrante cubana en Miami, Estados Unidos, quien fue su manager y con la que no se hablaba desde hacía tres años.
El pleito por los despojos mortales del “Príncipe de la canción” llegó al grado de provocar la intervención del Gobierno Federal, a través Jonathan Chait, cónsul de México en esa ciudad y al comentario del presidente Andrés Manuel López Obrador, quien en una conferencia mañanera expresó su deseo que hubiera un arreglo en la familia y dispuso que un avión de la Fuerza Aérea Mexicana trajera la mitad de las cenizas, que llegaron en un lujoso ataúd dorado con un peso de 250 kilogramos.
José Rómulo Sosa Ortiz nació el 17 de febrero de 1948, en Clavería, una colonia popular del entonces Distrito Federal. Hijo de José Sosa Esquivel, tenor de ópera y de la concertista de piano, Margarita Ortiz Pensado, cuya vida era precaria debido al alcoholismo que padeció el papá del príncipe y que finalmente le cortó la existencia en 1968.
José José siempre fue explotado por representantes artísticos voraces, como el ahora ignorante diputado del partido Morena y presidente de la Comisión de Cultura de la Cámara de Diputados Federal, Sergio Mayer, quien confunde a las vaquitas marinas con vaquitas amarillas, de quién se dice le pagó 70 mil pesos por los derechos para transmitir sus interpretaciones en YouTube, que aceptó por estar más que jodido.
La ahora viuda Sara Salazar, no tuvo el corazón ni la visión de permitir que el cuerpo de José José regresara a su país, México. Que de haberlo permitido las y los mexicanos seguramente hubieran “arropado” a Sarita, hija de ambos, para convertirla en una cantante de rap de éxito, que es a lo que se dedica la criatura, independientemente de su calidad vocal.
Miles y miles de personas salieron a despedir las cenizas del celebra interprete, lo que hace ver que México es puro corazón. Pese a estar a media semana, “todo mundo” dejó su trabajo y sus actividades diarias, para estar con quien seguramente con su canto acompañó su vida amorosa. En nuestra cultura, a diferencia de la sajona, el tiempo no es oro, sino patrimonio para inventar en las emociones.
José José, un príncipe mendigo, gozó de una inmensa popularidad, pero vivió en el infierno de la dependencia, alcoholismo y drogadicción, de las que nunca se pudo liberar hasta que fue consumido por ellas, sin importar que puso toda su fuerza de voluntad, porque tanto el alcoholismo como la drogadicción son una enfermedad, a pesar de lo que expresó su ex esposa Anel, que no acepta que es una enfermedad, sino falta de voluntad.
El príncipe de la canción vino a Oaxaca a dar un concierto en la entonces Escuela de Medicina de la Universidad Autónoma “Benito Juárez” de Oaxaca, pero sólo medio canto una o dos canciones, porque se puso hasta las “chanclas”. Lo tuvieron que llevar de “aguilita” al escenario sostenido por ambos brazos de asistentes, para calmar al respetable público y que vieran que no estaba en condiciones de balbucear nada, menos para cantar, a pesar de la coca que usaba para cortarse la “peda”.
Con su final lleno de sufrimiento se nos metió hasta el tuétano de un pueblo como México que carga sobre sus hombros la memoria de sus muertos, de sus miles y miles de desaparecidos, familias que no tienen el consuelo de tener aunque sea la mitad de las cenizas de sus cuerpos para decirles cuánto los quisieron o los odiaron.
José José es el hijo del pueblo que triunfo, el hijo alcohólico, el drogadicto, el no redimido, con varios casamientos en su haber, el de buen corazón, que de tan bueno siempre fue estafado y con una familia disfuncional como muchos tenemos.
Su esposa Sara Salazar residente de Miami, Estados Unidos, poblada por una comunidad de exiliados que ven a México como el responsable de su desgracia, al haber estado en nuestro país organizando la invasión encabezada por Fidel Castro, Ernesto Guevara y Camilo Cienfuegos, que terminó con el gobierno de Fulgencio Batista, por lo que de una u otra manera México es responsable.
Hay que recordar que esta partida de revolucionarios cubanos fueron detenidos en México en 1956 y liberados, por el Gobierno de Adolfo López Mateos, por lo que México permitió el triunfo de la Revolución Cubana, encabezada por los barbones en 1959, porque aquí se encontraron y de Tuxpan partió el barco Granma con los 82 integrantes del Movimiento 26 de Julio que terminó derrocando el gobierno de Fulgencio Batista.
La comunidad de exiliados cubanos de Miami, es una sociedad poderosa que se cuenta que fueron los autores del asesinato de John F. Kennedy. Tienen todo un estilo de vida, por lo que nos es imposible creer que no existe en el pensamiento de Sara Salazar, a pesar de ser hija de un mexicano, una pizca de resentimiento, de lo contrario, no viviría en Miami, sino en México, donde su esposo es el príncipe de la canción.
El pueblo mexicano despidió hoy a su mendigo. Por ello salió masivamente a las calles, que por la brevedad del tiempo, dejó un profundo sabor de tristeza por la frustración de no poderse despedir de su príncipe…
@MiguelAschulz