Sigue el juego de fuerzas
Porfirio Santibáñez Orozco
LAS nuevas declaraciones del gobernador electo Gabino Cué, en el sentido de que desconoce por qué el gobierno de Ulises Ruiz iniciará hasta el mes de noviembre el proceso de entrega-recepción, confirman que tanto los entrantes como los salientes siguen acomodando las piezas del ajedrez estatal para que en diciembre de este año, cuando se haga efectivo el cambio de administración, tengan un resultado favorable para sus metas.
Las palabras del gobernador electo demuestran que la disputa electoral ya pasó pero la lucha continúa en otros terrenos más escabrosos, el de la habilidad negociadora y su impacto en la opinión pública: “ya no insistiremos más, nosotros estamos aprovechando el tiempo, como lo están haciendo ellos”, dijo Cué.
Se entiende que los entrantes quieran ganar tiempo para que al asumir sus funciones lo hagan, si no en las mejores condiciones, por lo menos en una situación que no se les presente tan desfavorable. De la misma manera, resulta lógico también que los salientes entreguen un estado lleno de pendientes, con una gobernabilidad prendida con alfileres y vayan sembrando a cada paso sutiles advertencias en el sentido de que no se han ido sino que ahora constituyen una fuerza política importante, nacional y local, a la que los nuevos gobernantes tendrán que considerar en el futuro más inmediato.
Además, ambos tendrán que considerar que el escenario nacional ha cambiado, que ya no es el mismo que permitió los resultados del 4 de julio.
El gobernador saliente aparentemente cedió al aceptar un diálogo que debió iniciarse desde que el órgano electoral confirmó el triunfo de la coalición opositora, pero aceptó la entrevista con Gabino Cué para ganar tiempo, mostrarse dispuesto a dialogar y remitió hasta el primer día de noviembre los preparativos para que pueda haber una entrega-recepción maquillada que parezca transparente, apegada a la ley y en la medida de lo posible hasta tersa.
Con todo y aunque los salientes se resistan, se han echado a andar gran parte de las piezas de la maquinaria burocrática para detallar, como tenderos, lo que cada quien entregará y su contraparte recibirá. De lo bien o mal que cada uno haga su tarea dependerá que el cambio en el personal político que está al frente del estado se traduzca en un beneficio o en una decisión iatrogénica para los bandos y para el estado mismo y sus habitantes.
Globalmente, el PRI ganó la mayor parte de los espacios que se disputaron el 4 de julio. Hace pocos días, su dirigente nacional Beatriz Paredes Rangel recordó esta situación general al afirmar que ganaron nueve de las 12 gubernaturas que entraron a la competencia, es decir, se quedaron con el 75% de estos cargos en disputa. También comentó que de los 13 congresos locales en los que hubo rotación de legisladores, el tricolor ganó la mayoría en 11 y de 13 municipios que son al mismo tiempo capitales estatales en los que hubo elección, ganó en 10.
En Oaxaca, sin embargo, la situación es un poco diferente porque los priístas perdieron de una manera abrumadora la elección de gobernador, cayeron por un buen margen en la de diputados locales, lo que significa que tendrán mayoría simple en el congreso que será superada solo si los diputados de la coalición “Unidos por la Paz y el Progreso” se mantienen unidos; además perdieron las ciudades más importantes del estado en las elecciones municipales.
La aprobación del presupuesto, que muy probablemente será el siguiente episodio de esta confrontación, demostrará si la fuerza política que conserva el PRI de Oaxaca le permitirá imponerle límites por medio de sus diputados federales a lo que pida la nueva administración o si, como siempre, los todavía ulisistas de Oaxaca se disciplinarán al nuevo acuerdo que se ve venir entre el priísmo nacional y los panistas que desgobiernan este país. Abundaremos…