Toledo: ejemplo a seguir

Salvador Hernández

Al maestro Francisco Toledo lo conocí en un café de los portales de la ciudad de Oaxaca, intercambiamos sólo algunas palabras, acababa de llegar de Europa, lo acompañaba su esposa, y el más pequeño de sus hijos aún dormía en una carriola.

Años después, en 1993, cuando dirigíamos la Asociación de Periodistas de Oaxaca (APO), la profesora Arcelia Yañiz nos presentó al maestro Francisco Toledo.

Anteriormente, le propuse a mis compañeros hacer una exposición colectiva y de lo que se vendiera pagar los adeudos que venía arrastrando la APO (luz, teléfono, rentas, y hasta el salario de las secretarias).

Cuando se le planteó la idea, Toledo accedió. Sin decírselo, sabía que los periodistas dependían del Gobierno del Estado, hasta para “festejar su día”.

Con 50 devaluados pesos, me fui a la ahora Ciudad de México en un autobús de segunda clase, poco antes, hablé por teléfono con el maestro Edmundo Aquino, quien también accedió de buen gusto. “Llámame cuando llegues, te espero en mi casa”, dijo el artista de Zimatlán de Álvarez, quien vivía en Coyoacán, y ahí convenció a otros pintores para que apoyaran.

En Oaxaca invité a participar a otros creadores plásticos que residían en la ciudad, algunos de ellos ya fallecidos hoy: José Luis Serrato+, Juan Alcázar+, Justina Fuentes, Sinzhaburo Takeda, Rubén Leyva, Virgilio Gómez+, Ariel Mendoza, Liborio López+, Arnulfo Mendoza+, Jorge López, Luis Zárate, Emilio Sánchez, Alejandro Santiago+, Vidal Ambrosio, Jesús Gallegos, Felipe Morales, Juan Mariano, Michaele Gibbs, Emiliano López, Fernando Olivera+ y Humberto Batista.

Todos accedieron, creo en buena parte porque Francisco Toledo iba a participar. Era un “albur”, el maestro Toledo no había llevado nada, faltaban pocos días para la exposición y hasta los carteles ya estaban hechos.

Juanita, la esposa de Arnulfo Mendoza y coordinadora de “La Mano Mágica”, galería donde se iba a realizar la exposición, estaba pendiente del trabajo que el maestro Toledo llevaría.

Dos días antes de la inauguración me lo encontré en la papelería y librería “Proveedora Escolar”, iba con una bolsa de “mandado” repleta de libros, ahí me dijo: “Ya envíe las litografías. Sólo te pido que si no se venden me las devuelvan”, gustoso accedí. Seguro de que eso no iba a pasar.

Efectivamente, cuando llegué a mi casa, Juanita me llamó para decirme notoriamente emocionada“… ya trajeron los trabajos del maestro Toledo”, sabíamos que con ello la exposición sería un éxito.

No era uno, ni dos, sino cuatro litografías de gran formato que llevó su esposa personalmente. La misma noche de la inauguración se vendieron las litografías de Francisco Toledo.

Posteriormente, coincidimos en una reunión en la población de San Pablo Huixtepec, ahí se le planteó la persecución por parte del Gobierno Federal que sufrían las radios comunitarias en Oaxaca, cuya única misión era hablar en su lengua materna, y difundir la alarma en caso de incendios o cualquier otro desastre en las comunidades aledañas.

Indignado y en voz baja comentó: “cómo es posible que por hablar en su lengua se les confisquen sus equipos de transmisión”.

Después, me enteré por Fernando Gálvez de Aguinaga, en ese entonces, director del Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO), que varias radios comunitarias acudieron a pedirle apoyo.

Toledo fue un hombre atento con las causas más sensibles. Difícilmente, volverá a haber un humanista como él en nuestro país.

Fue el artista que cuidó la imagen del Centro Histórico de Oaxaca, evitando que se instalara una sucursal de comida chatarra de la empresa McDonald’s, protestó en contra del maíz transgénico organizando una tamaliza en el zócalo de la ciudad, y se opuso a la deforestación y privatización del cerro de El Fortín, por el entonces Gobierno de Gabino Cué Monteagudo y su secretario de Turismo, José Zorrilla de San Martín Diego.

Donde, incluso, fue golpeado por porros priistas de la Confederación de Trabajadores de México (CTM)), amenazado de muerte y sometido a una feroz campaña mediática de odio, por algunos comunicadores incondicionales del poder y otros que permanecieron callados.

Todavía lo recuerdo llegando a las escaleras que suben al cerro de El Fortín, siempre adelante, antes de que los esbirros del Gobierno de Cué Monteagudo lanzaran desde lo alto un cohetón que estalló entre las personas que lo acompañábamos, incluso, niños y mujeres.

Al maestro se le veía bajar la calle de Alcalá, platicar con sus empleados amenamente, sentarse en el suelo oyendo una conferencia en el IAGO. Regalando libros desde un triciclo. Elevar papalotes con la fotografía de alguno de los 43 desaparecidos de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, Guerrero.

Pelearse con los políticos ignorantes, que congelaban los salarios de los empleados del IAGO, incluso, cuando ya había donado el acervo del Instituto al pueblo de Oaxaca. Recibió el rechazo de pintores vendidos al Gobierno. Y una serie de insultos de seudoperiodistas locales.

Toledo es: las bibliotecas del IAGO que se encuentran en el Andador Turístico de la calle de Macedonio Alcalá y en la Avenida Juárez, de la ciudad de Oaxaca.

Con un acervo de cerca de 50 mil libros de filosofía, arte, cine, teatro, danza y poesía, las revistas Guchachi Reza (Iguana Rajada) y Alcaraván, que llenan de cultura sus estantes.

El cinema “Pochote”; el Centro de Artes de San Agustín (CaSa); la fonoteca “Eduardo Mata”; la Fábrica de Arte y Papel de San Agustín Etla; el Centro fotográfico “Álvarez Bravo”, el Jardín Etnobotánico, en el exconvento de Santo Domingo de Guzmán, el Centro para invidentes “Jorge Luis Borges” y ProOax.

Conferencias, cursos, talleres, con personajes del arte y la cultura, que sin su apoyo, jamás se hubieran realizado. Las Cocinas Comunitarias para los damnificados de los terremotos del 2017.

Lo mejor que le ha pasado en arte y cultura a Oaxaca, lo dio Toledo, sin pedir nada a cambio, ni siquiera demandó, a su muerte, un homenaje, por el contrario suplicó que su cuerpo se cremara y no hubiera ningún evento en su memoria, petición que su familia cumplió al pie de la letra, pese a los esfuerzos institucionales de hacerlo.

josé

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