Dora Cecilia Aceves Martínez -Texto y Fotografías–
En esta época de intenso frío, después de levantarme (aunque no deseo hacerlo porque me gusta el calor y ver salir el sol), lo primero que hago es ir a la terraza de mi casa, la cual se ubica al poniente de ésta y disfrutar el maravilloso árbol que se encuentra en la banqueta de enfrente, color amarillo. Su nombre original es guayacán, conocido como árbol primavera. Un hermoso regalo de Dios que nos brinda a través de la naturaleza y que florea en enero y febrero de cada año y vuelve a hacerlo en mayo. Todo el demás tiempo sólo está verde.
Es hermoso recorrer las calles de Oaxaca en esta época, pues la ciudad se pinta de amarillo y todo luce más hermoso; le da más vida a las casas y las calles, al fondo se aprecian las montañas y así Oaxaca va cambiando de colores al paso de los meses.
Decidí salir sólo un corto tiempo y fui al parque “El Llano” ubicado a media cuadra de mi casa, hay 8 esculturas de hace un siglo, cuatro paradas erguidas y cuatro semisentadas, son los leones que el maestro Schleske talló durante el tiempo que vivió en Oaxaca y nos dejó obras maravillosas. A una de estas bellísimas esculturas la cubre con su sombra este árbol hermoso amarillo y me da la impresión que luce más erguido el león, con más fuerza, con más galanura.
Después decido seguir caminando, hay pocas personas, voy protegida pues es raro que en estos casi once meses me atreva a salir a pie. Voy rumbo a Jalatlaco, el hermoso barrio que inicia a dos cuadras de mi casa y me dirijo al atrio del templo dedicado a San Matías, nada más al llegar al barrio siento un cambio, una bienvenida, gente hermosa, trabajadora, buena, noble, muy fiesteros, muy alegres y pensé ¡Quiero contagiarme de ese ambiente! Y en el atrio lucen su altura, su frondosidad, su elegancia, los dos árboles de coquito.
Yo hablo como mi gente, que así los conoce “coquitos”, estos florean en enero y febrero de cada año, así que hay que aprovechar su belleza, son color fucsia los dos, hay un pocos en Oaxaca, los tengo todos localizados, apenas van a florear, en pocos días lucirán en todo su esplendor. Me senté bajo su sombra y disfruté su belleza igual que la del templo sobre el cual ya he escrito. Decidí regresar con muchos bríos para seguir hablando de la riqueza de mi ciudad.